Asunto pendiente

Reencarnación en una cáscara de nuez

Quiero justificar concisamente por qué considero que creer en la reencarnación es una manera oriental de concebir el "yo" que no es ni más ni menos ridícula que la manera occidental de concebirlo.

¿Por qué pensás que sos el mismo que cuando eras bebé?

No te acordás de esos momentos: de cuando te parieron, de cuando dormías en una cuna, tomabas la mamadera y te cambiaban los pañales. Entonces, dado que no te acordás, ¿qué es lo que te hace pensar que sos el mismo?

Pensás que sos el mismo porque, seguramente, te mostraron fotos de un bebé, y te dijeron: "no te acordás porque eras muy chiquito, pero este eras vos -- y ahora estás distinto porque creciste".

Eso te parece sensato y razonable porque vivís en nuestra cultura, que tiene una concepción occidental del "yo". Si vivieras en una cultura que tuviera una concepción oriental del "yo", te mostrarían la foto de un viejo, y te dirían: "no te acordás porque fue en otra vida, pero este eras vos -- y ahora estás distinto porque reencarnaste".

Posibles objeciones

1. Pero el bebé y yo tenemos el mismo ADN, en cambio el viejo no

No me va esta objeción. Si tuvieras un gemelo idéntico, también tendría el mismo ADN. Si fabricaran un clon tuyo, también tendría el mismo ADN. Por otro lado, si tuvieras un tumor, algunas de tus células ya no tendrían el mismo ADN (sin contar que nunca es exactamente el mismo).

2. Pero el bebé y yo tenemos un alma en común, en cambio el viejo no

¿Y cómo se puede ver el alma de manera que haga evidente que el bebé y vos son la misma persona pero el viejo y vos no?

Y si no se puede ver, la objeción es un argumento ad hoc, o en todo caso irrelevante.

3. Pero el reencarnando es arbitrario

Es decir, la objeción dice que podrían mostrarte la foto de cualquier viejo y decirte que él reencarnó en vos. Y mi respuesta es: a vos te parece arbitrario porque tu concepción del "yo" es occidental.

¿Por qué te parece menos arbitrario ser el mismo que un bebé? ¿Acaso porque el bebé y vos guardan un remoto parecido físico?

¿Por qué te parece que en el proceso de crecer ese "yo" se conserva, pero que en cambio no se conserva entre un cadáver y un recién nacido?

Para refutarla por un lado, algunas de las personas que creen en la reencarnación no admiten cualquier reencarnando, sino que buscan a la persona que "realmente" reencarnó.

Para refutarla por el otro, con un poco de introspección se ve que no hay manera de convencerte de que fuiste ese bebé.

4. Entre el bebé y yo hay continuidad espaciotemporal

Es decir, desde que nací hasta ahora hay una línea ininterrumpida (una parametrización continua de tu cuerpo a lo largo del tiempo) en la cual el bebé se fue transformando en mí.

Esta objeción es, creo yo, la más relevante. Es decir, la que encierra la verdadera pregunta: ¿hay un sujeto único, un "yo" separado, presente en tu cuerpo?

Dudo que haya un sujeto único, un "yo" separado presente en mi cuerpo. Si dividieran mi cerebro en dos, ¿cuál de los dos sería el sujeto único y separado? Si hicieran una copia átomo a átomo de todo mi cuerpo (lo cual incluiría todas mis memorias), ¿cuál de los dos sería el Pablo original?

Pero, olvidando mis dudas y suponiendo que realmente hubiera un sujeto único y separado presente en el cuerpo, ¿dónde está eso? ¿Cómo se preserva a cada momento en tu cuerpo?

¿Pensás que en algún momento se va a poder encontrar una ubicación exacta (por ejemplo, en tu cerebro) en la que se localiza tu identidad personal? Y si es así, si dividen tu cerebro en dos, ¿la mitad a la que no le toca esa región se convierte automáticamente en zombie? (Parece poco plausible). ¿Qué pasa si te sacan justo ese pedacito de cerebro? Y si la identidad está dada por el estado físico de tu cerebro, ¿qué pasaría con una copia átomo a átomo de vos?

Por otro lado, considerás que tu "yo" está dado por tu cuerpo, pero sin embargo todas las células de tu cuerpo se renuevan continuamente. No hay ninguna molécula en común entre vos y aquel bebé. Además, ¿dónde empieza, dónde termina tu cuerpo? ¿El aire que hay contenido en tu boca es parte de tu cuerpo? ¿Y cuando el oxígeno que había en el aire pasa a estar en tus glóbulos rojos pasa a ser parte de tu cuerpo? ¿El bolo alimenticio es parte de tu cuerpo? ¿Dónde terminan tus manos y empieza el exterior?

Microsatoris de lado, está claro que, más allá de la constante renovación, hay estructuras macroscópicas que se conservan. Pero no me parece que sea tan evidente esa idea de continuidad espaciotemporal.

Ni hablar del hecho de que hay continuidad espaciotemporal entre vos y la madre que te parió, porque en algún momento fuiste parte de su cuerpo. (Y la clausura transitiva de ese argumento nos permitiría concluir que todos los seres vivos del planeta somos uno solo).

5. Pero tiene que haber alguna memoria, algo en común

Dejando de lado los argumentos puramente materialistas, la única objeción que veo es esta: la de decir que en realidad uno no es el mismo que otro cuando conserva algo común entre sus estados mentales. El rasgo central sería la memoria.

La memoria se puede considerar en un sentido amplio, el más directo es el de los recuerdos, pero también hay una noción de memoria en un sentido indirecto, el de causalidad. (Por ejemplo, un bollo en un auto es memoria de un choque).

Primero, me parece que reducir la identidad a la memoria sigue sin resolver el caso de la duplicación átomo a átomo. Tu "clon perfecto" tendría tus mismas memorias hasta el punto en el que nació. Y cada una de las dos copias creería que es un individuo separado del otro.

Por otro lado, no conservo ningún recuerdo consciente del momento en el que nací, pero, bajo mi concepción occidental del yo, yo vendría a ser el mismo que ese ser naciente.

Tampoco está claro cuáles recuerdos son "míos" y cuáles no. Por ejemplo, si estamos en una habitación y escuchamos la sirena de una ambulancia, después ambos vamos a tener el recuerdo de la sirena. (En este punto creo que hay una falacia; de cualquier manera no quiero engañar ni engañarme, sólo estoy haciendo un dump mental).

¿Qué ocurre si te ponés en pedo y al otro día no recordás nada de lo que hiciste? ¿Significa que temporariamente dejaste de ser quien eras? ¿La persona que está en pedo sos vos, o es otra? ¿Y qué pasa con la identidad personal de alguien con amnesia, Alzheimer, o algún otro tipo de anomalía memorial?

¿Y qué pasa cuando nos dormimos y nos levantamos? ¿Somos alguien mientras dormimos? ¿Pasamos a ser otra persona?

Reducir la identidad a la memoria tampoco resuelve todos los problemas. Por ejemplo, tus recuerdos y los que tenías hace diez años son muy distintos. Hoy recordás muchas de las cosas que pasaron en este período de tiempo. Pero, además, hace diez años recordabas qué habías comido la noche anterior, y qué tenías que hacer al día siguiente. (Sin contar que, de lo que había en tu cabeza hace diez años, "hay entre todas tus memorias una que se ha perdido irreparablemente").

En otro sentido, si la identidad se reduce a las memorias, en su sentido general, cada uno de nosotros es la continuación de su cultura, de su familia. Vos sos vos porque te acordás de haber ido a primer grado, porque guardás memorias directas (de haber ido) e indirectas (como saber sumar y restar). También sos vos porque te mostraron una foto de un bebé y aprendiste que vos sos ese bebé. Sos vos porque te contaron que naciste un lunes. Pero entonces también es cierto que vos sos tus abuelos que vinieron de España, porque guardás memorias, algunas más directas (si conocés la historia de su vida) y otras menos (el "legado cultural" hasta en sus expresiones más mundanas).

6. Pero ser ese bebé me afecta directamente

Esta objeción diría: tiene sentido creer que el bebé y yo somos el mismo porque el bebé y yo nos llamamos igual, porque el bebé era dueño de cosas que ahora son mías. En cambio creer que soy un tipo que murió y reencarnó no me afecta en nada.

La respuesta es que no te afecta en nada porque vivís en una sociedad cuya concepción del "yo" es occidental. Si vivieras en una sociedad cuya concepción del "yo" fuera oriental, vos tendrías el mismo nombre que el muerto, heredarías sus pertenencias. Te mostrarían fotos y retratos de personas muertas y te indicarían las cosas que hiciste en tus vidas pasadas.

También te enseñarían que cuando mueras vas a reencarnar en otro cuerpo. Y si todos creyeran eso, es decir: tanto el muerto, como el recién nacido, como el resto de la sociedad, no habría ninguna diferencia práctica, observable.

La pregunta es dónde está el sujeto. Y dado que el sujeto no se puede agarrar, porque uno sólo puede mirar el instante presente, y dado que uno se identifica con los momentos pasados en los que puede recordarse, y con los momentos futuros en los que puede preverse, no creo que haya manera de distinguir a una persona que se muere para siempre (paradigma occidental) de una persona que se muere para reencarnar (paradigma oriental).

Que no haya diferencia práctica refuerza la idea de que probablemente no hay tal cosa como un sujeto, que la idea de "individuo" o "yo" debe ser solamente un concepto, que tiene bastante sentido en la vida cotidiana pero que no tiene un significado profundo, objetivo, sobre el universo.

Conclusiones

No traté de decir que creo en la reencarnación, ni que la manera oriental de concebir el "yo" es más sensata que la manera occidental de concebirlo.

Lo que quise decir es que nosotros ("los occidentales") nos reímos de los que creen que una persona, después de morir, puede reencarnar en otro cuerpo, pero en cambio no nos reímos de nuestra propia creencia de que somos la misma persona que un recién nacido.

La comunidad científica cuestiona a los que creen en la reencarnación (y con mucha razón), pero en cambio creo que no se cuestiona demasiado la creencia de que un bebé y vos son el mismo. Mi forma de verlo es que las dos concepciones del "yo" son bastante infundadas, bastante culturales.

La otra conclusión es que ya somos inmortales, siempre y cuando creamos que así es. Transmitir todo esto es bastante difícil, tienen que reponer mucho para entenderlo.

Bon appétit!

Raymundo Vera

Este post fue encontrado entre mis archivos y está inconcluso.

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Turing.
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Turing + papas y gaseosa chicas.
Turing de la casa.
Turing completo.

-Dad, what is mind? Is it just a system of impulses? Or is it something tangible?
-Relax. What is mind? No matter. What is matter? Never mind.

La verdad es solamente este momento. Ponerse a leer o a escribir para tratar de dilucidarla es, recurriendo a la analogía vulgar, como ponerse a hablar de sexo en lugar de coger.

La verdad son las cigarras que escucho cantar, la presión de las teclas en los dedos, el reflejo del sol en la mejilla. La realidad es el calor del pis.

Desde el momento en que uno trata de poner la verdad en palabras para entenderla, está jodido.

¿Pero entonces para qué hablamos?

Por dos razones, que quizá sean una sola. La primera es que con las palabras uno puede apuntar hacia la verdad. Discutir cómo es Última Thule sin haberla visto nunca, o escuchar su descripción de la boca de un viajero, aporta muy poco. Pero las palabras se pueden usar también como instrucciones, como señales para indicarle a otro de qué manera llegar, para que lo vea con sus propios ojos.

Es cierto que, siempre que cursé una materia, me salteé algunos ejercicios. Pero también es cierto que siempre sentí que hay algo mal en la actitud de quienes sistemáticamente saltean los ejercicios que creen que les salen. El entrenamiento consiste en seguir los carteles; decir "si quiero, puedo seguirlo" es orgulloso y muchas veces falso cuando realmente se lo intenta. Como dice la Monad tutorial fallacy, leer una idea entendida por otro, ya masticada, por muy clara que sea, no ayuda a formarse abstracciones: la única manera en la que se forman las abstracciones es a partir de la larga y quizá rutinaria experiencia propia.

La segunda razón por la que hablamos y leemos y escribimos es que las palabras también forman parte de la realidad, en el sentido de que el hecho de discutir, la experiencia de ese momento, también es una verdad.

1. ¿Importa la Verdad o importan los hechos?

Cuando un dedo señala la luna, el idiota mira el dedo

A medida que escribo este post se me van yendo las ganas de terminarlo, porque voy dándome cuenta de que estoy perdiendo mi tiempo y el de ustedes. Es contradictorio, ridículo, que me ponga a escribir sobre lo inútiles que son las palabras. La conclusión tiene que ver con lo dicho más arriba: por un lado, que no me importa si lo que digo es correcto o incorrecto (si es que), que no quiero que nadie tome seriamente estas afirmaciones, que no pretendo formular una teoría consistente, sino solamente apuntar hacia un lugar. No voy a preocuparme por la coherencia. Ningún sistema puede demostrar su propia consistencia, y no se puede definir qué es definir. Si de este texto sale algo, bien, y si no también. La segunda parte de la conclusión es que este post debe ser tomado como un simple hecho de la realidad, y no como un análisis de la realidad. Simplemente es.

Este post debe ser tomado como un simple hecho de la realidad

En la cultura en la que me crié hay una fijación por tener las ideas bien, por saber cuál es la Verdad, por tener la razón. ¿Pero tener la razón importa?

Mi ejemplo canónico, que probablemente repita varias veces en el desarrollo de este texto, es el de creer en Dios. Si una persona cree en Dios y la otra no, pero ante las mismas situaciones actúan de la misma manera, ¿qué diferencia práctica habría entre que crea en una cosa o en la otra? Los conceptos son intangibles, van por adentro. ¿De qué sirve creer en algo correcto o en algo incorrecto si eso a su vez no sirve para actuar mejor o para estar mejor?

Hay una diferencia entre pensar algo y hacerlo. Creo que no hay que prohibirse que las ideas surjan. No hay que reprimir la idea de asesinar al vecino, abusar sexualmente de los propios parientes o comerse a un infante con papafritas. Hay una diferencia entre el tabú y la ética. La gracia es tener la capacidad de mirar la propia mente, de ver cuándo las ideas aparecen y de qué manera nos afectan, de evaluar las ideas y actuar en consecuencia, no de idiotizar el propio cerebro para lograr que ningún impulso contradiga las normas impuestas. Uno es más libre cuando se da cuenta de las infinitas opciones que tiene, y no cuando restringe sus opciones de antemano.

Mi postura es que lo que importa es actuar bien y estar bien, y que por lo tanto las cosas que uno tenga en la mente, esas que son intangibles y van por adentro, son, en principio, totalmente irrelevantes. Esto me dice, primero, que no tendría que cuestionar lo que las personas piensen sino lo que las personas hagan, que no debería preocuparme nunca por convencer a los demás de algo, ni por tener razón.

Pero en otro sentido, las cosas que pasan por la propia mente sí son importantes, porque toda experiencia y toda acción pasan por ahí. ¿En qué quedamos?

2. ¿Por qué digo que la verdad es este momento?

La Verdad es inaccesible

Todo el mundo conoce la teoría del daemon de René, que dice que quizás nuestros sentidos nos engañan y que lo que experimentamos no es real. El problema es que Descartes dice "eso podría ser, pero Dios existe y es perfecto y no nos engaña".

Creer en Dios es asumir una hipótesis que no necesariamente es verdadera. ¿Por qué tanta gente, no teniendo pruebas, cree en Dios? La pregunta es larga de responder, pero en parte la respuesta es que creer en Dios es una cuestión de herencia cultural. Si la cultura en la que uno se cría asume una hipótesis, resulta difícil escapar, incluso aunque usando el razonamiento uno sepa que no hay manera de probar que es verdadera.

La Verdad (en el sentido de conjunto de afirmaciones y leyes que expliquen el universo) es inaccesible, porque las personas solamente tenemos una visión limitada del mundo, sesgada por lo que está al alcance de nuestros sentidos y de los instrumentos de medición. Toda ley que alguien postule para explicarlo va a estar respaldada (a lo sumo, en el mejor de los casos) por la inducción que, se sabe, no es ninguna garantía. Si uno es consciente de esto, puede quedarse con la relativa solución de la ciencia, que no promete la Verdad sino modelos aún no falsificados, con la esperanza de alcanzar algún día el mínimo punto fijo de los modelos aún no falsificados, y que este sea un modelo no falsificable.

La ciencia me parece relativamente útil (sin caer en el positivismo), en cuanto a que permite construir puentes, computadoras, aviones. La ciencia, discutiblemente, dicen sus partidarios, se aproxima a la Verdad, porque las teorías que enuncia han permitido predecir y explicar los resultados de experimentos concretos. Supongo que alguno podría argumentar que la religión cristiana también es útil. Pero si ninguna doctrina puede ser la Verdad, ¿en qué sentido alguna puede ser mejor que la otra? No me estoy refiriendo al debate entre ciencia y religión, mi cuestionamiento es más general. Lo que digo es que, desde el punto de vista práctico, creo que sería más provechoso discutir qué manera de vivir es más útil, y acá digo útil en el sentido de que haga que estemos bien, dejando de lado la Verdad.

Mucha gente como yo, que vive en un paradigma cultural relativamente laico y más bien cientificista, cuestiona las hipótesis no demostradas de la religión, pero no cuestiona otras hipótesis que tampoco están demostradas y sin embargo casi todos asumimos. La ciencia en su forma pura no se contradice con esos cuestionamientos. Pero, creo yo, en la práctica la mayor parte de la gente da por sentadas muchas de esas cosas (ver abajo).

Tendríamos que ser conscientes de las hipótesis que estamos asumiendo

Soy solipsista. No entiendo por qué soy el único.

Mi opinión es que tendríamos que ser cuidadosos, y ser conscientes de las hipótesis que estamos asumiendo y de las que no tenemos prueba directa. Pero, dado que no podemos acceder a la Verdad, ¿para qué querríamos hacer esto, para qué ser tan cuidadosos? A mí me parece que es una cuestión de sanidad mental. Cuanto más consciente esté la mente de las asunciones y las costumbres, uno puede actuar mejor y estar mejor, porque la mente, sin estar atada a los prejuicios, es libre. Si se dejan de lado los condicionamientos, se puede acceder a una experiencia más directa de la realidad, menos contaminada por los modelos que venimos construyendo desde la infancia, que nos permita sufrir menos.

En materia de la Verdad, es decir, de un conjunto de afirmaciones y leyes que expliquen el universo, tiendo a estar del lado de Hume, del escepticismo puro, del solipsismo. La hipótesis de que existen los objetos que percibo no tiene fundamento. No hay manera de probar que existen otras consciencias, ni la relación de causa y efecto, ni el espacio, ni el tiempo.

La única realidad es este momento

La única realidad es la de la experiencia, porque, algún día me voy a cansar de decirlo, no hay garantía de que lo que uno ve es real, pero no cabe duda de que uno realmente ve.

El tiempo es una ilusión. Con esta afirmación no quiero decir que no exista, sino que inferir su existencia no es una conclusión necesaria, no es algo que se desprenda irrefutablemente de nuestra experiencia. Parafraseando de memoria, Borges dice que Rusell dice que bien podría ser que la humanidad exista desde hace sólo un minuto, provista del recuerdo de un pasado ilusorio. (Invito a practicar el siguiente ejercicio, muy sencillo: quitar la vista de esta pantalla, esperar unos segundos y preguntarse ¿adónde se fue mi experiencia de estar leyendo el texto de esa pantalla? ¿en qué medida ese momento existe ahora?).

Lo que estoy diciendo es que este momento, es decir, tu experiencia de encontrarte leyendo este texto en este momento, es lo único que podés saber que existe con certeza.

Para la ciencia, es condición necesaria de una teoría el hecho de que sea falsificable. Es decir, para que una afirmación sea aceptable debe ser concebible un experimento que, si diera ciertos resultados, negaría la validez de esa teoría. La teoría de que existe Dios no es falsificable porque es un moving target: toda definición de Dios es parcial, incompleta; todo contraejemplo da lugar a una nueva definición que no es refutada por el contraejemplo (¿conjunto productivo, anyone?). La teoría de que existe el tiempo parece ser igual de irrefutable.

3. La paradoja de Teseo

¿Cuál es el barco original?

La "paradoja" de la nave de Teseo es una historia que dice algo como lo siguiente: hay un barco al que cada día le van cambiando una de sus maderas, hasta que eventualmente todas fueron reemplazadas y el barco está constituido por maderas completamente diferentes de las iniciales. Una vez terminado este proceso, se construye un barco cuyas maderas son las que le fueron sacando al otro, es decir las mismas que componían el barco inicial. La pregunta, la "paradoja", es entonces: ¿cuál es el barco original?

Por un lado, uno podría pensar que el barco reconstruido es el original, porque las maderas son las mismas. Por otro lado, uno podría argüir que el barco formado por maderas nuevas es el original, porque es el que conservó la continuidad espaciotemporal, el que día a día siguió navegando.

Este tipo de preguntas me generaban, cuando era más chico, un mild amusement. Son las preguntas que algunos pretenden interpretar con lógica difusa, como, por ejemplo:

  • Si se agrega de a un grano de arena por vez, ¿en qué momento se empieza a tener una montaña de arena?
  • Si se le prende fuego a un tronco, ¿en qué momento pasa a ser un tronco quemado?
  • Si se encuentra una uña en el piso, ¿uno puede decir que encontró el cuerpo de una persona? ¿Y si se encuentra un dedo? ¿Y una mano? ¿Y un brazo? ¿Y un torso? ¿Y un cuerpo sin cabeza? ¿Y un cuerpo sin pierna? ¿Y un cuerpo sin uña?

Me recuerda a un viejo chiste: -¿Cuánto cuesta una gota de nafta? -Nada. -Entonces lléneme el tanque gota a gota.

La pregunta no versa sobre el mundo real(!)

Volviendo a la paradoja de Teseo, ¿cuál es la respuesta? ¿Cuál es el barco original? Mi manera de verlo (básicamente inspirado en Mind, J. Searle) es que no hay respuesta definida, y esto es en un sentido bastante preciso. La pregunta acerca de cuál es el barco original no es una pregunta factual, objetiva, sobre el mundo real. (Mejor dicho no necesariamente lo es). Nada indica que en el mundo real haya una "originalidad" que esté presente en uno de los barcos pero no en el otro. Los hechos objetivos que sabemos con certeza sobre el mundo real son los que ya fueron expuestos: que había un barco, que se le fue cambiando de a una madera por vez y que finalmente se construyó otro barco con las maderas viejas.

¿Preguntas "profundas"?

¿Por qué estoy dando este ejemplo? Porque me parece que ilustra varias cosas muy importantes. La primera es que hay muchas, muchísimas, preguntas que parecen profundas e importantes, pero en realidad se basan en asumir que hay algo más allá de los hechos objetivos que experimentamos. Cuando la discusión pasa a tratarse de lo que no experimentamos, la discusión empieza a ser estéril, a basarse en suposiciones infundadas y en actos de fe. (Maravillosamente, toda la matemática es así). Por ejemplo, una posible pregunta ontológica es si una mesa realmente existe o si sólo existen los átomos que la forman [ver también esto]. Creo que ninguna persona sensata y en sus cabales discute que la mesa existe en su acepción cotidiana, pero sí se discute si la mesa "existe" como algo más que la suma de sus partes. Mi forma de verlo es que, en este caso, el hecho objetivo del que tenemos evidencia es que hay un conjunto de átomos, dispuestos de una cierta manera, al que llamamos mesa. La pregunta de si la mesa existe no tiene por qué ser una pregunta factual, objetiva, sobre el mundo real. Si uno se pone a discutir eso, está presuponiendo que, en el universo, además de cosas, hay una "verdadera existencia" de las cosas. ¿Pero de qué manera podemos experimentar esa "verdadera existencia"? ¿Tiene sentido asumir algo que nunca experimentamos?

