No habrá quien nos expulse de esta pieza,
la de la lesia dulce, el almohadón
perenne, que el marino Guareguón
avistó, dando fin a aquella empresa.
Nadie podrá borrar de mi recuerdo
el valor de una estirpe de conejos
que escalando basura y diarios viejos
separaron al Ñeco de los cerdos.
¡Pieza mía! Hoy en día tu baldosa
maculada de sangre de mi hermano
sufre mi sufrimiento silenciosa.
El día llegará, Edredón permita,
que cortes los amarres de tus manos:
¡el sueño que soñara la perrita!
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