Esto lo escribí hace muchísimo. Había empezado a escribir algo y después me di cuenta de que ya lo había escrito, de que era lo siguiente. (Endecasilabando, me siento un Pierre Menard de pacotilla).
Supóngase que una noche usted
está soñando lo siguiente:
Es una mañana de otoño.
No es el primer día de clases,
pero quizá el cuarto o el quinto.
Usted tiene camisa,
porque todavía no empezó el otoño
(una forma de decir que todavía es verano,
pero que ya se acaba).
Es temprano,
quizás las siete y media,
o las ocho menos cuarto,
hora a la que la gente entra a la escuela.
Usted va a la escuela
y llegás primera
(aunque nunca llegás primera),
recuerde que es un sueño.
Y después llego yo
(aunque nunca llego después,
y aunque nunca llego,
porque no vamos a la misma escuela,
porque nunca fuimos a la misma escuela).
Entonces estamos los dos solos en la escuela.
Y usted tiene camisa.
Y usted tiene en el bolsillo de la camisa
una nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Y cuando llego,
me acerco,
te voy a saludar y usted me dice
"tengo algo para ti"
y me das esa nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Entonces yo no sé qué decir.
Porque nos conocemos,
pero en tu sueño apenas
es quizá el cuarto o quinto
día de clases.
(Acá termina el sueño).
Suponga que es de noche,
que es justo ese momento en el que
uno no está lo suficientemente dormido
como para saber que no está despierto.
Entonces usted tiene la idea loca
de que a la mañana siguiente ocurra
exactamente lo que tu sueño quiso.
Está al alcance de su mano,
tomar una hoja
escribir una nota,
quizá con una lapicera de gel,
quizá naranja, o verde,
doblarla con esmero,
prolija, permumarla.
¿Y qué estaré haciendo yo mientras tanto?
Entonces usted
toma la hoja,
escribe la nota
con letra delicada.
La dobla con esmero,
prolija, la perfuma.
--
Es demasiado tarde,
y mañana
es el cuarto o quinto día de clases,
y usted se tiene que levantar temprano,
para llegar a las siete y media,
u ocho menos cuarto,
hora a la que la gente entra a la escuela.
Y a la mañana
guardás en el bolsillo
de la camisa de la escuela
una nota que hiciste para mí.
No dejás de pensar
que las cosas
_no pueden_ salir como vos pensaste.
Que no pueden salir como pensaste.
Seguro que alguien se te adelanta,
que no llegás primera
(si nunca llegás primera).
o incluso que en tal caso,
que no pueden salir como pensaste,
porque yo no voy a llegar
(si nunca llego después,
y si nunca llego,
porque no vamos a la misma escuela,
porque nunca fuimos a la misma escuela),
e incluso en ese caso,
que no pueden salir como pensaste,
porque en el traqueteo,
las idas y venidas,
la nota que guardás en el bolsillo
va a quedar arrugada,
manchada, desprolija,
e incluso transpirada,
e incluso en ese caso,
que me vas a dar tu nota
y que yo
te voy a mirar con asco,
y vos no vas a saber dónde esconderte,
te vas a preguntar
para qué hiciste semejante cosa,
por qué le hiciste caso a los sueños,
por qué no te diste cuenta de que estabas dormida,
por qué se impuso
una idea extravagante a tu razón.
--
O quizá, ciertamente,
escondés la esperanza
de que pase algo
que impida concretar el sueño.
Bastaría que pase cualquier cosa:
que cuando llegues haya demasiada gente
como para proceder,
o que la clase empiece
más temprano que de costumbre,
o que yo falte por estar enfermo,
o que se te pierda la nota
mientras viajás en colectivo.
Porque después de todo tenés miedo
de entregarme la nota.
Es mucho más seguro,
mucho menos arriesgado,
que la nota se quede
en el bolsillo de tu camisa,
doblada con esmero,
prolija y perfumada.
Es mucho menos riesgoso
no hacer las cosas.
--
Cada tanto,
cuando una persona tiene un sueño,
cuando quiere concretarlo
(y aun cuando tiene miedo),
cada tanto,
pareciera que el universo
se pone de acuerdo
para que todas las cosas se den
en el tiempo apropiado,
en el momento justo.
Y es así como
esta mañana,
realmente llegás primera,
realmente llego segundo,
realmente estamos solos en la escuela.