El punto recursivo es que ahora surge la pregunta acerca de si existe la "verdadera existencia" de las cosas. La respuesta a esta pregunta depende de su propia respuesta, sin que en ningún caso se forme una paradoja. Responder por sí o por no es un acto de fe.

En general tiendo a pensar que es más sensato no andar por la vida asumiendo existencias, quizá por aquello de la navaja de Ockham; pero también me doy cuenta de que casi toda mi vida está organizada alrededor de actos de fe, en la creencia de que muchas de estas cosas sí existen: el futuro, mi casa, las demás personas, los sentimientos, los pensamientos, la sociedad, las cosas.

La paradoja de Teseo y la hipótesis de Sapir-Whorf

Por otro lado, el ejemplo de la paradoja de Teseo también muestra la medida en la que nos tomamos en serio nuestro modelo mental del mundo. Recuerdo que, en Ciudad de cristal, P. Auster pregunta si un paraguas sin tela sigue siendo un paraguas (notar que la pregunta es muy parecida a la de la montaña de arena). A veces se dice, afirmación gastada si las hay, que "no todo es blanco o negro, también hay grises". Lo que estoy diciendo no es exactamente eso, pero se parece un poco.

Imaginemos por un momento una hipotética cultura que no tuviera tan asimilado el concepto de gris, que no usara la palabra "gris". En la vida cotidiana aparecen muchísimas cosas negras, y muchísimas cosas blancas, y uno aprendería desde muy chico a llamar "negras" a las cosas negras y "blancas" a las cosas blancas. El problema es que la categorización del mundo por las propias estructuras mentales, por una cultura, por un lenguaje, puede hacer que uno crea que todas las cosas deben ser o bien negras o bien blancas. Si un día aparece un objeto gris, algún miembro de esta hipotética cultura podría preguntarse "¿pero es realmente negro o realmente blanco?" sin darse cuenta de que la realidad es como es y preexiste a esos términos.

(Me divierte sugerir, jocosamente y sin rigor, que el problema es insalvable, porque el lenguaje es discreto y las oraciones son infinitas numerables, mientras la realidad es un continuo innumerable).

Una pregunta parecida, que alguna otra vez mencioné, también me perturbaba cuando era más chico. La pregunta es si la luz se comporta en forma de ondas o en forma de partículas. La respuesta es: la luz es luz, la luz es tal como es, déjense de joder. "Ondas" y "partículas" son meramente palabras, que quizás pueden ayudar muchísimo a entender cómo se porta la luz, pero no tiene sentido preguntarse si la luz "realmente" se porta de una manera o de otra; eso es no darse cuenta de que la realidad preexiste a los términos. (Cf. "este objeto es blanco Y también es negro", "este objeto a veces se porta como un objeto blanco y a veces se porta como un objeto negro").

Formalizando las cosas no hay más pregunta

Una última nota pertinente sobre la paradoja de Teseo es que si uno define rigurosamente, con total precisión, qué quiere decir cuando pregunta si un barco y otro son el mismo, entonces la duda se desvanece. Si uno dice, por ejemplo, "dos barcos son el mismo sii tienen el mismo capitán", entonces ya no hay dudas acerca de cuál es el barco original. Si uno dice, en cambio, "dos barcos son el mismo sii están hechos con exactamente las mismas maderas", la respuesta quizá puede cambiar, pero tampoco quedan dudas.

4. ¿Por qué creo en la reencarnación?

¿Quiénes somos?

El título es un poco amarillista, porque en realidad no creo en la reencarnación. Lo que motiva esto es ¿quién sos?, o mejor dicho, ¿quién soy?, o mejor dicho, ¿quién?

Me refiero a preguntas como las que siguen. ¿Qué me hace pensar que "yo" soy el mismo que el bebé que me dicen que alguna vez fui? ¿Qué hace que yo sea ese bebé y no otro? ¿Era alguien antes de nacer? ¿Voy a ser alguien después de morir? ¿Qué me hace pensar que yo soy distinto de vos? ¿Por qué pienso que somos dos personas diferentes y no, en cambio, que todos somos una misma persona desperdigada entre varios cuerpos?

Como decía más arriba, nadie dudaría, aunque fuera un esencialista mereológico o quién sabe qué cuernos, que una cierta mesa concreta existe. De la misma manera, en la vida cotidiana uno responde todas esas preguntas con sentido común. No estoy poniendo en duda que las nociones de "yo" y "vos" apliquen en ese sentido. Lo que quiero decir es que muchas de esas cosas son términos como "blanco" o "negro", que no están del todo bien definidos, y que no aplican en algunos casos de borde. En algunos casos la realidad es gris.

Quizá, dicho de otra manera, la pregunta sea si el "yo" es algo de lo que tenemos experiencia directa, algo que podamos decir que tiene existencia independiente, objetiva, en el universo. Mi forma de verlo es que no. Que es solamente un concepto. Y que entonces preguntarse si "realmente" existe o no existe es una pregunta que no es necesariamente factual, por lo que en definitiva requiere un acto de fe, tanto para ser respondida por la positiva como por la negativa.

Posibles definiciones del yo

Se me ocurren dos maneras, bastante amplias, en las que alguien podría tratar de caracterizar qué es el yo. La pregunta se parece bastante a la paradoja de Teseo. Una manera es por la continuidad espaciotemporal del propio cuerpo, que creo que podría pensarse básicamente como la existencia de una parametrización continua de un cuerpo en cuatro dimensiones. Además de ser continua habría que pedir que cumpla con algunas propiedades básicas como contener siempre exactamente un cerebro. En otras palabras, esta versión de la identidad diría: yo soy yo porque desde que era bebé hasta ahora mi cuerpo estuvo siempre en una posición del espacio vecina a la anterior, y se fue moviendo a lo largo del tiempo para llegar hasta donde estoy.

Otra manera que se me ocurre de caracterizar la identidad sería dar alguna relación R entre dos estados mentales s1 y s2, de manera tal que dos personas serían la misma si y sólo si y sólo si R(s1, s2). La relación R debería capturar memorias y otras cosas que no me quedan del todo claras. La idea de esta versión de la identidad es decir, por ejemplo: yo soy yo porque conservo mis memorias del pasado, mi manera de ser.

Creo que las concepciones cotidianas sobre el "yo" cumplen con alguna variante de las dos definiciones. El problema es que, al menos a mi parecer, hay algunos gedankenexperiments que contradirían a la primera manera, y otros que contradirían a la segunda. Paso a mencionarlos.

Limitaciones de las definiciones

¿Qué pasaría si, con suficiente tecnología, replicaran átomo a átomo el estado de mi cerebro?

El dualismo, es decir la idea de que el cuerpo y la mente (o el "alma") son cosas independientes es un modelo que, como la idea de Dios, es perfectamente autoconsistente, pero que genera muchas preguntas. Por ejemplo, ¿de qué manera interactuarían el cuerpo y la mente en ese caso?

Esto no quiere decir que descarte la plausibilidad de un modelo dualista. El universo material es aquel al que tenemos acceso a través de nuestros sentidos e instrumentos de medición. No parece descabellado pensar que hay pedazos del universo que son indispensables para que seamos conscientes, pero a los que nuestros sentidos no tienen acceso.

Por ejemplo, si algún día pudiera simularse un universo, y entes conscientes dentro de ese universo, probablemente no sería muy difícil restringir las experiencias sensoriales de esos entes, para que, por ejemplo, ellos "vieran" sus cuerpos como paralelepípedos sin cerebro. Si algún día esos entes se preguntaran cómo es que piensan, ciertamente ninguna hipótesis materialista les ayudaría a explicarlo. Tranquilamente podríamos estar viviendo en un universo simulado, de tal manera que nuestras mentes sean procesos ubicados en un nivel diferente, inaccesible para nuestros sentidos e instrumentos de medición.

Otra posibilidad es sostener algún tipo de materialismo, es decir que la mente y el cuerpo son algo que existe interdependientemente, en el mundo físico de moléculas de carbono e impulsos eléctricos. La ciencia contemporánea se inclina más por esta teoría.

Es claro que en el universo hay consciencias. La demostración sos vos, que ahora estás consciente y leyendo el texto. Es una demostración muy particular, porque yo no puedo tener la certeza de que vos estás consciente, ni viceversa.

¿Pero qué es una consciencia? ¿Cuántas consciencias hay en mí? ¿Qué es lo que hace que varias de mis experiencias sean una sola, la experiencia de ser "yo"? O, volviendo a otra de las preguntas, ¿qué me hace pensar que yo soy distinto de vos? (No tengo la más pálida idea). En un artículo de Chalmers se pregunta: ¿qué significa que la consciencia esté unida?

Si uno admite la hipótesis materialista, es decir que el cuerpo y la mente no son cosas separadas, sino interrelacionadas, lo que ocurre es que hay subsistemas del universo físico que, al encontrarse en un cierto estado, "sienten" que están en ese estado. Por ejemplo, el subsistema del universo que corresponde a tu visión, formado físicamente por retinas, nervios y sinapsis, "siente" que está viendo cosas, tiene la experiencia de la imagen que estás mirando. El subsistema del universo que corresponde a tu audición "siente" que está escuchando. El subsistema del universo que corresponde a tu mente tiene la experiencia cualitativa de estar pensando.

A primera vista, podría parecer que la versión propuesta es una variante del argumento del homúnculo, que en lugar de explicar cómo funciona la percepción, patea el problema para adelante. En realidad, lo de arriba no pretende ser una explicación sobre cómo funciona la percepción. Lo que trata de decir es que hay "algo" irreducible, alguna ley fundamental de la física que hace que ciertos subsistemas del universo, ciertos procesos materiales, tengan experiencias cualitativas, es decir que "sientan". De acuerdo con mi escaso entendimiento, las leyes de la física hasta el momento conocidas (o, mejor dicho, postuladas) no responden estas preguntas: ¿cuáles son los procesos materiales o subsistemas del universo que tienen experiencias cualitativas? ¿qué tipo de experiencia cualitativa tiene un cierto proceso material o subsistema del universo?

¿Qué es entonces aquello a lo que llamamos "sujeto" o "yo"? Mi manera de verlo es que, simplemente, llamamos "sujeto" a un subsistema del universo unificado maximal. Dos subsistemas están unificados si su unión tiene una experiencia cualitativa. Por ejemplo, si S1 es el subsistema de tu visión, que tiene una cierta experiencia (la de estar viendo), y S2 es el subsistema de tu audición, que tiene una cierta otra experiencia (la de estar oyendo), es cierto que S1 y S2 están unificados, es decir que la unión de dichos sistemas, S1 U S2 tiene una cierta experiencia (que, en particular, es la de estar viendo y oyendo). Por lo tanto, S1 y S2 no son maximales, y no califican como un sujeto. Por otra parte, si tomamos el subsistema del universo vulgarmente llamado "yo" y consideramos la unión con el subsistema del universo vulgarmente llamado "vos", es cierto que cada subsistema, por separado, tiene una cierta experiencia, pero no es cierto que los sistemas estén unificados, es decir la unión de los subsistemas no tiene una experiencia cualitativa.

Split-brain

"Split-brain" o "cerebro separado" es una condición en la que una persona, por algún daño en el cuerpo calloso, pierde en medida significativa la conexión entre los dos hemisferios del cerebro.

¿Qué pasaría si tus dos hemisferios quedaran separados?

Una primera pregunta es: ¿cada mitad del cerebro sería consciente? Yo no lo sé con certeza, pero todo parece indicar que sí. Por lo que considero que es una definición de "sujeto", lo que pasaría en este caso es que .

