Tristeza tem fim

No volviste a pisar la habitación
que se quemó cuando incendié tu casa.

Tu boca fue papel y el reloj brasa.

Y ahora, contra tu piel, tus cejas son
herrajes de bisagra en puerta blanca.

Mis yemas toscas fueron dos guadañas
para tu delicada telaraña,
tanto que menos duele verlas mancas.

Alguien tocó la puerta y no le abriste,
preferiste decirle que se vaya.

La bicicleta vieja en que anduviste
por la arena mullida de la playa
no teniendo quien la haga girar, calla
por no querer decir que el viento es triste.

Una cagada

Poca cosa más frágil, delicada,
que cuando dos personas vergonzosas
se meten, sin saber decir las cosas,
en juegos complicados de miradas.

Aunque se puso toda colorada
ella dejó la timidez atrás
preguntándole -¿No me acompañás?
-Quisiera, pero no. Desesperada

y sintiéndose apenas un despojo
ella pensaba -Estoy hecha una vaca
(sólo para llorar, porque era flaca).

Él tampoco evitó ponerse rojo:
-Es que -dijo- me estoy haciendo caca.
     Nunca más se miraron a los ojos.

Panaderos

El señor Redman elogió sus pecas, que se destacaban sobre la piel lechosa de ella. Ella pensó que cualquier persona más o menos despierta se podría imaginar que ella era pelirroja, y que él la quería seducir.

- Qué contenta debés estar, preciosa.
- No me toqués.
- Mirá, mirá cómo le avisa.
- No te entiendo.
- ¿Te dijeron que tus pecas son divinas?
- No me tratés como a un Dios.

Eran las cuatro o cinco de la tarde, y estaba oscureciendo. Conducían por la carretera a Maine desde hacía más de tres horas. En las últimas varias millas no habían visto a una sola persona, un solo pueblo; ni siquiera una gasolinera. Ella razonó que la escena tenía un tono exageradamente yanqui, que incluso las palabras parecían ser tomadas de una traducción centroamericana.

A su alrededor, sólo veían sembradíos de maíz, que a ella inevitablemente le hacían pensar en una pareja de ancianos balanceándose en sus sillas mecedoras.

- ¿Qué es eso?
- Es un espantapájaros.
- Que no es un espantapájaros.
- Se acabó.
- ¿Pero qué mierda es eso?

Frenaron.

Era un niño de acaso cinco o seis años, de aspecto oriental, lo que se evidenciaba sobre todo en sus ojos. Sostenía delicadamente un panadero, y soplaba haciendo que se volara la pelusa. Cada vez que había terminado de soplar el panadero, sacaba otro del bolsillo y seguía soplando.

- ¿Qué hace este pibe acá?
- No sé.
- ¡Pibe!

El pibe no respondió.

- ¡Pibeee!
- ¿Estará solo?
- Y qué sé yo. Acá no veo a nadie...

Se bajaron, pero el chico no parecía entender castellano, ni inglés. Ella pensó que era ciertamente extraño que pese a las características de la presunta traducción, sus modismos parecieran tan rioplatenses.

- Se nos está haciendo tarde.
- ¿Qué hacemos con el pibe?
- ¿Y qué vamos a hacer? ¿Qué te creés que soy, la UNICEF?

Dejaron al nene en el medio de la ruta, y siguieron su camino.

Se detuvieron sólo cuando se toparon con un semáforo que tenía simultáneamente prendidas las luces roja y verde.

Y en el cielo sólo podían verse panaderos, que volaban y volaban.

La Divina Comida


Canto primero (fragmento inconcluso)

En medio del camino de la vida
me sorprendió un marcado sobrepeso
por moderarme poco en las comidas.

Así por comilón deviene obeso
-en una bolsa flácida de grasa-
quien fuera antaño sólo piel y hueso.

Advertí una mañana la amenaza
cuando rasgué, al vestirme, toda ropa
y me atoré en la puerta de mi casa.

Quizá todo empezó en alguna copa,
o en la terca insistencia de mamá:
por qué no terminás, nene, la sopa;

lo cierto es que de entonces para acá,
nunca me limité, lo reconozco,
ni nunca me dijeron che, pará.

Y este rollo rollizo, fofo y tosco
atestigua, abultándome la panza,
aquella vez que fui de quiosco en quiosco

sin reparar jamás en la balanza,
bajándome docenas de alfajores
cual gotera que llueve y no se cansa.

[...]

Animality überputa

Semantic huevo

Me tiene las que pienso por el pasto
su afán por exaltar ¿nocierto? el tufo
de pitufo rufián already muerto,
del Abasto y el chori y el incienso,

de, haciendote el Jesús metapostizo,
tu mesiánica facha de profeta,
de archivar camisetas, cucaracha,
prócer puto, irrisorio y avestruz.

Tu gesto sugestivo de Gioconda
sebosa, pornográfica y cachonda
me chupa una docena de testículos.

¿Quién dijo que tus tetas me cautivan?
¡Como si algo tuviesen de atractivas
dos bolsitas de grasa! ¡Qué ridículo!