La pisería del diablo

Jamás despreciés, guacho, si te ofrezco la nada,
ni permitás que auspicie la ausencia tus lamentos.
Volteá tu rostro informe de imberbe berberecho,
seguí pateando cuadras con la cabeza gacha.

En su transcurrir lento las hienas se agazapan:
acá empieza la calle que concluye en cortejos.
El cuento es un futuro y el ayer es un cuento;
la vida es una sombra que imprimen las palabras:

es fulgor de un relámpago y es la lluvia que amaina,
son platos que se rompen rayados por el uso
y un suceder de trenes que pasan y que pasan.

¡Embrión inconcebible que no sos más que engrudo,
jamás despreciés, guacho, la nada que te ofrezco,
si ni la vida es nada ni es nada el sufrimiento!

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