Posibles respuestas a las preguntas

Pasemos a la primera pregunta. ¿Qué me hace pensar que "yo" soy el mismo que el bebé que me dicen que alguna vez fui?

¿Qué hace que yo sea ese bebé y no otro? ¿Era alguien antes de nacer? ¿Voy a ser alguien después de morir? ¿Por qué pienso que somos dos personas diferentes y no, en cambio, que todos somos una misma persona desperdigada entre varios cuerpos?

La impermanencia, nonoba, muchas conciencias dando vueltas por ahí Vengan a casa, sinestesia con A y E, double qualia, cambiar izquierda y derecha el anti-realismo el anti-dualismo.

Véase también

Ni con cola

Los comentarios que el blogger autoproclamado "Hijo De Puta" ha dejado últimamente en este blog me hacen sentir cosas, pensar cosas, preguntarme cosas.

La primera sensación es el sentimiento de haber recibido violencia a cambio de un acto no violento. Ese sentimiento es una especie de ligero calor que se forma en la panza, que en otras circunstancias uno incluso podría identificar con la quemada imagen de "mariposas en la panza" con la que se describe, a veces, a la limerencia. Esa primera sensación también es una especie de confusión, de mareo mental.

Me hace acordar a alguna vez que, caminando tranquilamente por la calle, pasó un tipo y me pegó un empujón, como autoafirmándose. Como diciendo "Yo estoy acá carajo. A mí dejame espacio para pasar porque si no te cago a piñas. Y no se te ocurra buscártelas conmigo porque sos un meñique falto de masa muscular y yo te aplasto como a un vasito de cumpleaños." Algo así. Esa primera impresión es de "pero... qué violencia... pero... ¿yo qué hice?".

La primera objeción que me hago a mí mismo es esta: ¿por qué me parece que mis actos son "no violentos"? Lo que yo hago es publicar palabras en un blog. Lo que él hace también es publicar palabras en un blog. Entonces, ¿qué diferencia hay? ¿Por qué siento que lo mío no es violento y lo suyo sí? ¿No podría ser que mis palabras lo hayan irritado en grado sumo? Me imagino que en parte sí: debo irritarlo con mi temática, con el tono de mis palabras, con la elección de las palabras, que reflejan mis obsesiones, mi formación, mis ignorancias. Debo irritarlo, sobre todo, con la pretensión de "racionalidad juguetona". Cuando escribo este blog hago de cuenta que soy importante, que soy inteligente, que soy filósofo, que soy poeta, y a esta persona debe resultarle irritante esta actitud, dado que en realidad no soy ninguna de todas estas cosas. Es posible que también le resulte irritante esta manera de responder falsamente modesta. Pero bueno: esto es lo que hay.

La mayor diferencia entre el empujón y los comentarios de "Hijo De Puta" es que el empujón es algo que me afecta físicamente. En cambio los comentarios son solamente palabras. ¿Cómo puede ser que unas palabras me afecten tanto? La procesión va por dentro.

Releo uno de sus comentarios, que dejó en el post anterior (el del espejo). Dice: "andá a hacerte el vivo a la concha de tu madre". Supongo que lo que quiere es que yo me dé cuenta (y, probablemente, que mis lectores se den cuenta) de que mi análisis no vale un comino (que no tiene valor de por sí), y que solamente sirve para autocomplacerme. Es decir, que escribí ese texto, y todos los de este blog, solamente para sentir que hago análisis inteligentes, para sentirme la crema de la crema, para que mis lectores piensen que soy maravilloso y me dejen comentarios divinizándome.

Si siguiera mi primer impulso, podría tomarme el comentario a modo personal, darme manija, dejarme llevar, engancharme. En ese caso podría, por ejemplo, tratar de refutar por qué me parece que esta persona está equivocada. Podría llamarlo "troll". También podría quedarme callado. O podría tratar de terminar la discusión, y contestarle: "sí, es verdad, eso es exactamente lo que quiero, quiero sentirme importante y que me chupen las medias". (Una manera bastante fácil de terminar una discusión es tragarse el ego y ponerse del lado de la persona que insulta "-Sos un boludo. -Tenés razón, gracias").

Pero realmente me parece que hacer todas esas cosas no sería sincero. Tratar de mostrarle a "Hijo De Puta" que está equivocado sería un error. En parte porque tiene un poco de razón (aunque sus formas sean un poco "violentas"). Haciendo eso nadie ganaría nada, solamente entraría en una pesadilla sin fin, él me seguiría dejando mensajes cada vez más violentos, y yo respondería cada vez más enojada y violentamente, dejándome controlar por los impulsos. Lo más importante es que eso me pondría en una situación confrontativa en la que yo trataría de defender mi punto de vista a toda costa, a tal punto que mi orgullo no me permitiría reconocer mis propios errores. (Esta última es una situación bastante frecuente e infeliz en las discusiones).

Decirle que tiene la completa razón, solamente para tratar de que se calle, también sería una actitud poco sincera.

Mi pregunta es: ¿qué es lo que busca "Hijo De Puta"? En parte, él también quiere molestar y autocomplacerse. Pero por otro lado sería muy soberbio de mi parte interpretar que solamente deja comentarios violentos para joder. No me gustaría ser como esas personas que creen que todos los críticos son personas frustradas o envidiosas. Entonces me parece que es necesario ponerme a pensar qué es lo que me quiere decir esta persona.

Dado que no voy a ponerme a "discutir" con esta persona, y tampoco voy a "darle toda la razón" (porque, como dije, me parece que las dos cosas serían improductivas y poco sinceras) solamente quería agregar un párrafo más con mi propia visión.

En primer lugar, sí: la mayor parte de las cosas que pongo en este blog las escribo sin otro fin que el de autocomplacerme. Si la analogía no les resulta demasiado gráfica, pueden pensarlo como una masturbación mental. Ahora, sin hipocresía ni falsa modestia puedo decir que este blog es, como tantos otros, inútil, y que incluso las cosas más profundas o inteligentes que se puedan llegar a leer acá no arañan ni la contratapa de todas las cosas interesantes que hay en los libros o los artículos especializados. Por otra parte, la verdad es que importante no voy a ser nunca. Estamos viviendo un período histórico que, comparado con la historia del universo, representa una diminuta flatulencia. Vivo en un país situado en el culo del cosmos. Con suerte llegue a los ochenta años, y no creo que llegue a esa edad habiendo hecho una contribución valiosa para la humanidad (y ni siquiera para mí mismo). Si en algún momento busco sentirme importante, ese sentimiento de importancia es algo que no busco en este blog. En este blog escribo para divertirme, para los amigos, para la gente que tenga ganas de leer, para mí mismo, para no perder mis escritos.

Brevemente me despido de ustedes.

Hecatonquiralidad

Cuando uno pone una hoja escrita frente a un espejo, la reflexión muestra las letras invertidas horizontalmente pero no verticalmente. ¿Por qué?

Porque uno tiende a girar la hoja sobre su eje vertical (como una calesita) para enfrentarla al espejo. Si uno la girase sobre su eje horizontal (como una rueda) quedarían invertidas verticalmente. En ambos casos el que da vuelta las letras respecto de sus ojos es uno. El espejo las refleja tal como están (aunque cambia la quiralidad). Si la hoja fuera transparente y uno la reflejara sin darla vuelta, el texto en el espejo se leería perfectamente.

Mi pregunta de siempre es por qué el espejo da vuelta las cosas horizontalmente pero no verticalmente, es decir: por qué transforma el ojo izquierdo en el ojo derecho, pero en cambio no transforma la cabeza en los pies. (Un poco mal formulado, pero espero que se entienda).

Lo que ocurre en realidad (álgebra linealmente) es que si uno escribe las coordenadas del espacio en la "base del espejo" (dos vectores para generar el plano del espejo y un vector perpendicular), al reflejar un vector cualquiera, las dos coordenadas en el plano del espejo quedan tal cual y la otra se invierte (se hace negativa).

Entonces, por ejemplo, si uno se mira al espejo de frente, lo que el espejo realmente invierte son las coordenadas perpendiculares al espejo (digamos norte/sur). Si tu espalda estaba al norte y tu nariz al sur, en el espejo la nariz queda al norte y la espalda al sur. Los otros dos pares de coordenadas (este/oeste y arriba/abajo) no cambian. La cabeza, que estaba más arriba que los pies, va a seguir estando arriba, y los pies abajo. Si la mano derecha estaba al oeste (respecto de la mano izquierda), en el espejo va a seguir estando al oeste.

En cambio, si uno apoya un espejo en el plano del piso, si la espalda estaba al norte y la nariz al sur, en el reflejo van a seguir estando así. La mano derecha va a seguir estando más al oeste que la mano izquierda. Lo que va a cambiar es que la cabeza, que antes estaba más arriba que los pies, va a pasar a estar más abajo.

Por compleción, faltaría decir que si el espejo se ubica en el plano "norte-sur-arriba-abajo", es decir, si uno se mira al espejo de costado, la cabeza va a seguir estando arriba (respecto de los pies) y la nariz va a seguir estando al sur (respecto de la espalda), pero en cambio la mano derecha va a estar más al este que la mano izquierda.

Dado que en todas las maneras posibles de orientar el espejo hay dos coordenadas que quedan igual y una que cambia, lo que en definitiva cambia es la "paridad" del sistema. (O sea que, en todos los casos, la mano derecha de tu reflejo va a ser tu mano izquierda).

Volviendo a la pregunta: "¿por qué el espejo transforma el ojo izquierdo en el ojo derecho, pero en cambio no transforma la cabeza en los pies?", la respuesta es que la pregunta está mal formulada, porque el espejo, en el caso más común que es mirarse de frente, no cambia la posición relativa de los ojos. En la imagen especular, la cabeza sigue estando más arriba que los pies, y el ojo derecho sigue estando más al oeste que el ojo izquierdo.

Lo que sí cambia, siempre, es la "paridad" o "quiralidad". La confusión surge de que uno expresa esto diciendo que el espejo cambia izquierda y derecha. Esto debe ser porque, de las palabras que tenemos para designar direcciones (arriba, oeste, sur, derecha), la pareja izquierda/derecha es la única relativa a la orientación. Pensándolo, "atrás" y "adelante" también son relativas. Supongo que si viviéramos en el espacio, flotando ingrávidos, sería natural que tuviéramos dos palabras "urriba" y "ubajo" que significaran "hacia el lado de mi cabeza" vs. "hacia el lado de mis pies", dependiendo de la orientación.

La conclusión, creo, es que, cuando uno dice que el espejo cambia "izquierda por derecha", puede prestarse a confusiones, porque realmente no quiere decir que el espejo cambie "este por oeste", sino que cambia la paridad o quiralidad.

Juístete de mi vida

Diez fragmentos que no termino de entender si son distintos o uno solo.

-I-
Subiendo los peldaños
delineados apenas en la piedra,
esa mañana ya se había ido.
El amor, ilusorio,
ese ever-changing cirrostratus,
fue disipándose.

-II-
Las diez y salgo. El hombre de la puerta.
Me está esperando el hombre de la puerta.
Cambia de nombre pero es siempre el mismo.
Cambia el sombrero pero nunca duerme.
No es que me obstruya el paso.
Desde siempre me espera en cada puerta.
Salgo y lo trato de evitar.
Me mira fijo pero no saluda.
No me habla nunca. Pero me imagino
sus reprimendas, sus inquisiciones.
Pesa la bolsa. Inútil intentarlo.
Siempre qué tarde.
Siempre todo mal.
Siempre el veneno amargo que me trago.

-III-
Célula enferma.
Tumor maligno late en una teta.
La muerte lenta viaja por las venas.

