π²

Llegando a sus rodillas la blanca cabellera
de Lechuça recortan su ruta los relámpagos.
Pateando va arrabales con pezuñas obscenas
y brotan de su pico juramentos sarcásticos.

Allí es donde amó un búho y él no la quiso a ella,
donde el sándalo aroma callejones de sexo,
de maquillaje en plumas y cruces en iglesias,
café humeante en las tazas y el arrope del perro.

Rezó un quintal de cabras por el Pipito suyo:
otra vez, madre mía, la gravidez, la calle,
plegarias maquinales ahogadas en susurros,

la cama de adoquines, y el Pipito de sangre.
La Lechuça se duele, las plumas ya están negras;
escampa, y se aproxima la próxima tormenta.

No hay comentarios: