La contraseña perdida

En el sueño de anoche, buscando qué incoherencias,
congelado,
el mar era tan frío que te yeló los huesos,
los ovarios,
o quizás un testículo.
Gozar, sufrir, dolerse no son más que procesos
incansables,
mentales, que definen tu efímera existencia
de bovino.
¡Pase al pasado, pase a la máquina de Crono!
conminaba
aquel letrero torvo de la quermés barrial
olorosa.
Allí un gorjear remoto de caburés errantes,
anecdóticos,
que harán omiso caso de tu haber sido antes
ser humano,
alborotaba helechos. Y tu testa de mono
pretencioso
cayó en el horizonte de las aguas llamadas
Panthalassa.
Morirá entre ammonites de eones antiquísimos,
devónicos.
Serás un fósil, nafta, coníferas y sombra,
ranforrincos,
y quemarás el karma entre pistones, carros,
o bujías.
Reencarnarás entonces en la piel de un jurel
escamoso
o probarás ser paria, y en Benarés mendigo
siempre el hambre.
Sería interesante ver tu mente desnuda
frente a frente
y al ir por el camino tropezar con el Buda.

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