Hay pequeños burgueses y oligarcas,
hay quien mendiga y quien no querés verlo,
famélicos que erosionan su sexo
con la chispa celestial de la náusea.
Hay urnas de zapatos del Pará,
ónice y candomblé, candil y negros.
Hay féretros de espíritus, y nietos
esclavizados por las mismas balas.
Ama y semilla de un reino aracnil,
sentido sexto insecto y gavilán,
todo pende de su hilo universal:
se afana día y noche en su tapiz,
el puerco panza arriba en el chiquero
y otros se pudren como perros muertos.
Bestia el Kromanthe mítica y voraz
descripta en epopeyas y canciones;
su apetito no tiene parangones,
come abstracciones: lo íntimo, el quizás,
u otros conceptos como el de "además".
Sus dientes no conocen de razones,
y en el caso de haberlas las dispone
como de un cuis las fauces yararás.
Dicen que se comió la buena suerte,
y por eso nos sopla el viento en proa.
Ojalá que esta tarde acuda y boa
meriende la agonía de la muerte.
Me apresura el Kromanthe a terminar:
viene a comerse el verbo redactar.
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