Rito del superhéroe

Han dado en nominarme ruiseñor,
benditos cuetes que estalló el olvido.
Superheroico, ignoto pajarraco,
que ni calló la boca ni está herido.

Esa paloma que pasa
¿de dónde coño vendrá?
Si viene de aquí o de allá
me soba la calabaza.

Sucio de andrajos cenozoicos flaco,
gorjear kakuy, plumaje florecido.
Zodiaco, hocico, paja de cantor,
trinos de trinos ininterrumpidos.

Fulgor el de nuestra raza
que mancha la tierra en tintas,
serán quizá muy distintas,
¿pero qué mierda te pasa?

¿Qué es el olvido más que una palabra?
¿Qué es la palabra más que un instrumento?
¿Qué es nuestra vida más que este momento?
¿Qué aspecto de la gaviota
más que sus frágiles alas
confiere a su vuelo gala?

Es mi terminal derrota
verte la cara de idiota
en pos de contestar tal metafórica
pregunta insustancial, trivial, retórica.

Hoy, que me vino a reclamar la luna,
ese broche del oro de los grillos,
mi capa va volando entre los hombres,
espléndida y oscura como un mito.

Filo de alondras.
Luces del tren se acercan en la noche.
Puro hueso infantil,
costal de merca
preso en canil de tallas hiperbóreas.
Callás, cantando siempre la victoria.
Callás, alfil, tu gloria alcoholizada
como una almohada añil o colorada.

Alba en bandada,
pétrea, roída,
aurora iluminada,
enceguecida.
Prepucio, pico radiorreceptor,
¡me ha nominado ruiseñor la vida!

Vex

Una vez tuve un hijo,|te confesé entre mates.
Hervor del agua en termo|y galletitas.
Conducías por esta:|la meridiana eternidad del campo.
He mascado los muertos|y el corazón apresurado adentro.
Repito dabo|claves regni cælorvm.
Sé del sabor a tumbas,|de escalinatas, mármoles.
Solemnes|plazas y próceres de bronce.
Ramos de flores secas|que flotan en acequias,
hidrografías,|mapas.
Una vez tuve un hijo|y un fotógrafo en sepia
supo inmortalizarle|los cachetes rollizos.
París, Virgen, al hijo|y en un paraje estéril
no atreverse a cantar,|sin cantimplora,
lo que anuncia el destino.
Sin afeitar,|ni líquido,
tendido en el desierto,|quizá delirio.

Mil palabras

Fina extendés de porcelana queda
las yemas de tus dígitos longísimos,
gesto de muda y munificentísimo,
e indicás, luna, un almohadón de seda.

Tu labia ausente: todo es una foto
de tinta roja, blanca, del Japón,
pagoda edificada de cartón,
por si las bocas, por si maremotos.

Se tensan delicados los tobillos,
y se enreda en las vueltas de tus trenzas,
tus blandos muslos, tu chillar de almejas,

intenso olor, desorbitados ojos,
y te envuelve en espasmos el abrazo,
pulpo gigante que succiona vulvas.

En tanto no

Hoy incinera labios esa maldita llama
que habita los resabios de escamas infinitas,
doradas, anecúmenas.

Vuelve ya del poniente, ¡vuelve ya, ojo de dama,
mañana, oblongo, vuelve, vuelve con hongos, grita,
regurgita lagañas, te extraña, excita, ronca!

Hoy malnacida viene, ya hecha un perro y en ascuas,
a dar con la fragata que está hundida en los cerros
de tierra, lejanísimos, partidos por el medio.

Y algún dolor, dolida, lagrimeando el destierro,
mi vida, hoy, ¡oigo teros que barritan de hambrientos!
Te miran torvas manos y me trago tu aliento.

Lepílepá

–I–

Hoy conjugó el invierno, de nuevo, en la silueta,
pic,
que concentra lo dulce del vino y el almíbar,
pac,
algo tan frío,
pic,
que no me acuerdo,
pac.

¡Oh, lentejuela, por demás culona!
pic,
¡yaguareté del monte!
pic,
¡lagartija voraz que estás en todas!
pic,
¡oh, espécimen mortífero del túnel!
pac,
¡yerno de dóndes anodinos!
pac,
¡yegua: calambres, hambres, farsas!
pac.

El sable corvo herido, la humedad, el salitre,
pic,
qué inapelable escrábel de lápices y tintas,
pac.
Por el sacado mártir que descose geodésicas,
pic,
la carne de gallina y el caracú tirita,
pac,
su lento estertor brújulo en remera,
pic,
y un poniente sin génesis, ni pieses, ni culebras,
pac.

Hoy en torno a la mesa nos convocó de vuelta,
pic,
su presagio inconfeso de papirotes réprobos,
pac,
juntando en almanaques el roquefor del pífano,
pic.

Graznando recaídas, omeyas, samuráis,
pic,
azúcares extrínsecos y ponchos necrológicos,
pic,
así marcó la noche su grito y su pelícano.


–II–

Palabras. Silenciosas. Palabras.
Que vienen. Y van. Que vienen.
Puertas. ¡Palpitaciones! Puertas.
Los trenes. También acá. Los trenes.

Limitaciones. Valga el coraje. Limitaciones.
Cierta carta. ¿Cómo estás? Cierta carta.
Muertes. ¡Mutilaciones! Muertes.
Tantas. Y tantas muertes. Tantas.

Abajo. Bajo el sendero. Abajo.
Espero. No hay sol ni luna. Espero.
Morgue. ¡Reconocerte! Morgue.
Cielo. Tu semen joven. Cielo.

Esta boca. Callando. Esta boca.
Pero atrás. Pero está abierta. Pero atrás.
Sueño. Si te he soñado. Sueño.
Paz. ¡Eterna paz negra! Paz.


–III–

abejorros
zumbido
ecos de almíbar
nupcias

florecer del almendro

sol quieto
alfanje negro
que decapita el cerro

arrullo
ladran
perros distantes como estrellas


–IV–

Arré, salta el milpiés,
posado en su cenáculo,
centauro cloacal,
y escancia licor sólido de mierda.
Arré, que agua estancada,
y al extender su quilo de tentáculos
orquesta
mudez de aljófar y morcilla líquida.
Arré, se manifiesta
por aquella intrincada redecilla,
ni perigeo ni cenit,
donde asoma el oriundo de la villa
su duraznillo.
Arré, mira un insólito
espectáculo, oráculo espectral,
como un demiurgo, ¡arré,
mirando electroencefalografías!

La contraseña perdida

En el sueño de anoche, buscando qué incoherencias,
congelado,
el mar era tan frío que te yeló los huesos,
los ovarios,
o quizás un testículo.
Gozar, sufrir, dolerse no son más que procesos
incansables,
mentales, que definen tu efímera existencia
de bovino.
¡Pase al pasado, pase a la máquina de Crono!
conminaba
aquel letrero torvo de la quermés barrial
olorosa.
Allí un gorjear remoto de caburés errantes,
anecdóticos,
que harán omiso caso de tu haber sido antes
ser humano,
alborotaba helechos. Y tu testa de mono
pretencioso
cayó en el horizonte de las aguas llamadas
Panthalassa.
Morirá entre ammonites de eones antiquísimos,
devónicos.
Serás un fósil, nafta, coníferas y sombra,
ranforrincos,
y quemarás el karma entre pistones, carros,
o bujías.
Reencarnarás entonces en la piel de un jurel
escamoso
o probarás ser paria, y en Benarés mendigo
siempre el hambre.
Sería interesante ver tu mente desnuda
frente a frente
y al ir por el camino tropezar con el Buda.

El bebé que paría una mujer por día

Hoy el bebé berreaba su son de vidrios rotos
y lo acuné en mis brazos queriendo apaciguarlo,
pero afloró un torrente de murciélagos blancos
de su pecho latiendo como un trotar de potros.

¡Niebla de mariposas y alas blancas en corro
batiéndose y chillando con fulgores macabros!
Géiser de luces cósmicas, alaridos humanos,
brotaron replicados por su caleidoscopio.

Y al ver esa tormenta de bestias diminutas
supe que algo terrible y a un tiempo angelical
albergaba en su seno la incipiente criatura:

no eran las represalias de un pacto con Satán,
ni el efecto hechizante de la hipnótica luna,
¡eran sólo el reflejo de mis propias angustias!

Basura (n + 1)

Supura la República. Y el tumor es de castas:
se postulan febriles, inzanjables, abismos.
Cicatrices abiertas del criollo contra el indio,
sangre que oscura o clara corre en venas hermanas.

Tal falaz brecha impregna con desprecio las almas
recelosas y opaca con odio el raciocinio.
Los profetas profesan la guerra hacia uno mismo,
o, equivalentemente, la guerra entre las razas.

Mi tierra coloreada en tantas tintas:
si acá abolió la esclavitud la historia
¿por qué somos esclavos todavía

de estas enemistades ilusorias?
¡Acaso un día habremos de cebar
el tan ansiado mate de la paz!

La pisería del diablo

Jamás despreciés, guacho, si te ofrezco la nada,
ni permitás que auspicie la ausencia tus lamentos.
Volteá tu rostro informe de imberbe berberecho,
seguí pateando cuadras con la cabeza gacha.

En su transcurrir lento las hienas se agazapan:
acá empieza la calle que concluye en cortejos.
El cuento es un futuro y el ayer es un cuento;
la vida es una sombra que imprimen las palabras:

es fulgor de un relámpago y es la lluvia que amaina,
son platos que se rompen rayados por el uso
y un suceder de trenes que pasan y que pasan.

¡Embrión inconcebible que no sos más que engrudo,
jamás despreciés, guacho, la nada que te ofrezco,
si ni la vida es nada ni es nada el sufrimiento!

π²

Llegando a sus rodillas la blanca cabellera
de Lechuça recortan su ruta los relámpagos.
Pateando va arrabales con pezuñas obscenas
y brotan de su pico juramentos sarcásticos.

Allí es donde amó un búho y él no la quiso a ella,
donde el sándalo aroma callejones de sexo,
de maquillaje en plumas y cruces en iglesias,
café humeante en las tazas y el arrope del perro.

Rezó un quintal de cabras por el Pipito suyo:
otra vez, madre mía, la gravidez, la calle,
plegarias maquinales ahogadas en susurros,

la cama de adoquines, y el Pipito de sangre.
La Lechuça se duele, las plumas ya están negras;
escampa, y se aproxima la próxima tormenta.

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-lIs-

Me estremecen: tu flor,
tu cintura escamosa,
tu sanguíneo licor, tu excelsa prosa.

Me estremece el primor
con que cuajan los meses,
y el latín de tu canto me estremece.

Me estremece, sirena,
la pena con que cantas:
me anuda como un nudo la garganta.


-kIIngs-

Acabado el encuentro de barajas,
el juego de ajedrez, dados e tablas,
con languidez torácica
expiró el carnaval.
Su algarabía de cartón pintado
tosía una sonrisa terminal.
Se organizan las masas
de antifaces ficticios.
El rey vuelve a ser rey. Febo, Dionisio.


-sIIIze-

Grande será el dolor de quien te mande
cuando al grande poder de tu opresor
grite tu grande vozarrón mejor
que lo grande es inmensamente grande.

Es tan grande lo grande que lo grande
mismo es más grande que lo grande mismo;
más grande que el más grande cataclismo,
que la grandeza del grandor más grande.

Y te engrandecerá tu grande pieza
cuando a lo grande opongas lo más grande
que encarnás con grandiosa sutileza:

cuando lo grande pongas en la mesa
y el glande grande, grande, grande, grande,
contraste con mi grande pequeñeza.


-cumulonIVbus-

El mundo me figuro dos cielos espejados:
el mar es el de abajo, y el otro es un enigma.
De vez en cuando enfoco los cirros con la vista,
y ese instante, al instante, ya quedó en el pasado.

No tengo más las cosas que en otro tiempo tuve,
o al menos he perdido la ilusión de tenerlas,
todo nace y se borra como una primavera
y aún nos queda el consuelo de mirar esas nubes.


-Vsentidos-

Si olfateases mi aliento o si lo olieses,
si mirases mi vida o la observases,
si escuchases mi voz o si la oyeses,
si palpases mi piel o me tocases,
si gustases mi boca o la supieses,
y orates impertérritos soeces
u hostigadores viles montaraces,
vinieran a decirte, mi pistinga,
que el diario no te miente,
desenterrá las bombas
y aprovechá el principio de explosión.


-precVIco-

Por ese no sé qué de la alborada
al que loás en fumancheras coplas
cuando suenan así, tin tin, los dracmas,
y en tu címbalo un cúmulo hay de notas;

por ese qué sé yo todo tachado
con crayolas rojizo bermellón,
y aquel okey anglosajón que el bardo
sabe al tuntún soltar si tu reloj

así lo indica: dame una cebolla.
Una cebolla por las dudas íntima,
porque así la metemos en la olla.

O un recuerdo del año ochenta y cinco
que me induzca a llorar como hizo el SIDA
cuando te quise visitar, amigo.


-noVII-

No nos vengas a hablar de nuestra muerte:
de la muerte ya estamos enterados.
No vengas a decir que estás cansado
si te cansaste de la buena suerte.

No vengas a pedir que me despierte
¡si soñar es mi sueño más soñado!
ni vengas a decir que estás callado
si te abstenés, hablando, de abstenerte.

No vuelvas tuya mi razón omisa,
ni certifiques nunca lo maldito,
ni te mueras muriéndote de risa

que de risa se mueren los payasos
y a vos te necesito así: vivito
y coleando como un zapatillazo.

Tregua

Una vez un conejo me dijo seguila.

Y yo, que soy de escucharlo, me quedé mirando sus pasos (los de ella). ¿Pero cómo obedecer el consejo sin incurrir en exageraciones? Porque una cosa es seguir, y perseguir es otra.

Ella tenía un repertorio de innúmeros vestidos, unos de raso y otros floreados que parecían estampillas japonesas. Intercalaba saltos con un andar gracioso pero recto, de oficinas y tacos y arrabales porteños. Los ojos sonreían atrás de los lentes más que la boca, manchada de tristeza.

Hoy dos siluetas caminaban en silencio en un paraje alejado y rojo como el cielo marciano, en la cornisa de un acueducto de balaustres, atravesando las aguas ígneas de un río surcado por góndolas lentas.

Sobre la ribera, los tipos que, ajenos al paso del tiempo, estiban desde siempre bolsas de arena y cal. Naves de otro siglo, de maderas húmedas hasta el alma, anclas, naufragios, y cadáveres negros de peste bubónica. Barcos descomunales que parecen mil candelabros, de fiestas en salones, minué, lluvia salada, y marinos fumando en pipa tabaco viejo en un camarote.

Vuelta a nacer.

El sol pegaba en el cemento porlan. El cielo parecía un cíclope y el sol el ojo único. Las nubes pasaban rápidamente como en cámara rápida, y el astro inmóvil siempre. Se asomó una gotita de transpiración en la sien.

Despetalar una margarita. Me quiere mucho, poquito, nada.

Y finalmente, como bien adelantara el conejo, el problema se redujo a la congruencia módulo tres de la cantidad de pétalos de la flor.

Seguimos caminando y por fin llegamos a un claro.

Lo poesiable

-I- Cantar es al pedo

No le canto a las gatas peludas,
los bichos bolita,
ñalás papafritas;
no le canto a las niñas bonitas
que tienen escritas
canciones de sobra.

Canto en cambio a las gatas sin pelo,
las cobras en celo,
la hornalla con papas;
hoy le canto a las mantis irredentas,
las nenas purulentas
tachadas de los mapas.

Hoy le canto a los peces que, pescados,
dejaron pescaditos
en sendos orfanatos.

Hoy le canto a las ánimas tragadas
por reyes antropófagos.
Quienes no siendo en vida poderosos
duermen su eternidad en un sarcófago.


-II- Microsonata monicata

Sos,
juez,
ves
dos:

no es
Dios,
los
tres.

Tren,
vas
cruel,

¿quién
más
que él?


-III- Nesting

Cuando emprendió
   (y su cántico (la luna
                  es monocroma) opuso la sirena)
la loca (es un axioma, es de la China
           (qué sideral princesa rococó
           que ánimos animados desenfrena)
         la pálida Selene) área de Broca,
la loca (la poesía) travesía,
los mares (la genuina, la profunda
           sima de las Marianas submarina)
decíamos: los mares espumosos
   (la luna es un axioma mentiroso)
las (las abejas son sus asesinas)
bahías de las costas argentinas,
donde se ahogaban los marinos
en el placer del agua y el del vino.

La fiebre tifoidea
a otros llevó por fin a otros caminos.
El capitán tapaba las orejas,
aguzaba las cejas ominosas
suturaba zaheridas
de ya pasadas guerras
(y no por eso menos espantosas)
¡a ver si alguno avista tierra!

Pasaron meses (musical deleite,
qué yeite de los músicos) y nadie
divisó más mogotes que el poniente.

Cruza estéril

–La bajada de Carcarcará–

Si cantar es un grito asfixiado
y me toca esta tarde cantar,
¡yo le canto al cantor ignorado
que cantó sobre Carcarcará!

Si no pierde mi canto su fuerza
y esta vuelta me toca cantar,
¡cantar ha mi guitarra los versos
que versaban de Carcarcará!


–μ–

Más que las dudas pudo el infortunio
de la certeza. Me valió el coraje,
y en brazos tu ya inerte cuerpo extraje,
y entoné el negro vals del plenilunio.

El chiflete del mes glacial de junio
te soplaba en las piernas.

Radiaba el sol en el caliente enero.
No sollozabas: era el aguacero.


–ν–

Muchacha.
Halicarnaso.
En vez de confundirse en un abrazo,
bajó a la realidad de un zapatazo.

Muchacha.
Babilonia.
Ni flautas ni zampoñas,
al alcahuete, doña, que la alquile.

Cantó al canto ancestral de Anacreonte,
en añil blasonó palabras albas,
juró las más macabras simetrías:
cantó el sinsonte, como melodías.

Géstame en el licor de tu matriz,
ciudad cosmopolita de La Habana,
emperatriz helicoidal del mundo.

Huelo el perfume de tu sexo;
de mares y vitrolas;
de tus cañones y tus caracolas.

La sombra se proyecta
inmensamente larga.
Arden las plantas de los pies, cubana,
caminando tu arena hecha de huellas.

En esta, su ocasión más predilecta
creyó oportuno regalarle flores.
Creyó oportuno maquillar sus años
con la lejía de los desamores.

¿Oyes, al fin, cómo calladas
llueven las uvas de las parras?

Poesía clase B

–1–
Invasión extraterrestre en acá

Vivir en el suburbio era sencillo:
mi desayuno era un café y amarte,
morder tu boca, el autobús, besarte,
pitar entre los dos un cigarrillo.

De aquel momento a la presente parte
refulgen con fulgores amarillos
los lásers de platillos voladores
recién llegados del planeta Marte.

Ya invadieron la Tierra los marcianos.
Llueven rayos de todos los colores
como bramantes fuegos de artificio.

Me reservo los últimos habanos:
si me abducen, veré si mis captores
son vulnerables a este mismo vicio.

"Terrícolas" resuena en los parlantes
(salgo a mirar qué pasa en la ventana)
la voz que aunque, está claro, no es humana,
andá a saber por qué es hispanohablante.

Nadie le dio pelota al capataz,
todo el mundo cambiaba de canal.
Y esa vez la invasión salió de mal
que la nave espacial se fue nomás.

La vida siguió siendo tal como era.
Pero en el pueblo corren los murmullos
de que regresan esta primavera.

¡Ojalá esta vez fuera la primera!
Cuando el amor nacía entre los yuyos
y se unían mis genes con los tuyos...


–2–
Pibe muerto

El niño Jovellanos
descubre las estrellas.
¿Adónde van los campos,
las yeguas?

El niño Jovellanos
y el tiempo.
¿Cómo guardan las manos
recuerdos?

El niño Jovellanos
y el río.
¿Quién le enseña a los sícalos
cantos?

El niño Jovellanos
reposa entre los mirtos.
¿Qué será de su cuerpo
vacío?


–3–
Diálogo de guachos

La guacha en su rellano
dice: "la sábana en carmín teñida"
y el guacho en su sillín le dice entonces:
"ceñirse delicada a tu escarpín".

La guacha en su rellano
dice: "el guacho
en su sillín",
y el guacho dice entonces:
"tipitín".

La guacha en la escalera va cantando:
"el guacho va cantando en el balcón".
Y el guacho va cantando:
"tipitón".


–4–
El viejo o la vieja

Este frágil envase se consume,
de mi sien brotan pálidas las canas;
paso mis acromáticas semanas
a la espera del día que me inhumen.

El corazón me invade la desgana
que es un letal e insípido perfume,
y mi esternón comprime su volumen,
y el devenir es una cosa vana.

No habré de recobrar una fragancia
que en el tiempo inasible de la infancia
yace, junto a mi madre, sepultada.

Miro con las pupilas muy abiertas
la hueca oscuridad, la misma nada,
y la mañana es una cosa incierta.


–5–
Habla un imbécil

Hoy ante vos suplican las quimeras:
¡piedad!, que abrás los brazos. Ya los dientes
de la feroz serpiente se hacen dóciles
deviene el sauro en, nuevamente, fósiles.
Hoy te ilumina un aura la cabeza
y, santo proverbial, salvás princesas,
erradicás malignos arzobispos
aliados de Satán. Hoy tus poderes
superan en un todo a Supermán.
Tu túnica relumbra incomparable,
blandís el sable con grandeza única.
Pasás, hijo, hoy de ser una persona
a cargar para siempre esta corona.


–6–
Poesía clase A

Van a acabar las cábalas, las ramas,
las alabardas más acanaladas;
van a cantar palabras mal cantadas,
a alabar a mamá, a papá, a las damas.

Van a apagar las ráfagas las llamas,
van a acatar las cartas magnas; nada
hará callar las armas ya calladas,
hará las pampas más acampanadas.

Manadas falsas labrarán garrafas,
alpacas castas, yararás, arañas,
hasta plantar acá jacarandás.

Mas jamás dañarás las blancas gafas,
jamás malgastarás asaz champaña,
jamás las malas almas salvarás.

Manifiesto de poner

Soñé pesadilla blanca.
Soñé pesadilla azul.
El cuco rema la balsa
llena de pus.

Soñé pesadilla negra.
Soñé pesadilla gris.
El cuco rema la balsa
llena de pis.

Una pesadilla roja, y otra pesadilla más.
El cuco se va remando
mirándomé para atrás.
Dejándomé una promesa
llena de paz.

Girá, cuco; y si giran tus tristezas
capaz las alejás de tu existencia.
¡Poray!

Girá, cuco: si vas a demorarte
quizás no quede nadie para amarte,
o el precio prohibitivo del aceite
te haga probar el gusto de la muerte.

A vos que abrís las veinticuatro horejas
tu pet shop en el medio de la ruta
donde de a ratos viene a mear la yuta,
y a bañar sus caniches las señoras,
y a comprar profilácticos tu vieja
por si las moscas el Ramón la veja;

a vos, forzudo actor polichinela,
que encendés una vela por amor;
vos, ajusticiador de biblioteca,
que, dicen, devorabas jamón crudo
con apetito indigno del escudo
con que representás a las muñecas,

vengo a depositarte tras las rejas.

Ya no verás el sol ni irás al baño
más que en tu propia mierda.

¿Ves ya ingresar dos cucos en pareja
en el televisor monocromático,
sus caras de maniático,
y agarrás por si acaso la escopeta?

Vuelvo a escuchar la voz de mis abuelos.
Es el cuco que vuelve.
Estoy de duelo.

Call-by-need



–I–

Escúchame, Nenuco,
Nenuco Nenuquero.
Escucha mis palabra
que es un asunto serio.
El padre del Jogitu
en catre yace enfermo;
los médico no pueden
callarle los lamento.
El viru que lo aqueja
no admite de remedios:
sufrió ya largos mese
larguísimos tormento.
Un día va perdiendo
sus plásticos cabello,
se doblan sus oreja,
no va ya más de cuerpo.
Despué se van cayendo
los diente por el suelo,
le crecen las tonina,
se olvida los recuerdo.
Los médico decían
tocándole el pescuezo:
este hombre ya no vive,
este hombre ya está muerto.
Al padre del Jogitu
ya se lo llevan tieso
en rígidas camilla
camino al cementerio.
Rodearon de amapolas
su blanquecino cuerpo
Lechuças de celeste
con pálidos chambergos.
Entonces vino Roque
que soy un oso bueno,
y repartí pastillas
Rocuco® entre los deudo
a cambio de sonrisas
y de unos cuantos piezo.
Y oliendo los perfume
de aquellos caramelo
el padre del Jogitu
así a la vida ha vuelto.



–II–

Los pájaros cantan,
los pájaros cantan,
los pájaros pájaros pájaros pájaros.

Los pájaros cantan,
los pájaros cantan,
los pájaros pájaros pájaros pájaros.



–III–

Acá somos todos negros
¿acaso vos no lo ves?
Igualdad entre las razas
mis cojones treinta y tres.



–IV–

¡Quién pudiera agarrar este momento,
guardarlo para siempre en una caja,
tener una certeza!
La realidad nunca te firma nada.



–V–

Niña de ojazos tristes
y de cabello rosa.
¿Por qué insistís en bautizar la cosa
que está creciendo adentro de tu vientre?
Si carece de pelos y de dientes
y no sabe lo que es el castellano.
Si sus cejas son copia de las tuyas,
si sus manos son copia de tus manos.

Cuando esa parte a la que nomenclaste
se divorcie por fin de tus entrañas
habrá guadañas.



–VI–

El agua azul
la sangre roja.
Lo que se moja:
la talamárata.

La talamárata,
la talamárata,
la talamárata,
la talamárata.

La talamárata
¿dónde va a dar?
Agua en el agua en el agua del mar.



–VII–

Atale los pieses, atale.
Atale el ojo YA, que se le sale.
Si adoptases un pibe, ñeña o ñeñe,
no lo dejés soñar
y, en vez, ponele
los pies sobre este suelo infértil, árido,
las tildes en las "e"s;
sobre las eñes
tachale virgulillas.

Atale el alma al barrio, hijo de mil,
con el cordón añil de la vereda.
Y anclalo con angustias
que no lo dejen levitar.

Y si alquilás tu vientre,
y si renace el renacuajo,
y si seguís encadenando prótasis,
y si aflora en los dientes de tus labios mayores,
y si tenés al tiempo que llenarlo de flores,
y se apagan sus ojos como televisores,
será que está maldito el puto mundo
será la muerte de nacer el undo.

