43-44

xliv


Dice que don Juan Zorro un buen almuerzo
que andaba hambriento lo miraba al gallo
trepado en el ombú, siempre cantando,
y se le hacía de agua el morro viéndolo.

–Bajá, compadre, no guardés reparo.
¿No sabés la noticia? Es voz del pueblo
que esta mañana apareció un decreto,
–le mostraba un papel– bajá y miralo,

que promulga la paz entre las razas.
El gallo hacía como que contaba
mirando al norte: –Cin... seis... ¡siete perros!

Rajó el zorro como una catapulta.
–¡A ver, dale, mostrales el decreto,
mostrales el decreto, caradura!


xliii


Antes pensaba que era condición
necesaria del arte inteligente
exhibir rasgos autorreferentes,
como aquel haiku: "La circuncisión /

dolor hasta los versos." que evidente-
mente carece de último renglón.
Con el tiempo he cambiado de opinión,
por eso este soneto simplemente

no se analiza, ni recapacita
sobre sí mismo, ni es un meta-chiste.
Sé de un poema que una ilustre cita

de Quevedo concluye inoportuna:
"Sin recordar el verso que escribiste:
Y su epitafio la sangrienta luna."


No hay comentarios: