Tristazo

Stazo I: Pañuelo

Quise jugar al Indy tres
y no pasé del nivel uno.
Y ella me dijo que le gusta Rhéjdjokhëd.
En esa melodía las seis negras
y dos corcheas son como puntitos,
estrellas solitarias en un cielo
nublado de silencio.
Afirmación no hay más atroz
que no poderla demostrar
por inducción en cantidad de letras.
Quise jugar al Indy tres.
Haciendomé el científico
busqué respuestas. Ni una vez
me respondieron los porqués.
Con hilo y con dentrífico
me cepillé la gingivitis,
no respondí porque no quise,
la vida es esto y no estoy loco,
no quise hacer lo que no hice.
El mundo es un pañuelo y vos un moco.

Tengo un severo déjà vu mientras le pongo los links a esta cosa.

Stazo II: Pasó

Pasó un herpnitaco.

Volaba tan alto que nadie pudo verlo.

Era tan tarde y había tanto silencio que nadie lo escuchó.

El vuelo era silencioso.

Quizás hiciera ruido, pero desde lejos parecía que estaba suspendido del aire.

¿Y cómo puedo saberlo yo, que no lo vi volar?

Cuando era chico, mi abuela recortaba con tijera siluetas de herpnitaco hechas de papel de diario.

Pasó un herpnitaco.

Volaba tan alto que no podían alcanzarlo las damas de tacos altos, ni los basquetbolistas haciendo piecito.

Todo chico le tuvo miedo a la oscuridad, y yo también.

Algunos lo que temen es que la oscuridad esconda monstruos.

Me daba miedo dejar de existir si nadie podía verme.

Mi abuela siempre supo que me daba miedo el silencio.

Me daba miedo dejar de existir si nadie podía escucharme.

Pasó un herpnitaco.

Volaba tan alto que nadie pudo verlo.

Era tan tarde y había tanto silencio que nadie lo escuchó.

Esa noche no había ni viento, las hojas de todos los árboles estaban quietas.

Y la luna se reflejaba en el agua también inmóvil.

Mi abuela recortaba un papel de diario doblado varias veces, y cuando lo abría aparecía una fila de herpnitacos dándose las manos.

Ahora miro una foto de mi abuela y sé que se murió.

La muerte es oscuridad y silencio.

Pasó un herpnitaco.

Nadie lo vio, ni lo escuchó.

Quizás ella lo vio; pero si nadie la ve ni la escucha, ¿cómo saberlo?

Pasó un herpnitaco.

Muchas cosas confluyeron en esTe Stazo, unas por motivos aleatorios y otras a propósito. Es asombroso cómo el comportamiento complejo puede emerger de lo simple. Y en ocasiones siento que la capacidad cognitiva de google supera por mucho la mía. De alguna manera, debido en gran parte a la casualidad, esTe Stazo dice mucho más de lo que yo dije.

Stazo III: De lo que no estaba

Salidita de fábrica
huele a plástico nuevo, a cartuchera.
La su articulación de la rodilla
que aunque está como nueva
no disimula la mutilación.

¿Qué supera el horror
de encontrarse debajo de la almohada
la mancha de la sangre de un muñón?

Nadie lo volvió a ver, porque no existe,
y si lo viste fue que estabas loco.

A su nariz perfecta
recortada por muchos de revistas
se la fueron comiendo los gusanos,
cirujanos que inyectan cicatrices.

Una vez su cabello
brilló de la raíz hasta la punta,
de acuerdo a propagandas de shampuses.
Pero ahora ya no brilla.
Se transformó en peluca, en una suerte
de virulana artificial e inerte.

Y me subiste el sierre asta mi cuello.

La antes sonrisa,
brillante por el mágico dentífrico
protección anticaries,
dientes blancos,
aliento fresco y todo en portugués,
es una mueca transparente y lívida
en el cráneo ya hueco,
ya sin vida.

No hay sombra sin la luz que la proyecte
ni llave alguna que una puerta no abra.
Más vale estar más loco que una cabra.

De lo que no estaba
me quedo con quebrar el armazón
de tus anteojos nuevos.

Ya no hay baldosas en el edificio
porque una máquina lo tiró abajo.

De lo que no estaba
me quedo con tus ojos. Me ilumina
el reflejo de un auto que no pasa.

Frustración

Descubrí que, de las cosas que me gustan, habrá un 80% que me gusta realmente por su esencia. El otro 20% me gusta solamente por cuestiones nostálgicas, empáticas, y sentimientos afines.

Un solo perfume, una sola melodía, nos pueden transportar a otros momentos. Lo lindo no son los otros momentos -amo el presente- sino el sentimiento de sentirse transportado.

De hecho el objeto gustado puede ser especialmente feo, siendo el recuerdo el único factor que lo hace lindo.

Ejemplos ilustrativos:

  • El olor a primer día de clases. Cada año, cada institución, tienen el suyo propio.
  • El sabor de cierto sánguche de milanesa.
  • El sentimiento de desarraigo.
  • Kitaro.
  • Algún desodorante que de cuando en cuando se deja oler en los medios de transporte.
  • Los pensamientos agobiantes.
  • Los dinosaurios.
  • La astronomía, los planetas, el gigantesco vacío.
  • Red Hot Chili Peppers, Californication.

Quizá, con el tiempo, la avidez por las cosas nuevas se transforma en el deseo de volver a las cosas viejas. Creo que acabo de caer en La misteriosa llama de la reina Loana.

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