Miedos en número de nueve

- I -

Gusano que brotó y se va archivando;
capullo en tu interior
gesta esta oruga
que te carcome el pecho en bruta angustia
de advertirlo por fin: se va el verano.

Se va el verano irremediablemente.

Ya hay que volver al sinsentido
de amaneceres y de fustas/látigos,
y de bramidos disconformes.

Alguna vez pisaste, en la negrura
de la escalera, un escalón en falso.
No acudió a tu jardín la primavera
a quien, queriendo asir, no quiso abrazos.

Iba el verano lentamente yéndose
como el escaso fuego de una vela
que se apaga dejándote sin lumbre,
dejándote una estela de grisáceos
cumulonimbos.

Callan las cigarras:
hoy decidieron desistir su ruido.
Hoy, también, el saber que ya en tu vida
hay uno menos entre los estíos.


- II -

Las noches más oscuras sin estrellas
temen soñar tu pesadilla;
tu pesadilla aquella
en que roban las puertas de tu casa.
En la que aquel horror del universo
la mente invade,
el cuerpo despedaza.

Aquella pesadilla en que otras almas
de asimétricas fauces, jetas bestias,
esas que si las vieras en la calle
te cruzás de vereda
por miedo a que te afanen,
se cuelen por la puerta de tu pieza.

Hay caras que te espantan
haciéndote pensar que van armadas.
Que gimen una lengua
que es la misma que hablás, y no es la misma.

Como mano saliendo de una tumba,
como el pasto que aflora entre baldosas,
como el sol que se cuela por rendijas,
penetrarán tu casa. Como el agua
dormirán en tu cama,
violarán a tus hijas.


- III -

Es incómodo hablar con un anciano
y no saber qué responder
a la simpleza de sus labios.

El viejo es habitante
de este presente irrefutable y límpido:
el del puré de papas,
las flores en macetas y la ropa tendida,
el desagüe que va a dar a la zanja,
el mate con pedazos de naranja.

En cambio tu universo
linda con la cordura pero apenas.
Fantasioso, y eufórico, y barroco.
Poblado de conceptos inefables,
De palabras, de historias y de pánicos
con que nos vuelven los mass media
cada instante más locos.


- IV -

La sensación culposa
de mirarlo a tu jefe,
o a las viejas con botas,
o a los parientes que triunfaron:
toda la multitud que, inquisitiva,
te escruta tus desnudas desnudeces.
Mientras que de tu vida,
la puta, ¿vos qué hiciste?
¿En qué carajo malgastaste el tiempo?


- V -

Aquella mariposa
¿será la misma que vi ayer?
También acaso ella
quiera saber si soy el mismo.


- VI -

Te despojaron de la sociedad.
Perdiste tus trabajos para siempre.
¿Cómo conseguir otro?

Lentamente
vas perdiendo las sábanas, la casa,
los amigos y todo.

Siempre de fondo está ese miedo
de irte al suelo, de no poder pararte.

Si hasta Magoya te dejó de garpe.

Saber que te quedás es algo incierto.
Si en un momento random
te dejan de querer hasta los perros.


- VII -

Te despojaron del sistema.
Ya no te queda plata para el médico.
Soñás que se te caen
todos los dientes.

¿Que qué tiene de malo?
El riesgo de quedarse sin molares
quiebra aquella ilusoria fantasía
de que hay algo perenne en nuestras vidas.

El mundo en que vivís se va a ir aguando
como gota de tinta
salpicada en un vaso.


- VIII -

Vuelco en el corazón que abrupQue la Ana
murió en un accidente.

Que perdiste el bebé.

¿No te acordás de mí?
Que aquel asunto
deformó para siempre tu cerebro.
Sos una mala suerte
de monstruoso reflejo de quien fuiste.


- IX -

Señalo esta ansiedad
ante un corte de luz:
el desamparo,
la desprotección.

Como si una bombita de sesenta watts
pudiera hacerle frente
a otra cosa que tus propios fantasmas.