Cuando me ves llegar,
tu mente
duda,
hay un momento en el que toda persona
se debate internamente entre dos opciones.
Ya sabemos que esos son los momentos
en los que ocurre algo.
Me atrevo a postular que todo cuento,
escrito o por escribir,
describe ese momento.
Que lo que cambia de un cuento a otro,
no es más que el contexto, la historia,
las personas, el lugar.
Y cambia también la decisión.
En el cuento abierto,
el cuento que refleja los miedos del hombre,
el cuento de la persona tímida y mental,
usted decide ir por el camino seguro,
quedarse con la nota en el bolsillo,
dejar que la razón domine su existencia.
Vivir el resto de su vida
preguntándose
¿qué habría pasado si le hubiera dado esa nota?
En el cuento cerrado,
el cuento que refleja las pasiones,
el cuento de la persona emotiva e impulsiva,
usted decide actuar,
tratar de realizar los sueños.
Asumir los riesgos
y hacerse cargo de las consecuencias.
--
El mío es un cuento cerrado.
Y cuando llego,
me acerco,
te voy a saludar y usted me dice
"tengo algo para ti"
y me das esa nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Entonces yo no sé qué decir,
y lo único que se me ocurre decirte es:
no lo voy a leer ahora,
porque es feo
cuando leen enfrente tuyo
lo que vos escribiste
(como cuando empiezan a corregir
tu examen frente a vos).
Qué pasó después, usted ya lo sabe.
Todas las decisiones
tienen consecuencias:
algunas mejores, otras peores.
Qué decía la nota, mucho no importa.
Ya te lo debés imaginar.
Y la historia (aunque sí lo era),
no era de usted y yo.
Era la historia de los sueños,
de los miedos del hombre,
de la timidez y de la valentía,
de afrontar los riesgos,
de hacerse cargo
de las consecuencias de los propios actos.
Era la historia
de una nota
doblada con esmero,
prolija y perfumada.
está soñando lo siguiente:
Es una mañana de otoño.
No es el primer día de clases,
pero quizá el cuarto o el quinto.
Usted tiene camisa,
porque todavía no empezó el otoño
(una forma de decir que todavía es verano,
pero que ya se acaba).
Es temprano,
quizás las siete y media,
o las ocho menos cuarto,
hora a la que la gente entra a la escuela.
Usted va a la escuela
y llegás primera
(aunque nunca llegás primera),
recuerde que es un sueño.
Y después llego yo
(aunque nunca llego después,
y aunque nunca llego,
porque no vamos a la misma escuela,
porque nunca fuimos a la misma escuela).
Entonces estamos los dos solos en la escuela.
Y usted tiene camisa.
Y usted tiene en el bolsillo de la camisa
una nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Y cuando llego,
me acerco,
te voy a saludar y usted me dice
"tengo algo para ti"
y me das esa nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Entonces yo no sé qué decir.
Porque nos conocemos,
pero en tu sueño apenas
es quizá el cuarto o quinto
día de clases.
(Acá termina el sueño).
Suponga que es de noche,
que es justo ese momento en el que
uno no está lo suficientemente dormido
como para saber que no está despierto.
Entonces usted tiene la idea loca
de que a la mañana siguiente ocurra
exactamente lo que tu sueño quiso.
Está al alcance de su mano,
tomar una hoja
escribir una nota,
quizá con una lapicera de gel,
quizá naranja, o verde,
doblarla con esmero,
prolija, permumarla.
¿Y qué estaré haciendo yo mientras tanto?
Entonces usted
toma la hoja,
escribe la nota
con letra delicada.
La dobla con esmero,
prolija, la perfuma.
--
Es demasiado tarde,
y mañana
es el cuarto o quinto día de clases,
y usted se tiene que levantar temprano,
para llegar a las siete y media,
u ocho menos cuarto,
hora a la que la gente entra a la escuela.
Y a la mañana
guardás en el bolsillo
de la camisa de la escuela
una nota que hiciste para mí.
No dejás de pensar
que las cosas
_no pueden_ salir como vos pensaste.
Que no pueden salir como pensaste.
