Femme fatal

Pensé que a mi amigo
se le iba la mano,
un día agarró y dijo "Hermano,

no hablés con la mina,
perdela de vista".
Como él es un cerdo machista

ni bola le di,
no quise escuchar.
En verso empezó a *sermoñar:

"La flaca contempla
con vulto sexual,
tiene algo de virgen vestal

con duplo sentido
que te hace putar
me tiene unas ganas sin par".

(Extraño dialecto
que él mismo encasilla:
"fabulo el latín de la orilla").

"La loba te clava
los de ella en tus ojos;
con vox de vení que te cojo

pronuncia (y sugiere
más cosas) un hola,
cavea auditor, que te viola".

Chapado a l'antigua
mi amigo, un ortiva,
pregona que la iniciativa

es cosa de "machos"
y siente al final
espanto de la femfatal.

¿O acaso era un truco
porque él la quería?
Me dije "yo sigo en la mía",

pelé los piropos,
me puse los guantes,
y así le metí padelante.

Realmente lamento
que un tiempo después
(me soplan acá "in medias res")

tuviera que darle
la triste razón
al ya mencionado chabón.

Guardaba esta chica,
la típica histérica,
atrás de su piel cadavérica,

oscuros deseos,
no sólo era garca
sinó qu'era propio la parca.

"¿Qué sos, pelotudo?"
decía la gente
cuando le miraba los dientes

de la calavera.
"¿Cómo es que te engaña?
No ver semejante guadaña..."

Muy tarde comprendo
por qué la capucha,
las manos más bien paliduchas,

por qué resultaban
sus muslos tan flacos
y gélidos sus arrumacos.

Yo me ne fregaba
en los tantos consejos
que entonces me daba mi viejo:

"Mirá que a esta piba,
que se hace la santa,
la tengo ya acá en la garganta.

Honrá la memoria
de, pobre, tu abuelo
que arriba nos mira en el cielo.

Es una asesina
y amiga del SIDA,
de vos lo que quiere es tu vida".

Algunos, muy pocos,
deseándome suerte,
"te banco", bromeaban, "a muerte".

Y yo, por mi parte
con ella salía.
El tema es que yo la quería.

Igual te confieso
que yo me asustaba
las noches en que me llamaba

mi novia y decía
"te paso a buscar",
o incluso "te voy a matar".

De a poco la cosa
se vio complicada:
estaba ella siempre ocupada

entre hambres y guerras
y pestes e inviernos,
ni tiempo tenía de vernos.

Yo muerto de celos
la vi alguna vez
con otro jugar ajedrez.

Un día ella dijo
"si bien me gustás,
lo nuestro no da para más";

así quedé lleno
de un solo deseo
(hace años que ya no la veo):

volver a admirar
su blanca belleza.
Por suerte tengo esa certeza.

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