Dos seres mitológicos

I - El ojo en el ojo ajeno

En lo hondo del rumor sanguinolento
del Flegetonte, moran por centenas
oculópodas sierpes. Una pena
que licuado y carmín el atramento,

las plaquetas que ofician de alimento
en el fleboso cauce, el cuajo plasma,
los glóbulívidos como fantasmas,
y los eritrocitos suculentos

no aporten los nutrientes que la vista
requiere. Porque el suero es gelatina
que no contiene más que hemoglobina.

Tal es la afirmación del oculista

cuando la dieta de las que navegan
por el río que solve et non coagula
analiza, y al fin recapitula:
Es por eso que ustedes están ciegas.

Se solicitan dadores de sangre de cualquier grupo y factor RH para el río Flegetonte.

II - El miedo no necesita fantasía

También el baño del departamento
guarda una bestia atroz, de poco amena
facha. Siempre que tiro la cadena
le cruzo una mirada al esperpento.

Acecha sin descanso. Me hilodento
y me lavo los dientes, y él ahí,
como si me esperase siempre a mí,
con un tesón tan manso que es violento.

Su existencia es mi horrible pesadilla.
Reprocha los errores que cometo,
se burla de mi cuerpo sin respeto,
conoce mis temores y me humilla.

La esperanza es (se va poniendo viejo)
que se muera el engendro que me imita.
Cada vez que yo grito, el monstruo grita:
se burla desde adentro del espejo.

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