Seguro que alguien se te adelanta,
que no llegás primera
(si nunca llegás primera).
o incluso que en tal caso,
que no pueden salir como pensaste,
porque yo no voy a llegar
(si nunca llego después,
y si nunca llego,
porque no vamos a la misma escuela,
porque nunca fuimos a la misma escuela),
e incluso en ese caso,
que no pueden salir como pensaste,
porque en el traqueteo,
las idas y venidas,
la nota que guardás en el bolsillo
va a quedar arrugada,
manchada, desprolija,
e incluso transpirada,
e incluso en ese caso,
que me vas a dar tu nota
y que yo
te voy a mirar con asco,
y vos no vas a saber dónde esconderte,
te vas a preguntar
para qué hiciste semejante cosa,
por qué le hiciste caso a los sueños,
por qué no te diste cuenta de que estabas dormida,
por qué se impuso
una idea extravagante a tu razón.
--
O quizá, ciertamente,
escondés la esperanza
de que pase algo
que impida concretar el sueño.
Bastaría que pase cualquier cosa:
que cuando llegues haya demasiada gente
como para proceder,
o que la clase empiece
más temprano que de costumbre,
o que yo falte por estar enfermo,
o que se te pierda la nota
mientras viajás en colectivo.
Porque después de todo tenés miedo
de entregarme la nota.
Es mucho más seguro,
mucho menos arriesgado,
que la nota se quede
en el bolsillo de tu camisa,
doblada con esmero,
prolija y perfumada.
Es mucho menos riesgoso
no hacer las cosas.
--
Cada tanto,
cuando una persona tiene un sueño,
cuando quiere concretarlo
(y aun cuando tiene miedo),
cada tanto,
pareciera que el universo
se pone de acuerdo
para que todas las cosas se den
en el tiempo apropiado,
en el momento justo.
Y es así como
esta mañana,
realmente llegás primera,
realmente llego segundo,
realmente estamos solos en la escuela.
Cuando me ves llegar,
tu mente
duda,
hay un momento en el que toda persona
se debate internamente entre dos opciones.
Ya sabemos que esos son los momentos
en los que ocurre algo.
Me atrevo a postular que todo cuento,
escrito o por escribir,
describe ese momento.
Que lo que cambia de un cuento a otro,
no es más que el contexto, la historia,
las personas, el lugar.
Y cambia también la decisión.
En el cuento abierto,
el cuento que refleja los miedos del hombre,
el cuento de la persona tímida y mental,
usted decide ir por el camino seguro,
quedarse con la nota en el bolsillo,
dejar que la razón domine su existencia.
Vivir el resto de su vida
preguntándose
¿qué habría pasado si le hubiera dado esa nota?
En el cuento cerrado,
el cuento que refleja las pasiones,
el cuento de la persona emotiva e impulsiva,
usted decide actuar,
tratar de realizar los sueños.
Asumir los riesgos
y hacerse cargo de las consecuencias.
--
El mío es un cuento cerrado.
Y cuando llego,
me acerco,
te voy a saludar y usted me dice
"tengo algo para ti"
y me das esa nota
doblada, con esmero,
en cuatro partes,
prolija y perfumada.
Entonces yo no sé qué decir,
y lo único que se me ocurre decirte es:
no lo voy a leer ahora,
porque es feo
cuando leen enfrente tuyo
lo que vos escribiste
(como cuando empiezan a corregir
tu examen frente a vos).
Qué pasó después, usted ya lo sabe.
Todas las decisiones
tienen consecuencias:
algunas mejores, otras peores.
Qué decía la nota, mucho no importa.
Ya te lo debés imaginar.
Y la historia (aunque sí lo era),
no era de usted y yo.
Era la historia de los sueños,
de los miedos del hombre,
de la timidez y de la valentía,
de afrontar los riesgos,
de hacerse cargo
de las consecuencias de los propios actos.
Era la historia
de una nota
doblada con esmero,
prolija y perfumada.
3 comentarios:
Bueno, bueno...que me ha gustado mucho este post, por lo reflexivo, por lo cadencioso... y por lo Cortaziano. Una reverencia a vuestra pluma, y me alegra mucho que nos haya dado a leer esta nota perfectamente doblada en cuatro y sutilmente perfumada que ha guardado durante un tiempo en el bolsillo izquierdo de la PC.
a mi me gustó mucho. Me hixo acordar a momentos vividos, en que hice caso a ese tipo de impulsos. y sobre todo rescato ( y tal vez solo sirvan para) ese vértigo que se produce en nosotros en el momento previo a tomar la decision. Una decisión simple: una cosa o la otra. hacerlo o no hacerlo.
Me gustaría poder escribir mejor... disfruto mucho de leer estas cosas.
me encantó.
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