Para la gente oriunda de Pluplanca Oxoriental, no está socialmente aceptado caminar por la vereda a la par de un desconocido.
Esto nos permite imaginar el sentimiento de Miznurbálang cuando va marchando por una acera alefragancesa, de esas que tienen baldosas de vainillas escaqueadas en amarillo y rojo, y un señor bajito se le pone a caminar al lado.
¿Que qué tiene de malo? Hacé la prueba. El paso del señorcito despierta en Miznur consternación y lo pone de los pelos.
¿Por qué el señor no se apura y lo pasa? ¿Es que lo está siguiendo? Él no necesita un espejo humano. No necesita que nadie se burle de él caminando a su lado, siguiéndolo quién sabe adónde, y Pichito sabe con cuáles oscuros propósitos.
Al señor, por su parte, ni se le ocurre que su actitud le hace sentir al compañero que es un psicópata. Porque en Alefragancia eso es lo más común; las leyes sociales implícitas no exigen distancia física en la vereda.
Y el señor va pensando: qué ganas de comer cabeza-queso.
kill -9
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