-IV-
Persistió Helios, radiante, en la retina.
La faz precolombina, amenazante.
Lengua voraz, flameante
de labrado Tonatiuh.
Disco abierto de luz encandilante,
monóculo del cielo,
cíclope inamovible en fondo móvil,
me azotaba la nuca
y en abanico desplegaba ciento,
destelleante, hecatónquiro,
manecillas de Ra,
que calmo surca en barca otro crepúsculo.

-V-
Si vos me dieras
funciones computables cualesquiera
que mis códigofuentes arruinasen,
yo te daría
(y de tal existencia hay garantía)
este programa
que una vez arruinado hace lo mismo.
Que lo querés cagar pero te caga.

-VI-
Pensá si cada gota que cayera
tuviera copias de la nube entera.
Si cada estrella que brilló en el cielo
guardara en su interior toda la noche.
Si cada añico que barrió la escoba
hubiera conservado parcialmente
la esencia ya incompleta de la copa.

-VII-
El cielo no es azul, el cielo es cielo.
Y "azul" es sólo una categoría,
apenas delineada.
Una ilusión forjada por el hombre
(y, claro, la mujer,
pedazo de sexista,
¿acaso no graspeás la diferencia
entre género y sexo, maricón?).

Te carcajeás de mi tautología
(digo que el nombre es una convención)
y el Crátilo agotó esa discusión.

Jugando al formalismo de vez en cuando pierdo.
Me enredo en vanidades de rimas y de métricas,
o me encierro en lenguajes esclavos del contexto.
Será que ya estoy viejo, que ya no soy el mismo.

De asumir este mundo se deduce el absurdo.

-VIII-
Siendo mi novia se casó con él.
Se me erizó la piel.
Cruzaba un túnel y otro
navegando esa ruta
en la que comprendí que era una puta.

-IX-
Corte embutida en una musculosa
     que ni me cupo a mí
     que le quedaba larga
formuló lapidaria la Zarigüeya ayer
     con timbre de acordeón:
¿Vos sos feliz? y el alma se me vino a los pieses,
     campo gravitatorio,
     No soy feliz ¿y vos?
La otrora seca vista se iba haciendo llorosa,
se escapaban las gotas como gotas de pis.

Ya sé, no me digás, tenés razón.
Antes de que retruques El alma no sé qué es,
permítaseme un mimo violento propinarte.
¿Sin saber qué es el alma sabés lo que es el tiempo?

Qué manga de abstracciones ridículas tragamos;
aunque otras, que negamos, no son menos ridículas.
Como si algo más fuera que una entelequia ser,
o alguien posta supiese qué demoño es el arte.

-X-
Las lenguas, claro, cambian de continuo,
tan ásperos me lijan tus besos la garganta.
Un aparador largo, los muebles del vestíbulo,
se espejan en la tele como siempre apagada.

Ya no se te verá
tirar de la cadena nacional.
Si me dejáreis de garpe,
Dios y la Patria os lo demanden.
Escucho todavía ese disparo
(es una forma de decir).
¿No sentís vos también acá el acúfeno?
¿Ves el hocico convertido en cosa?
¿Cómo es que un pisotón
arruina el delicado mecanismo
de una araña,
transformándola en cosa?

"Te bastaba", emitió profusa,
"con toquetear apenas esos bits
para que del ventrículo
emergieran despacio, fluyendo
los huevos de culebra".

Se equivocaba el nene
conjugando los tiempos.
Aparecen las sombras,
que lo acechan,
y el pendejo gritó.

Boleto subsidiado por el estado nacional.

La calle principal

Pocos saben que mi tía, que en paz descanse, hizo un trabajo para el Dr. Bélmer y después huyó a Mendoza. En esos años -la memoria es tramposa- las calles no eran todavía de asfalto, sino apenas unas franjas de tierra mal apisonada, cubierta de cardos y de cascotes; Bélmer era el único médico de la zona, cuanto le merecía el respeto del pueblo y lo convertía, de facto, en un personaje destacado, ilustérrimo.

Recuerdo, y vos no olvidarías, el atardecer gélido de un miércoles en que, el semblante torvo, la mirada severa como busto de prócer, la tía nos relató pausadamente el siguiente episodio y nos hizo jurar por Dios y la virgen que nos quedaríamos muzzarella. Le sobraban razones, certificaba mamá, para querer que esa verdad no viera nunca el día. Había que tener precaución, que no era cosa, hombre, de andar divulgando asuntos tan delicados, sobre todo en estos pagos poblados de gente simple, que no es de mal corazón pero que, por miedo, no sabe perdonar, y si te tiene junado fuiste.

El oficio laborioso de redactar crónicas tiene como desventaja, quizá principal, la ausencia del caro interlocutor, presto siempre a ahondar en aquellos detalles que, pudiendo parecer insignificantes, terminan constituyendo el núcleo de toda historia que de tal se precie. A indagar, verbigracia, "pero tu tía, che, ¿la hermana de tu papá o de tu mamá?". Lo limitado de mi imaginación me faculta a llover, nomás, los tormentosos párrafos que -cubierto ya el papel otrora despejado- se avecinan, hermano.

Mi familia, cuya estirpe comerciante se remonta a mi bisabuelo mercachifle, vino a parar al pueblo, vaya uno a saber cómo, en el año cincuenta y dos. Las escasísimas fotos que el altillo, cripta del ayer, conservó de aquella época, amarilleadas por la humedad y el tiempo, atestiguan un gallinero, algunos chicos de la cuadra jugando a la carrera de embolsados, un volkswagen que en ese entonces no era aún la chatarra oxidada que -dudarlo es fútil- terminó siendo.

El Dr. Bélmer, por su parte, era oriundo de Chivilcoy; tras graduarse cum laude de la carrera de medicina, había instalado su consultorio en un lotecito frente a la parroquia, cuando el pueblo era poco menos que un baldío de proporciones. No estorba reiterar que Bélmer era toda una autoridad para los vecinos, una de esas personalidades indispensables que, lejos de enclaustrarse con dos vueltas de llave en una torre de marfil inaccesible, se destacan por su calidez. Me lo figuro todavía, mate en mano, alcanzándole la pelota emparchada a los pibes o diagnosticando, infalible, un sarampión.

Lo cierto es que el prestigio, por poco impoluto, del que gozaba entre la gente el doctor calificado y aparentemente bonachón que nos ocupa, se veía teñido, chocolate por la noticia, por ciertos detalles sombríos de su vida, de sus usos y de sus costumbres; pormenores en su mayor parte casi imperceptibles que, no obstante, le fueron confiriendo -y el contraste era violento- una facha enigmática, lo envolvieron en un halo misterioso que oficiaba de leña para el fuego cuándo no voraz de las malas lenguas. Acaso el punto central que despertara la suspicacia del colectivo fuera el hecho de que al buen hombre no se le conocía mina alguna. En efecto, innúmeras veces se había conjeturado que al Dr. Bélmer le competían epítetos tales como invertido, rarito, amanerado, sin contar otros tantos que resulta superfluo explicitar. En este pueblo de gente, si lo sabré yo, prejuiciosa y ávida de chismes no escasearon nunca cuenteros, ni terceros de buena fe impelidos por la sugestión, que aseguraran haberlo visto al tipo en alguna situación de índole presuntamente dudosa o comprometida. Sin embargo, en rigor de verdad, la única que logró develar, cachito a cacho, la incógnita que encubría el tordo, fue mi tía, que por circunstancias fortuitas, cayendo en la cuenta de que allí ciertamente había gato encerrado, fue a dar con la punta misma del ovillo.

Váyase a saber por qué el doctor no eligió a otra. La confianza nació, parece, una vuelta que Bélmer la trató por un temita de várices. Además, ella también, mujer enérgica de carácter expansivo, ligeramente podrido, era una de las figuras que hacían del pueblo el pueblo. Quizá, como siempre sostuvo mi vieja, hubiera algo de platónico tras esa hipocondría postiza -pues hasta su simulación era fingida- que arrastraba a la tía, con una frecuencia un tanto desorbitada, al consultorio sito frente a la parroquia.

En este punto del relato, el lector atento protestará, desconfiando de mi pluma y no exento de recelo, alegando que es una casualidad asaz descomunal que un suceso de tal trascendencia, como se verá, fuera a sobrevenirle precisamente a la tía de un servidor. Es mi deber observar que el caso es el opuesto, ya que, de no haber mi tía presenciado cuanto hubo, no habría elegido contar esta historia: ni me vería hilvanando estas líneas, ni se encontraría, lector, leyéndolas. Falaz es aducir una casualidad, porque hechos como este conducen forzosamente a una narración y, como dicen, siempre que ocurre algo, a alguien le tiene que ocurrir.

El martes 2 de octubre de 1979, a las diecinueve horas, en cumplimiento de pactos preexistentes, la tía se encaminó hacia la morada del Dr. Bélmer para realizar un trabajo cuya exacta naturaleza le era ignota. No es inverosímil suponer, como hemos aventurado más de una vez, inescrupulosamente, con la desvergüenza que sólo la familiar intimidad autoriza, que ella pensó, acaso esperanzada, que el médico tenía algún tipo de segunda intención al convocarla, a juzgar por el esmero con el que (mi tía) desenredó esa tarde su cabello, por la meticulosidad con la que examinaba en el espejo la meticulosidad con la que se examinaba.

Podemos imaginar que, tras ingresar ella, el doctor le ofreció un café; que mientras lo aguardaba miró, con y sin ganas, los objetos que, algunos involuntariamente, ornaban el vestíbulo: el aparador de guatambú, la vitrina de copas. Más difícil, en cambio, sería adivinar, Dios me libre, cuál era el trabajo que el médico le tenía ya listo:

-Necesito que amamante a mi bebé.

La tía, supongo, sacudió la cabeza pasmada. Bajo circunstancias diferentes, claro está, ella habría tenido, ante dicha petición, la posibilidad de descifrar una indirecta y, leyendo entre líneas, confirmar así sus tan ansiadas sospechas; habría podido concluir, y este era su deseo más oculto, que el Dr. Bélmer le arrastraba el ala, que le estaba tirando denodadamente los chihuahueños. La indirecta, ¿sobra decirlo?, no era tal: mi tía era, ya entonces, una señora grande, irrefutablemente postmenopáusica para cualquiera que entendiese, siquiera remotamente, la biología femenina -y el médico, quisiera creer, calificaba-. Por el contrario -y el tono de la voz, imposible de ser transmitido por escrito, debe haberlo dejado más claro todavía-, la solicitud del doctor había de interpretarse de modo literal, por tanto y cuanto se refería a un infante de existencia visible, a un pendejo recién nacho de en de veras.

¿Pero cómo, papá? ¿Cómo era tal cosa posible si al tipo no se lo había visto acompañado jamás de fémina? Preguntas como esta, y toda clase de reflexiones y matetes sucedáneos que no soy capaz de intuir, desfilaron por el cerebro de la tía y le royeron, impiadosos, la bocha. Ella entendió que, y así lo hizo, le convenía guardar silencio, mutando en una de esas playas del sur en las que, por más que uno pare la oreja, no se oye un alma.

En el transcurso de las semanas siguientes, que han de habérsele presentado interminables como una cinta de Möbius, y en las que, por prudencia, ya que mi tía fue siempre una mina cautelosa, mantuvo calladito el hocico haciéndose olímpicamente la sota, ella iba al consultorio y el doctor le administraba las dosis correspondientes de domperidona, destinadas a inducir la secreción de prolactina. La leche, en cuestión de días, empezó a manarle de las tetas pero -y la escena debía anudarle la garganta, atestar sus pesadillas- ni noticias del bebé; la agonía se prolongó hasta que finalmente, el 16 de octubre, el doctor informó que había nacido. Visto que, en esos tiempos, no había SMS ni servicios de mensajería instantánea, y considerando que instalar el teléfono era un trámite plagado de burocracias que tardaba sus buenos años, el honorable narrador resuelve recordarle, subestimado lector, que el médico hubo de apersonarse hasta la puerta, ubicada a seis cuadras de su casa, y, a falta de timbre, aplaudir.

Con extremo recato, acudió la tía por vez segunda a la casa del Dr. Bélmer. La hizo pasar a una pieza gobernada por una oscuridad casi absoluta y fue entonces que, entre las tinieblas, pudo ver, con espanto, a la madre y a la criatura. En el piso de parquet del recinto, siseando, reptaba despacio ella, una imponente culebra que debía medir, calculó la tía, unos cuatro o cinco metros de largo; contaba también con un espesor en lo absoluto despreciable. Con su cuerpo voluminoso cruzaba la habitación al tiempo que, la mandíbula descolocada en una suerte de arcada en reversa, engullía un pedazo crudo de bofe o quién sabe qué. A un costado yacía, dormido, el bebé, que no se parecía a nada que mi tía hubiera visto con anterioridad, y que no habría de volver a ver tampoco.

La vieja, los pelos de punta, supo, con el horror del convicto a punto de ser arcabuceado, que era demasiado tarde para volver sobre sus pasos. Quiso poner pies en polvorosa, pero sus muslos eran dos harapos. Las puertas ya estaban cerradas y un tapón invisible ocluía sus oídos alejándola del mundo. De tal manera le estrujaba la angustia el gaznate que entre las papilas resecas no le bailoteaba un solo gemido. Con lo que le quedaba de coraje y de fuerzas, se persignó multiplicadamente y le dio de comer al monstruo.

La noche siguiente, después de explicarnos lo acontecido, mi tía huyó a Mendoza. En cuanto al Dr. Bélmer, falleció el domingo 11 de marzo de 1990. Los vecinos convinieron en renombrar la calle principal del pueblo, que ahora lleva su nombre: Dr. Antonio Eduardo Bélmer. De su familia nunca más se supo nada. Por suerte el tiempo trae olvido.

The silence of the lambdas

Tocó el timbre y el rin, zumbando, hirió
el apenas pasado meridiano
pellejo del silencio.

Hay veces que un timbrazo corta el hilo
del que un embrujo primigenio cuelga
en el lapso que va de un tac a un tic.

Hubo un después y un antes de esa vez;
un antes antes, y un después después.

Porque, sin raje, el rin trazó una marca
que delineó, cual vertizonte, un límite
y se impuso entre el hálito y la parca.

"Ya va" emergió una voz por la rendija,
y unos "ya va" después, no sé, tres, cuatro,
brotó del ventiluz la calavera
de la titiritera de la voz.

La dueña de la voz, que era una vieja,
en un rato nomás, pensó la otra,
que estudiando la alfombra, "Bienvenidos",
regocijóse prematuramente,
devendrá flor de postre pa las cresas.

Dio el precedente tac las trece treinta.

¿En qué lugar están? Qué importa el nombre.
¿A veces no parece que esa calle
los autos se olvidaran de surcar?

El sol pela, rebota en las vainillas.
Se escucha el gorgoteo de la zanja
de verdín espumoso e irisado.
La vieja hace techito con la mano
y entrecierra, tal vez, los que te jedi
para echar a patadas el reflejo.

Con mora, la otra, altiva, desdeñosa,
propia de quien prevé lo ineludible,
quizá incluso mirándose las uñas,
la fue, palabra va, palabra viene,
engatusando en una, en otra cosa.

Hasta que al fin la abuela metió llave
o sacó llave, vaya uno a saber,
y la dama, triunfal, encapotada,
sonriente paradentro y parafuera,
en el zaguán el pie de hueso puso.

La abuela chueca dijo "Pase, pase"
nunca más me olvidé de aquella frase.

Cruzaron una pieza que exhalaba
perfume de humedad, de panes verdes,
de naftalina y libros amarillos.

El patio era de escaques, como siempre,
y por la enredadera se colaban
los retazos de sol.

En la mesa el mantel cuadriculado,
y el plato de fideos
o de pastel de carne.
Un tenedor de alpaca maculado,
quizá una mandarina y un sifón,
y alguna damajuana
que espera turno allá en el lavadero.

En la tele de fondo el noticiero.
Y el arte ya perdido
de soplar el puré.

Me guardé tu presunta maternal
querencia, y aunque nadie,
nadie, abuela, pregunta por tu ausencia,
drosophila difunta,
mal que mal te recuerdan. Mal que mal.

Me quedé con la lágrima que brilla,
que rueda líquida por la mejilla,
y esa risa que viene de llorar.

Y a falta de unos ojos
me resigné a mirarte a los anteojos,
a ese poliedro que llevás por jeta.

Y en la vida moderna de ciudad
ya no hay almohadas con olor a pelo,
ni canillas goteando en palanganas,
ni bancos de granito, ni malvones,
ni cajones recónditos.
Ni un hormiguero con hormigas negras.

Disección del microsatori

Hay ciertas cosas que, cuando me detengo a pensar, generan en mí una sensación muy particular. Para poder referirme a esos momentos, a esa sensación, uso a veces informalmente el término "microsatori". Por si acaso aclaro que la etimología es "satori", que se usa en budismo zen para referirse a un momento de iluminación. Los llamo microsatoris porque no me gustaría ser pretencioso; no sé exactamente cuáles deben ser el origen, la calidad y la magnitud de una sensación para ser considerada satori. También está claro que toda esta verbalización no es para nada zen. No me digan nada. Yo sé perfectamente que esta escena se hizo larga. Pero no me importa. Considero que, al menos, una millonésima de satori son.

Una primera aproximación a los microsatoris es la experiencia de déjà vu. Qué raro, tengo como la sensación de cuando te parece que una cosa ya la viviste, que ya te pasó. Yo no diría que un déjà vu es un microsatori, pero sí que comparte algunos rasgos. Por ejemplo, ambos son estados de la consciencia que duran sólo algunos segundos. En los dos casos, la experiencia nos hace ver la realidad de manera un poco diferente a la habitual. Ambas experiencias se presentan de pronto, sin previo aviso. Una diferencia es que el déjà vu es completamente involuntario; los microsatoris suelen darse involuntariamente, pero también se pueden inducir, poniéndose a pensar. Creo que no hay maneras garantizadas de inducir un microsatori, me resulta bastante complicado, pero es posible, alguna vez lo he conseguido. De cualquier manera, por más que los microsatoris se presenten sin previo aviso, noto que siempre o casi siempre están inducidos por pensamientos. (Dicho de otra manera, pensar en X puede ocasionar un microsatori, pero no necesariamente lo hace).

Una idea bastante parecida al microsatori es la de experiencia A, que alguna vez leí en el blog de Henk Barendregt, el apóstol del cálculo-λ. También creo que está bastante relacionado con el fenómeno que conuje (¿"conocí"?) como extrañamiento, también llamado despersonalización o quizá "singularización". Nunca tuve un extrañamiento, pero conozco a varias personas que siempre se refieren a esto. Las personas que tienen un extrañamiento, que creo que en los casos no patológicos dura algunos segundos, tienen la sensación de que su consciencia se separa del cuerpo, que siguen viviendo su vida pero son ajenos a ella, que la miran desde afuera, como si la vida fuera una película y ellos meramente espectadores. Esto está bastante más cercano a ser un microsatori pero, desgraciada (¿o afortunada?) mente nunca experimenté uno. Por otra parte, los microsatoris que enumero abajo están inducidos por los pensamientos; en cambio, el extrañamiento, me dicen, suele presentarse cuando uno está en una situación no del todo grata, quizá pesadillesca.

Me resulta bastante curioso que el satori tenga que ver con la idea de despojarse del ego. ¿No es esto precisamente un extrañamiento?

En mi caso los microsatoris se presentan espontáneamente cuando estoy reflexionando sobre algún asunto de esos que uno, en el trajín acelerado de la vida cotidiana, no se pone a pensar; en cosas que uno normalmente da por sentadas. A veces una observación muy simple lo puede desencadenar. Otras veces es una secuencia de razonamientos encadenados que tratan de llevar alguna pregunta hasta su extremo lógico, explicando las razones y las razones de las razones.

Cuando el microsatori se presenta, la mente hace un click, y si uno tiene la tendencia natural a teatralizar puede que emita un "ohh", o un "uhh", o un "wow". Algunos microsatoris pueden resultar angustiantes. La sensación puede ser de máximo entendimiento o de máxima confusión, pero en cualquier caso aporta una visión diferente del mundo.

También me parece importante destacar que, si bien los microsatoris son experiencias que surgen a partir del razonamiento, el enunciado es conceptualmente trivial, tautológico. Si yo le cuento a alguien mi experiencia de microsatori y le digo "estaba pensando en X y me di cuenta de que Y", me va a decir algo isomorfo a "pero obvio, eso es una perogrullada". Esto debe indicar que un microsatori no es algo completamente racional. El razonamiento es solamente un camino hacia estas experiencias de otro tipo.

Esto, combinado con el hecho de que inducirlos es bastante complicado, hace que sean difícilmente transferibles.

A veces pienso que está bien hacer una analogía entre este tipo de experiencias y la risa. Un chiste es un mecanismo racional, son palabras. Pero en un determinado momento el chiste puede desencadenar ese estado mental que ya no es racional y es la risa. Sabemos que algunos chistes nos causan gracia y otros no. Además, cuando uno ya conoce un chiste, es más difícil que siga causando gracia las siguientes veces. Lo mismo pasa con los razonamientos microsatóricos. Algunos desencadenan la experiencia y otros no. Las primeras veces causan un "oh", y después es mucho más difícil que esto siga pasando, porque uno se acostumbra a la idea. Igual que los microsatoris, la risa viene sola, y es bastante difícil inducirla, aunque con un poco de trabajo es posible.

En cuanto a la transferencia, creo que es más difícil transferir un microsatori que hacer reír a alguien, pero quizás sea porque todavía nadie inventó los "chistes" adecuados. (Si se me permite, koan : chiste = satori : risa). Cuando uno cuenta un chiste, esta primera parte depende sólo del que lo cuenta, pero también tiene que haber un proceso en la persona que lo recibe. El contador de chistes sólo puede tener la esperanza de que el otro por fin vivencie la experiencia. No es algo que pueda transmitirse con certeza, como el SIDA o la regla de tres simple.

Y esto también me recuerda a un artículo acerca de la "falacia del tutorial de mónadas". Recomiendo el artículo, me parece que da justo en el clavo, pero de cualquier manera resumo la idea: X está tratando de aprender mónadas (un concepto relativamente complicado de programación funcional). Se pelea con la idea varias semanas y por fin lo entiende. Ahora en su cabeza se forma una abstracción, y X dice "¡ahhh, claro, las mónadas son como burritos!". Entonces trata de explicarle a sus amigos las cosas en esos términos. X piensa que si a él le hubieran dicho de entrada que "las mónadas son como burritos", esto le habría aclarado mucho las cosas. Pero esto es falso. Para entender algo uno tiene que chocarse con las ideas concretas, y después construir personalmente una abstracción. Que le den la abstracción "ya masticada" de entrada no simplifica las cosas, quizás incluso las complica. What I term the "monad tutorial fallacy," then, consists in failing to recognize the critical role that struggling through fundamental details plays in the building of intuition.

A continuación pongo varios ejemplos de observaciones que me condujeron a microsatoris.

1. La palabra gato

Quizás este sea el arquetipo del microsatori, y es el caso de repetir una palabra y notar de pronto lo ridículo que es que ese ruido tenga el sentido que uno habitualmente le asigna, y hasta dudar de ello. Recuerdo muy bien una vez que me pasó esto con "gato". También con mi propio nombre.

2. El atlas

Mirar un mapa y darse cuenta de la vastedad de las cosas que se representan en el mapa. La inmensidad del universo. Recomiendo especialmente este famoso video: Powers of ten. En especial me impactó alguna vez el hecho de que en un momento se ve una infinidad de puntitos, y cada uno de los puntitos parece una estrella pero en realidad es una galaxia.

