Probablemente el lector ubique el principio conocido como la "navaja de Ockham" (en especial considerando el reducido número de lectores de este blog). El principio dice algo así: "la explicación más probable es siempre la más simple". Se usa en los razonamientos. Por ejemplo, si una vaca desaparece, las explicaciones más simples son "alguien se la robó" o "se escapó", mientras explicaciones más complicadas pueden ser "la abdujeron los extraterrestres" o "se la comió el chupacabras".
Hay otro principio, en algún sentido similar, conocido como la "navaja de Hanlon" que dice algo como: "nunca atribuyas a la maldad aquello que puedas atribuir a la estupidez". Por ejemplo, si un invitado rompe algo, uno puede pensar que lo rompió porque tenía ganas de molestar, pero la explicación más probable es que lo rompió por pelotudo y por error.
Este breve post tiene el fin de proponer una nueva navaja, que sería, creo, de gran utilidad para las relaciones humanas, y sería:
Nunca atribuyas a la maldad lo que puedas atribuir al sufrimiento.
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