Mesina

Pendeja fantasmal de mis anhelos
que no consigues conciliar el sueño.
Ciertas angustias vienen a cernirse
como este jote que devora sueños.

Como esta noche que devora noches.

Una palabra te agarró pebete.
Te elevó por los aires colosal,
te agarró por el cuello hasta el final,
te dio de puntapiés en el ojete.

Doce inviernos apenas
azotaron los brazos de la niña.
El pulóver raído
no sosegó los vientos.
Ana exhaló fantasmas.
Fue trazando su aliento en la mañana
nebulosas figuras,
blanquecinos retazos, formas blancas.

Lo que está siempre está por extinguirse.
No se puede aferrar la juventud,
ni el amor, ni el placer, ni la salud.

A esta súplica irrísona y morosa,
a toda presunción de raciocinio,
las diluye el placer que un perro negro
tiene al descerebrar tu mariposa.

Niña de mis anhelos, ¿por qué lloras?
Tu porvenir es un ocaso eterno,
tu vida el cementerio de las horas.

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