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-lIs-

Me estremecen: tu flor,
tu cintura escamosa,
tu sanguíneo licor, tu excelsa prosa.

Me estremece el primor
con que cuajan los meses,
y el latín de tu canto me estremece.

Me estremece, sirena,
la pena con que cantas:
me anuda como un nudo la garganta.


-kIIngs-

Acabado el encuentro de barajas,
el juego de ajedrez, dados e tablas,
con languidez torácica
expiró el carnaval.
Su algarabía de cartón pintado
tosía una sonrisa terminal.
Se organizan las masas
de antifaces ficticios.
El rey vuelve a ser rey. Febo, Dionisio.


-sIIIze-

Grande será el dolor de quien te mande
cuando al grande poder de tu opresor
grite tu grande vozarrón mejor
que lo grande es inmensamente grande.

Es tan grande lo grande que lo grande
mismo es más grande que lo grande mismo;
más grande que el más grande cataclismo,
que la grandeza del grandor más grande.

Y te engrandecerá tu grande pieza
cuando a lo grande opongas lo más grande
que encarnás con grandiosa sutileza:

cuando lo grande pongas en la mesa
y el glande grande, grande, grande, grande,
contraste con mi grande pequeñeza.


-cumulonIVbus-

El mundo me figuro dos cielos espejados:
el mar es el de abajo, y el otro es un enigma.
De vez en cuando enfoco los cirros con la vista,
y ese instante, al instante, ya quedó en el pasado.

No tengo más las cosas que en otro tiempo tuve,
o al menos he perdido la ilusión de tenerlas,
todo nace y se borra como una primavera
y aún nos queda el consuelo de mirar esas nubes.


-Vsentidos-

Si olfateases mi aliento o si lo olieses,
si mirases mi vida o la observases,
si escuchases mi voz o si la oyeses,
si palpases mi piel o me tocases,
si gustases mi boca o la supieses,
y orates impertérritos soeces
u hostigadores viles montaraces,
vinieran a decirte, mi pistinga,
que el diario no te miente,
desenterrá las bombas
y aprovechá el principio de explosión.


-precVIco-

Por ese no sé qué de la alborada
al que loás en fumancheras coplas
cuando suenan así, tin tin, los dracmas,
y en tu címbalo un cúmulo hay de notas;

por ese qué sé yo todo tachado
con crayolas rojizo bermellón,
y aquel okey anglosajón que el bardo
sabe al tuntún soltar si tu reloj

así lo indica: dame una cebolla.
Una cebolla por las dudas íntima,
porque así la metemos en la olla.

O un recuerdo del año ochenta y cinco
que me induzca a llorar como hizo el SIDA
cuando te quise visitar, amigo.


-noVII-

No nos vengas a hablar de nuestra muerte:
de la muerte ya estamos enterados.
No vengas a decir que estás cansado
si te cansaste de la buena suerte.

No vengas a pedir que me despierte
¡si soñar es mi sueño más soñado!
ni vengas a decir que estás callado
si te abstenés, hablando, de abstenerte.

No vuelvas tuya mi razón omisa,
ni certifiques nunca lo maldito,
ni te mueras muriéndote de risa

que de risa se mueren los payasos
y a vos te necesito así: vivito
y coleando como un zapatillazo.

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