21-22

xxii


Alcirtán de las fábulas perdidas
que en lugar de pupilas tiene espejos.
Quien se mira en su nítido entrecejo
se convierte en su imagen invertida,

su copia especular, su fiel reflejo.
El antídoto y única medida
a fin, cuentan, de enderezar la vida
es mirarlo por medio de un espejo.

Un manco zurdo viendo al Alcirtán
se convirtió ipso facto en manco diestro
y el alumno de golpe en el maestro.

Los días que venían se nos van,
y hasta el dejar de ser lo que hemos sido
es un recuerdo más que será olvido.


xxi


Cuando el instante era algo permanente
y el pis humeante un cálido colirio,
me hundía en la ayahuasca del martirio
y se posaba el fénix en mi frente.

Hacía un frío que no había gente,
tu madre era mi madre, y el delirio
era un soñar los ríos de hidrargirio
que horadaban, tentáculos, la mente.

Y la tierra temblante, hoja de junca,
contestación que no admitía peros
de un consuelo que no llegaba nunca,

leía el chino básico, dragón.
Si no es amor lo llamo como quiero:
me niego a clausurar el corazón.


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