Antes de que posar fuera en Rigel
la mirada Hiperión, antes de Sion,
del Sinaí, del Ponto, del Pelión,
de Afrodita dorada, de Babel,
antes de que el andar bajo este sol
fuese atributo propio de las minas,
antes de que emergiesen viperinas
las sierpes primigenias del crisol,
ya había La Criatura abominable
callada y en el Ártico fecundo
dormitando, remota, en lo profundo;
ya sus pupilas inconmensurables
acecharon trirremes. Y hoy te esperan,
con hambre de tus pocas primaveras.
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