Las voces feroces de los dioses 2


Esta podrida enfermedad
late como una cabalgata.
Recé a deidades multiplicadas
de vainilla y dulce de leche
la quiescencia de las metástasis.

Me abroché fuerte a las pestañas
pero lo escrito estaba escrito.
El miedo brutal de la sangre
me sorprendió como un soldado
con su puñal de incertidumbres.

Tembló un sismo como un arcángel
bajo la catedral de piedra,
pululó un chillido de ratas
que esparció el terror y la peste,
maldijo infecciones y el cólera.

La yema del dios se posaba
con poderío irrefutable
sobre la coordenada del mapa
donde la próxima catástrofe
de dimensiones sobrehumanas
acontecería esa tarde.

La esfera celeste orbitaba
las intendencias de Sichuan
y aquel cielo lleno de estrellas
obedecía cotidiano
la legislación de Copérnico.
Cada dragón seguía danzando
llamaradas multicolores
en un apartado rural.

Supliqué piedad a las fuerzas
que rigen el curso del cielo
pero los cuerpos se apilaban
en una montaña macabra
en admonición y escarmiento
a nuestra arrogancia de Ícaro.


No hay comentarios: