9-10

x


Rostro ceremonial de las canillas,
mordisco al corazón, ojos gemelos,
soledad harta, conmoción del suelo,
transformación del cosmos en astillas.

Renuncia inapelable en las rodillas,
investidura de los desconsuelos,
sortija laberíntica del pelo,
vigilia y día, noche y pesadilla.

Nació el dejo del bálsamo en tu aliento,
gacela muerta, lengua de las hadas,
y en tu voz el rumor de las espadas.

Fantasmagoria, luz del pensamiento,
tu memoria en los sueños reaparece,
transcurrir de un ayer que permanece.


ix


Los fuegos como príncipes de Omán
despliegan su pañuelo anaranjado,
su hambrienta rabia y trueno detonado,
su mórbido veneno de alacrán.

Niñez brutal de lava, de volcán,
bajo este pueblo chico y añorado,
que devora a su paso lo palpado
al través de tan ígneo talismán.

Me doblegué a tu ley inescrutable
por la arena incontable de tus plazas
y el aire cercenado por el sable.

Cuando la ardiente infancia finaliza,
secular pueblo, cauce de las razas,
se va tu nube y queda la ceniza.


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