El fracaso de los títeres
—I—
–Voy a contarte Nenuco.
–¿Lo qué me vas a contar?
–Voy a contarte una hitôria
que me contó mi papá.
Mi papá Roquerralino
se vino cruzando el mar
cuando lo barcos andaban
a remo y a nada má.
Tanto remara mi padre,
sacó por brazo un chañar.
La epalda se le hizo dura,
de cuarzo la voluntá.
Mi papá fue un oso panda
que se vino de Catay
para zafar de la peste,
del hambre, de la humedá.
Ciento osos eclavizados
con ansias de libertá
viñeron bucar fortuna
pero ella no etaba acá.
Vino a eta tierra del Plata,
pensó que era literal,
se encontró con la suspresi
de que fuera basural.
Te preguntará Nenuco,
cómo llegó mi mamá.
Esa hitôria no la cuento,
porque en nuetra sociedá
el modelo de familia
sigue siendo patriarcal.
—II—
Los oso pensamo siempre
que la vida de verdá
nunca etá donde vivimo
sino en algún otro lar.
Por eso somo viajero,
jamá dejamo de andar,
por eso vino mi viejo
en dicha nave a embarcar.
Dicen lo títere sabio
que moran en el altar
que Degü labró los astros
y después se echó a torrar.
Degü por si no sabía
viene a ser una deidá
que dicen los aujereado*
supiera el poniente ornar.
Depué le hablara al oído
al Rey de Titeridá,
y a lo títeres enteros
ficieron así jurar:
que aquellos que no le diesen
al Rey de Titeridá
sus hijas y su riqueza
se lo devore al crepar
el Michús, un môuntro fiero
que mete miedo al junar,
mita y mita cocodrilo,
roquefores y ananá.
Juran lo títere sabio
que ê ciento por cien verdá.
—III—
Degü, quien pintara el cielo,
es una abstracta entidá
que sólo le habló al oído
al Rey de Titeridá.
Ya dichas estas palabra
nunca le habló a nadie má.
Por eso en honor al Rey
hicieron una ciudá,
y pa ecuchar al Degü
contruyeron un altar
en que lo títere sabio
lo intentan sintonizar.
Un día, la martioneta
viñeron a visitar
la tierra que gobernaba
el Rey de Titeridá
y viñeron con relato
de su remoto lugar,
el valle del Etantión
donde brota el manantial
de la má rosada lesia
que tú pueda sopechar;
donde lechuças gorjean
tras focos de albo llamear;
donde maêtro reunidos
saben bien filosofar
mientras peluches esclavos
los vienen a abanicar.
¡Qué fuera de martionetas
sin el don de esclavizar!
—IV—
Cuando llegara el maêtro
martioneta a chamuyar
sobre la mucha bondade
de con su gente trabar
in sæcula sæculorum
una fecunda amistá,
en la lengua de lo títere
fuérale Rey a ladrar.
Sonaba como mil pedo
que en simultáño al tronar
salió diparando el mae
como quien lo ve al Cheitán.
En eso baja del techo
y fue de casualidá
el mimísimo Degü.
Del Rey de Titeridá
apropincuóse a la oreja
y quiso así susurrar,
o al menos eso refiere
dede su lecho mortal
en sus autobiografías
el Rey que acabo 'e nombrar:
–Al pueblo de martioneta
que al mae quiso enviar,
pagos donde dulces lesias
vienen del piso a manar,
y en donde sabia lechuça
su trino suele entonar;
al pueblo de martioneta
–le dijo– lo detruirás.
—V—
–¡La martioneta ha venido
a nuetra etirpe burlar!
–dijo a la turba de títere
el Rey de Titeridá–.
–La martioneta son raza
deleznanda en su total;
detentan desde hace añare
del Etantión majestá
valles de ensueño, dorados,
que fueran mi propiedá;
rechazan mugrientas de alma
al que puso a Aldebarán
en el rincón de la noche
desde el que lumbre nos da*;
pervierten su propias hija,
no tienen moralidá,
se roban nuetro trabajo,
le pegan a tu mamá,
son dueño de lo negocio
má grande que siempre habrá,
y erutan que ni te cuento
cuando toman uvasal–.
Lo títere boquiabierto
por aquella novedá
se ragaban lo chitone,
se mesaban por acá.
Y la nata xenofobia,
la albergada mequindad
–¡Martioneta hija de puta!–
comenzaba así a aflorar.
—VI—
–¡Degü, mis títeres míos,–
así prosiguió el Rajá
–me dio la misión de al pueblo
de martioneta arrasar!–
Lo títere vitoreaban
enloquecido de atar,
como un perro de la calle
si le das para morfar.
Se les iban olvidando
su ratro de humanidá,
aunque nunca siendo humanos
êto no era de etrañar.
Perdió el títere el recuerdo
de cuando fuera rapaz,
se olvidó que martionetas
tienen hilos por atrás
y los títeres aujeros
pa poderlos manejar,
pero que fuera de aquello
(por adentro) son igual.
Porque etaban asutados
y el miedo te hace matar,
lo títeres exaltado
palos iban agitar.
Áhi ensillan los equino,
áhi van en la ocuridá,
soñando con martionetas
con alfanjes degollar.
Con recobrar Etantión
para la Titeridá.
—VII—
Cuando lo títere arriban
y van a Etantión sitiar,
la cosa no fue tan fácil
como lo era en su soñar.
Lo músculo fatigado
ni lo dejaban parar,
las barriga haciendo ruido
pidiéndolés de cenar.
La tenían los caballo,
los tenían hasta acá,
relinchando los kinoto,
relinchando sin cesar.
–No ê factible contruir–
rezaba un viejo refrán
–un catillo sin que el tiempo
corrompa, ya el material,
ya el cuerpo del arquitecto,
antes de finalizar–.
Ninguno se daba cuenta
de que "rey" ê nada má
que una palabra inventada
por lo que quieren mandar.
Por eso le hacían caso
al rey que ordenó atacar
porque supo convencerlos
que Degü le vino hablar,
porque etaban confundidos
entre verbo y realidá,
como si llamarla "Vida"
pudiera a Muerte burlar.
—VIII—
Resumiendo, en Etantión,
la cosas marchaban mal:
las catapultas y arietes
y máquinas de sitiar
presuponen resistencia
por parte de la ciudá;
en cambio frente no pueden
hacerle a la inmensidá
del valle de martionetas
salvaje y original,
que no admite geografías
ni su anchura mensurar;
que no conoce fronteras,
ni principio, ni final.
Allá donde fluye el Ñaco*
torrentoso en libertá
y esclavos peluche en cambio
bajo el yugo del feudal
pierden la vida sembrando
lo que no han de cosechar.
Así me contó mi padre
que al lo títere rodear
el valle inmenso de etante
se largaban a llorar,
se tomaban de las mano
y empezaban a entonar
himnos que evocan ayere
de su memoria ancetral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario