19-20

xx


La probóscide gris, los ojos fieros,
de alambre el pelo y cuádriceps de atlante,
fue la consecución de un elefante
lo que tatuó mis años más primeros.

Creciente alfanje de lunar acero,
perseguí sus colmillos deslumbrantes,
su piel y su marfil siempre cambiantes
semana tras semana, enero a enero.

Siempre elusivo, siempre transitorio,
siempre materia gris, siempre ilusorio,
corrí tras él como tras espejismos.

Brilló una llama dentro de mí mismo
cuando al desnudo contemplé el presente
y el elefante apareció en mi mente.


xix


Soledad funeral, la costa quieta,
fragmentos masticados por las larvas,
cadáver de la que besó tus barbas,
moldura escultural de pulpa y tetas.

Lino en mortaja, embarcación secreta,
orquídea frágil que el gusano escarba,
y una ola más en la incesante parva
del oleaje hematómico, violeta.

No hay tierra en la que sepultar tus restos,
tu cadáver frecuenta nuestros ojos
con la mitad del tronco descompuesto.

Te arrojo a la piedad de las espumas;
quizá el mar nos devuelva tus despojos,
laceraciones, hinchazón y bruma.


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