17-18

xviii


Superficie en que la luna se espeja,
tus córneas, crisálidas de mis días,
velo sutil, gota de la ambrosía,
contorno poligonal de tus cejas.

Y mi furia brutal tras de las rejas,
mi destrucción total y mi avería,
ruina de todo aquello que quería,
terremoto que pasa y que te veja.

Ahora piso la bosta recagada,
sube un aroma a pasto, y tantas vacas
se apiñan a la sombra de una estaca.

Fuiste mi firmamento y no sos nada.
Ahora la realidad es mi consuelo.
Saber que el cielo es solamente el cielo.


xvii


-Hola, Pablo. -¿Quién sos? -Soy yo: vos mismo.
Me tomé un vórtice hoy a la mañana,
vine desde el futuro a esta semana,
pero no vine para hacer turismo

sino para negar el fatalismo.
-¿A qué te referís? -¿Viste la anciana
vestida de capucha en la ventana?
-Sí, ¿y a qué viene tanto dramatismo?

-Sos boludo, es la muerte y viene a vernos.
-¿Qué hago? -Tomate un micro hasta Uspallata
y te ahorrás el pasaje hasta el infierno.

-Qué pelotudo, me olvidé la plata.
-¿Qué hacés acá? ¿No estás en la montaña?
¡Decí que dejé en casa la guadaña!


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