Mirar Google Earth me produce (sólo a veces, cuando viene el microsatori) una sensación de angustia. Mirar el océano y hacerle zoom. Dejar que el mapa se mueva a la deriva y aparecer en África. Hacer zoom arriba y abajo en el Sahara (resp. en la Antártida) y darse cuenta de que hay varios órdenes de magnitud de arena (resp. hielo).

También son dignas de mención las imágenes del espacio exterior. Si alguno quiere tener mucho miedo, le aconsejo las fotos panorámicas (360°) de Marte.

3. Posibilidades de la abstracción

Hay un cuento de Cortázar en Historias de Cronopios y de Famas, "Posibilidades de la abstracción", que tiene bastante que ver con este microsatori. El cuento en sí nunca me produjo experiencia extraña alguna (más allá de que me gusta mucho).

Alguna vez me puse a mirar las narices de la gente, y en algún momento las narices perdieron sentido, tal como la palabra gato. También me pasó con las manos de la gente. Me suele pasar con mi propio rostro cuando me miro en el espejo y de pronto digo "no puede ser que eso sea mi cara, y que esos granos de choclo sean mis premolares".

4. No puede ser que hable castellano

Yo hablo castellano y todas las personas más cercanas a mí también. A veces observo que una persona no demasiado íntima, puede ser alguien "importante", o un profesor, está hablando de algún tema preferiblemente poco argentino, y me sorprende caer en la cuenta de que esa persona también está hablando castellano, con los mismos acento y modismos rioplatenses que yo.

5. ¿Y ahora cómo vuelvo a la normalidad?

Alguna vez ya expliqué que, cuando era chico, algunas veces prestaba atención a mi propia respiración y de pronto me encontraba pensando: ¿y ahora cómo hago para que la respiración vuelva a ser automática? ¿será que de ahora en más voy a tener que encargarme de respirar siempre conscientemente?

Alguna otra vez me pasó lo mismo con el flujo de las ideas. Estaba meditando y podía ver cómo las ideas nacían y morían, y pensé que quizás mis pensamientos nunca más iban a poder fluir sueltos, que desde entonces siempre tendrían que pasar por mi consciencia primero.

6. Aunque usted no lo crea

No creo en la reencarnación, pero más de una vez hice el ejercicio de pensar qué pasaría si la reencarnación realmente existiera.

La pregunta básicamente tiene que ver con la sensación de ser yo, de estar acá. La pregunta es: si muero y encarno en otro cuerpo, ¿voy a seguir sintiendo que soy yo y estoy acá? ¿Si no voy a seguir sintiendo eso, qué quiere decir que soy yo? ¿Y si voy a seguir sintiendo eso, cómo puedo tener ahora la certeza de que cuando reencarne voy a seguir estando ahí y siendo yo? ¿Voy a recordar esta vida? ¿Si la voy a recordar, y existe la reencarnación, por qué no recuerdo mis vidas pasadas? ¿Será que esta es mi primera vida? ¿Y si no la voy a recordar, cómo es que voy a sentir que soy yo y estoy acá?

7. El principio del tiempo

Quizás a los físicos les quede más claro que a mí. Ya dije que no creo en la reencarnación, y tampoco estoy seguro, por no tener conocimiento, de que el universo haya empezado. Pero de cualquier manera he jugado a pensar que el universo realmente empezó en un instante.

Cuando hablan de Dios, y uno se pregunta si Dios es eterno, y qué hacía antes de crear el universo, o bien si Dios "empezó" junto con el universo, el problema no es demasiado grave, porque uno puede decir que Dios no existe y sanseacabó. (Al pasar, inventarse deidades para explicar las cosas suele generar más problemas que soluciones, al menos si uno no está dispuesto a tragarse cualquier fruta).

El problema es que el universo indeed existe, porque, hola, yo estoy acá mirando y eso es para mí una absoluta certeza.

La pregunta surge entonces si uno asume que el universo empezó (y no que es eterno). Yo sé que los físicos tienen respuestas y se las creen, pero mi mente es demasiado limitada. Quizás podría entender matemáticamente algún modelo del universo (aunque lo dudo), pero mi intuición me sigue preguntando: si el universo empezó, ¿qué había antes? ¿No es eso también el universo?

Creo que Santomás decía que no puede concebirse un "antes" de que empiece el universo, porque el tiempo es una cualidad del universo. Creo que los físicos dicen algo parecido.

¿Pero qué quiere decir entonces que "empezó"? ¿"Empezar" no significa que antes no estaba y después sí?

Algunas preguntas parecidas, relacionadas con la idea del movimiento, me molestaban un poco. Hurgando entre mis posts viejos se pueden topar con algunas.

8. Qué buena pregunta, Mario

A veces me sorprende pensar que mientras yo estoy acá mirando el mundo desde mis ojos, todas las demás personas están, todas y cada una, ahí, mirando también el mundo desde sus propios ojos.

Entonces pienso que todos y cada uno de mis compañeros del jardín están en este momento haciendo algo, una cosa concreta. Y después con todas las demás personas que conocí a lo largo de mi vida. Incluso las personas que olvidé. Los amigos de no-sé-quién que conocí no-sé-dónde, y nunca más volví a ver.

9. La hamaca paraguaya

En este caso el título tiene poco que ver con el microsatori en sí. A veces me pongo a pensar en el límite de mi cuerpo, en el borde de mis manos, en la frontera que me separa a mí del resto del universo. Y la conclusión es que esa frontera es artificial. Soy una bola de moléculas. Soy una componente conexa del grafo de los átomos, con ejes de uniones covalentes, puentes de hidrógeno, London bridge is falling down...

¿Por qué digo que las partículas que rodean mi mano no soy yo? ¿Por qué digo que las partículas que están en mi mano soy yo? ¿Por qué considero que lo que está "adentro" soy yo y lo que está "afuera" no, si todo el aire que me rodea es el mismo aire que respiro? Si en definitiva somos todos átomos oscilando, ¿qué me separa a mí del pasto que estoy pisando?

10. El oculocentrismo

¿Dónde dirías que se ubica tu "yo"? ¿En qué parte de tu cuerpo? Yo respondería, sin dudarlo casi, que yo estoy justo atrás de mis ojos, quizás un par de centímetros detrás del entrecejo. No sé si mi respuesta se debe a este paradigma oculocéntrico, al hecho de que la ciencia me sugiere que "yo" estoy en mi cerebro, o a qué.

Para los orientales, para algunos al menos, entiendo que el "yo" está en el hara, que creo que es en el vientre, unos centímetros por abajo del ombligo.

Algunas veces traté de pensar cómo sería si "yo" estuviera en alguna otra parte de mi cuerpo, en un pie por ejemplo. No estoy seguro de (no recuerdo) si alcancé un estado de microsatori, pero creo que tiene potencial para ~.

11. Cómo carajo vemos

Un amigo, estudiante de medicina, me dijo una vez que estaba estudiando el cerebro, para la materia anatomía. Su afirmación fue algo como "no entiendo cómo carajo vemos". Era evidente que había tenido un microsatori, pero yo todavía no entendía bien cuál.

Después de esa conversación me puse a pensar y me alegró que su frase pudiera transferirme la experiencia. Hay varias teorías de la visión, pero hasta donde yo sé, ninguna explica cómo carajo vemos.

La pregunta más en general es la de los qualia.

12. JIM / Memento mori

Memento mori significa algo como "acordate de que te vas a morir". En algún cuento había una calavera que tenía como epígrafe, "Oh, tú, que pasando vas | fija tus ojos en mí | como te ves yo me vi | como me veo te verás". Tendría nueve años cuando leí eso y me generó una de estas raras experiencias.

También, en mi casa tengo una calavera y cada tanto resulta muy extraño darse cuenta de que ese objeto de hueso estuvo adentro de una cabeza y vio cosas que yo nunca vi.

13. El vil metal

El dinero no es más que una convención social. Voy a la heladería, pido un cucurucho de frutilla y chocolate, entrego un pedazo de papel rectangular con un dibujo en colores de la cara de un señor, y a cambio me entregan el helado.

No puedo más que sorprenderme.

14. Writing systems

Mirar una página de un libro y darse cuenta de que las letras son manchitas de tinta, como hormiguitas negras.

15. Ver o no ver

La birome estaba ahí, a algunos centímetros de mis ojos, separada de mí por un vacío. Me pregunté cómo sería el universo en realidad, fuera de la luz que nos entra por los ojos.

El pensamiento tenía un poco que ver con What is it like to be a bat?. Todo lo que percibimos está determinado por las capacidades limitadas e "idiosincráticas" de nuestros órganos sensoriales humanos. ¿Pero cómo es realmente el universo? ¿Tiene sentido preguntarse cómo es realmente, o toda descripción está sujeta a los sentidos?

Yo creo que sí tiene sentido. No creo ser capaz de responder la pregunta, pero creo que sí tiene una respuesta definida.

Lo importante fue que entonces intuí a la birome como un objeto incoloro. Intuí la "verdadera esencia" de la birome. O mejor dicho, intuí que la birome tenía una verdadera esencia, hubiera esta sido cual hubiere sido.

16. The dreamlike nature of life once again

Este último microsatori es un clásico, pero los clásicos no pasan de moda. ¿Cómo saber si la vida de vigilia es la realidad, o si el sueño es la realidad?

Chuang Tzu soñó que era una mariposa...

Apéndice

Comentario oportunamente leído en proggit: I started staring at people unloading from a transit platform and watching how they / we really are just a bunch of bipedal apes; I mean, really perceiving it, almost like an alien (or like a really stoned guy), not just kind of knowing it.

17. Mirar el cielo y darse cuenta de que sigue y sigue, y nunca termina.

El distraído lo ve

Jugando al huevo podrido
se lo tiro al distraído
el distraído lo ve
y huevo podrido es.

-Che, miralo a ese pibe, camina como Champlín.

-Pff.

-¿Vos conocés la Capital?

-¿Yo? Qué sé yo, más o menos.

-A ver, por ejemplo, Florida y la Nueve de Julio ¿se cortan?

-Y, la verdá que me mataste.

-¡Qué hijo de pu!

-Bueno, pero para eso tengo la Guía.

-Igual, chabón, no podés.

-Me ponés en una situación incómoda. ¿Lo tengo que saber?

-¿Pero vivís en un termo?

-Andá a cagar, porteñocéntrico de mierda.

-¿Quién es el ministro de economía?

-Uy, Dió, basta.

-¿Qué, eso también te parece "porteñocéntrico"? Y te leíste toda la obra de Sócrates, seguro.

-Obvio. No te vendría mal repasar un poco de lógica.

-^o)

-Digo. Que todas las peras que tenés en el bolsillo son manzanas, ¿no?

-Mirá, no tengo nada en el bolsillo.

-Por eso.

-Igual nunca entendí cuál sería el problema de sumar peras con manzanas.

-Sí, la verdá que tenés razón. Dos peras más tres manzanas son dos peras y tres manzanas :P

-Sería como una especie de complejo o cuaternión.

-O un polinomio, o un vector.

-O data Fruta = Manzana Int | Pera Int | Suma Fruta Fruta

-Y instance Mandable Fruta where

-Supongo que al menos te enteraste de que murió.

-Y sí, más vale.

-Igual, en la tapa del Diario, todos, absolutamente todos los recuadros se referían a esa única noticia.

-¿Y qué querés? Si es lo que la gente quiere leer.

-Qué despectivo eso de "la gente".

-No che, vos empezaste.

-No, no, yo no estaba juzgando a los lectores; estaba cuestionando a los periodistas.

-Ya sabés cómo es el periodismo.

-Psé. Pero hay muchas otras noticias. El mundo es grande, pasan infinitas cosas. Quizás esa muerte sea importante, ¿pero no hay muchas otras cosas tanto o más importantes? Los medios podrían servir para despertar a la gente, en lugar de para distraerla.

