Siempre tuvo levante en Emesene
pero una chica de verdad, ni en broma.
Porque él era inmaduro como un nene
(también porque Internet, se sabe, es
soma).
En receso, digamos, estival
él viajaba por Gúguelmaps a Roma.
Si conjuraba en hexadecimal,
era porque el binario es tan --verboso
que el grito #cadabá
y el numeral
no evocan tal cromema gris verdoso.
Se metía en camisas de B varas
buscando con fervor a los famosos
en la vieja Gagool
y en Librocaras.
Ni Guandanara,
ni Yordano Bruno,
ni el cóndor
Yinyi Rinyi Bubamara
ni el protoatanatósofo Unamuno
sacaba de sus
cueris para afuera.
Escuchando la música de Juno
que los aqueos no me enclaban Hera,
tuvo la trágica revelación
de haber vuelto su mente una twittera
de un nauseabundo puaj de información
y zapping distractor y trivial llena.
Quiso sembrar la anticrastinación
con lecturas del Canon de Avicena,
el estudio del anglosaxofón,
el minucioso afán de la
Novena,
sacando las hormigas del malvón,
analizando juegos de ajedrez,
y curando en su propio hogar jamón.
No obstante los esfuerzos, cada vez
que el tipo hacía más y más y más,
se hundía en la ansiedad y en el estrés.
Ay, esta juventú va paratrás
chilló al saber del caso cierta vieja.
Yo me limito en esto a ser veraz,
no te pienses que tiene moraleja.
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