23-24

xxiv


Los hombres desnudos en la tormenta,
la lluvia cayendo sobre sus muslos:
ocasos y humedad, noches de engrudo
son desamparos en sus flacas piernas.

Inocencia totémica de cebras,
salvajismo pueril y hollín de súcubos,
el rumor torrencial en los arbustos
y la inquietud en las conciencias quietas.

Milagro rupestre, merma del agua,
camino que se pierde en la montaña.
El viento soplando sonidos huecos

entre las ramas de un almendro seco.
Refugio de pájaros y algazara,
pichón recién nacido en una rama.


xxiii


Dan cuenta del Carferis, legendario
elemental que avista el periscopio,
especialmente cuando inhalan opio,
los marinos por mares solitarios.

Confiere su presencia lo que copio:
la monoglosia, ese ignorar precario,
incompetencia o don involuntario
de no hablar otro idioma más que el propio.

Su imagen es la de un delfín mansito,
y es su aspecto, refiere el erudito,
fimusiforme, o sea de tereso.

Usá la lengua en la que estamos presos
antes de que el Carferis se despierte
o quedate callado hasta la muerte.


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