-Mirá, sos demasiado ingenuo. Esos diarios vienen con el horóscopo y con los resultados de las carreras. ¿Qué podés esperar? Están jodidos desde hace mucho.

-No sé si eso es un argumento válido. ¿De qué me sirve saber si Florida y la Nueve de Julio se cortan? ¿De qué me sirve saber quién es el ministro de economía?

-Yo creo que somos así. En verano tenemos calor y pensamos que nos gusta más el invierno. En invierno tenemos frío y pensamos que nos gusta más el verano.

-No sé muy bien a qué viene, pero es cierto que cuando hace calor uno no puede imaginarse tomando una sopa o poniéndose un pulóver. Y eso muestra lo poco objetivos que somos en nuestros juicios.

-Y eso está bien. No podemos ser objetivos porque somos sujetos, imperfectos y emocionales. Soy yo, mi mirada y mi sentir.

-No me gusta esa manera de usar la primera persona en lugar del impersonal. Es muy de posmoderno malcogido.

-Ca uno es ca uno y ca cual es ca cual.

-Pero más allá de eso, ¿te parece bien contentarte con tu falta de objetividad? Siempre me decís que mi racionalismo es soberbio, ¿pero no te parece soberbio decir "soy así, soy imperfecto, y si te molesta jodete"? ¿Te parece que Barreda es un copado y que simplemente disparó porque es un sujeto emocional? Yo reconozco mi subjetividad, pero considero que es mi deber tratar de juzgar objetivamente.

-Y eso también forma parte de tu subjetividad. Por eso a mí me parece que es importante el movimiento popular relacionado con esta muerte, ¿por qué pasa esto con un personaje popular y no con un intelectual? Porque se liga a la emoción, a lo subjetivo, a todo lo que se puede sentir y no pensar.

-Non sequitur. Esto me hace acordar a discutir con un creyente sobre la existencia de Dios.

-Vos sabés que yo no soy creyente. (¿Viste cuando repetís una palabra y se le va el significado? Me acaba de pasar eso con "creyente").

-Jaja, a mí también. Y, por si acaso, aclaro que tampoco me gusta que uses la segunda persona en lugar del impersonal.

-A mí lo que me irrita es la gente que no concibe mi falta de fe, que me lo discute y dice que yo sí creo pero no lo quiero admitir, o que en lugar de creer en Dios creo en mí, o alguna cosa así.

-A mí me da ganas de ahorcar a alguien cuando sugiere que, sin la noción de Dios, o infierno, o vida en el más allá, debo ser amoral o inmoral.

-Muestra la hilacha.

-Lo cierto es que soy un hijo de puta, pero no tiene nada que ver con mi ateísmo.

-¿Y por qué te parece que existen las religiones? ¿No te parece que por algo existen?

-No me vengas con eso de que "no creo, pero creo que creer hace bien".

-No, simplemente observo que las religiones existen. Como cuestión evolutiva, estimo que tienen que tener alguna característica que haga que perduren. Si no, ya habrían desaparecido. Mi pregunta es cuáles son esas características.

-No sé si está tan claro, quizás el caso es que todavía no desaparecieron. De todas maneras mi respuesta requeriría demasiado tiempo y esfuerzo.

-¿Pero vos pensás que habría que prohibir las religiones?

-Sí, claro. También se podrían prohibir la nostalgia y el dolor de muelas.

-¿Pero ser creyente no es una decisión?

-Eso depende de si creés en el libre albedrío.

-¿Creer en el libre albedrío es ser creyente?

-A mí me parece que nos importa demasiado tener la razón. No sé de dónde viene esa obsesión. Es un juego de "a ver quién la tiene más grande". No me refiero a esta discusión, apunto a algo más general.

-¿En qué sentido?

-Claro, lo que yo digo es: ¿qué importa si existe o no existe Dios? ¿Qué importa si existe o no existe el libre albedrío? Todas esas preguntas y respuestas sobre la existencia de las cosas ocurren en nuestra mente, no son parte del mundo real. Y lo que verdaderamente importa es el mundo real. No importa lo que uno piense, sino lo que uno haga. No importan las opiniones, lo que importa son los hechos.

-¿Pero la mente no es parte del mundo real?

-Tengo este Gedankenexperiment: suponete que dos personas viven la misma vida. Una cree en Dios y la otra no, pero hacen exactamente las mismas cosas. ¿Cuál es la diferencia? ¿No serían observacionalmente iguales?

-Me parece que lo que a vos te gusta es meter palabras extranjeras en bastardilla. Pero más allá de la forma, lo que creo es que tales dos personas no harían exactamente las mismas cosas. Las creencias sí que importan, porque terminan influyendo en lo que pasa en el mundo "real". Y de nuevo, no sé por qué la mente te parece menos "real" que el resto del mundo.

-Si decís que lo que pasa en tu mente puede cambiar el curso de la historia, entonces sí creés en el libre albedrío.

-Qué sé yo. Lo que no entiendo, si lo que importa son las acciones, y no las verdades, es por qué estamos discutiendo todo esto.

-Porque discutir es una acción.

-En cuanto a lo anterior, yo me atrevería a decir incluso más: que no hay un mundo "real" más allá de la mente.

-¿Por qué usás el condicional? ¿Me tenés miedo? Si te atrevés decilo y si no callate.

-No hay un mundo "real" más allá de la mente.

-Eso seguro lo sacaste de algún lado. Esos temas siempre te gustan a vos: budismo, empirismo.

-¿Otra vez con las etiquetas? Me tiene sin cuidado el nombre, lo que importa es el concepto. Por ejemplo, hace unos días estaba enojado por una cosa que me dijeron. Cuando percibí mi enojo, lo primero que hice fue echarle la culpa a la persona que me lo dijo.

-¿Era yo?

-Chímpete, chámpata. No eras vos. El caso es que después me puse a reflexionar, y me di cuenta de que la persona no era culpable de mi enojo, porque el enojo es algo que sólo existe adentro mío, una emoción de la cual yo soy el único responsable.

-Entonces te estás contradiciendo, si decís que el enojo no existe porque está en tu mente.

-No, al contrario, digo que el enojo, que ocurre en mi mente, es algo sumamente real. Estoy diciendo que mi vida es una serie de emociones y de sentimientos encadenados, y que todo eso ocurre en mi mente, que mi vida transcurre en mi mente.

-Posmoderno malcogido.

-Sólo estoy haciendo hincapié en la dreamlike nature of life.

-No dejás de caer en lugares comunes, pibe.

-Qué me importa; me gusta caer. En especial in love.

-A mí lo que me pegó un poco fue lo de Ana.

-¿Qué cosa de Ana?

-¿Viste que estaban esperando un bebé? Bueno, nació la semana pasada. Es Down.

-No sabía nada... ¿y no se puede diagnosticar antes de que nazca?

-Sí, ya sabían.

-¿Y abortar un bebé Down es una forma de eugenesia?

-No es muy políticamente correcta tu idea pero supongo que sí.

-Eugenics is the self-direction of human evolution.

-Seguro que ubicás el meme FFFFUUUU.

-Claro, sí. Ni idea de quién es el ministro de economía, pero me sé de memoria los nombres de los pokémon y todas sus evoluciones.

-En fin, mirá este.

-Algunas de estas cosas me hacen llorar.

-Fuck. A mí también.

-¿Pero qué fue lo que te pegó?

-Dale, ¿nunca escuchaste aquello de "que sea sanito"?

-Sí, ¿y vos lo conocés a Fucó?

-¿Fuquién?

-Miyel.

-Creo que ya leí eso en tu blog. Vos lo que me querés decir es que una persona con síndrome de Down es simplemente una variante más de la especie humana, y que si ellos fueran mayoría seríamos nosotros los Up.

-Eso por un lado. Pero también me dijiste "que sea sanito". No sé, entiendo que sugerís que es una enfermedad o una discapacidad. Y bueno, si una persona respira y camina y come y caga, ¿qué es lo que le ves de enferma? Darle alguno de esos nombres es poner una etiqueta arbitraria. Las etiquetas sirven para formarse prejuicios.

-PUSH. A mí lo que me molesta son las etiquetas en las manzanas. Al principio las manzanas que tenían etiqueta eran solamente las buenas, entonces la etiqueta molestaba pero al menos había garantía de que la manzana era rica. Ahora le pegan un óvalo azul a una papa y te la enchufan de manzana. Qué barbaridá.

-Te fuiste por las ramas otra vez.

-Está bien. POP. Puede ser que sea un prejuicio. A mí en la escuela me enseñaron eso de que los discapacitados son "capacitados para otras cosas". Pero la verdad me parece un eufemismo pelotudo. ¿A vos te parece que si alguien se queda ciego corre con alguna ventaja? A mí me parece una desgracia.

-Lo vieras a mi profesor de álgebra ciego triangular una matriz de cuatro por cuatro en su cabeza y quizá lo reconsiderarías.

-¿Pero qué es estar enfermo para vos? Si al final todos nos morimos.

-Me diagnosticaron vida. Me quedan solamente algunos años más.

-Lo que duele es que una persona tenga que vivir en un mundo que está preparado para gente diferente.

-Todos somos diferentes.

-¿No era que los hombres son todos iguales?

-¿A un Down le podés explicar que cos(a + b) = cos(a) cos(b) - sin(a) sin(b)?

-No creo. Soy malísimo explicando. Aunque creo que tu pregunta es si es capaz de entenderlo.

-Sí, boludo. A veces con tu Asperger parecés un personaje de Carroll. La pregunta es: ¿es capaz de entenderlo?

-Pienso que sí. ¿Pero es verdad que cos(a + b) = cos(a) cos(b) - sin(a) sin(b)?

-No sé, al fin y al cabo la matemática es una actividad personal y subjetiva. Tenés que tener fe en el modus ponens.

-Entonces quizás la matemática es una especie de locura colectiva.

-Incluso dudo que sea colectiva. Te acordás en esas clases de álgebra del CBC, cuando algún producto tenía signo negativo y alguno preguntaba "¿por qué menos?".

-Ah, sí, lo querías matar.

-O cuando alguno todavía no entendió que cuando el antecedente es falso la implicación es verdadera, y que todas las manzanas que tenés en el bolsillo son peras.

-Ufa, ya te dije que no tengo nada en el bolsillo.

-Y hay teoremas cuyas demostraciones ocupan libros enteros, y los matemáticos no están completamente convencidos de que cierren. Con esto se reafirma esa idea de que la matemática es una forma de la locura. Algunas personas entienden que más por menos es menos, y otras no. La historia se ha empeñado en llamar tontos a los segundos, ¿pero estamos seguros de que ese es el caso, y no que los primeros están locos?

-Pero yo creo que no podemos estar seguros porque la pregunta no tiene una respuesta definida. Decir que son locos unos y tontos los otros, o decir lo contrario, es una cuestión relativa. Un subconjunto de las personas ve el mundo de una manera, y otro subconjunto lo ve de otra manera. Los de un grupo llaman "cuerdos" a los de su propio grupo y "locos" a los demás. A menos que alguno de los grupos tenga más poder que el otro y se declare oficialmente como el grupo cuerdo. Y nos encontramos con Fucó otra vez. El punto es que cada uno quiere tener razón, es todo una carrera para mostrar quién la tiene más grande.

-¿Y por qué nos empeñamos tanto en tener razón? Si lo que importa son las acciones.

-Ponele que eso es lo que importa. ¿Y ahora qué?

-¿Ser feliz y listo?

-Una cosa que me sorprende sobremanera es cruzarme con gente en la calle y darme cuenta de que en sus intestinos se están gestando soretes. Miro a toda la gente en la oficina. Treinta personas. ¿Cuántos kilos de caca serán en total? ¿Cuántos per cápita? ¿Cuánto tardarán en ver la luz?

-Ni hablar de aquellos momentos en los que caes en la cuenta de que una persona que parecía tan solemne también va al baño y se limpia el culo.

-Peor si no se lo limpiara.