El intervalo entre los eventos



racionalización de asesinato

Si por causas fortuitas o plañadas
sacrificar tuviéraque al Nenuco,
fuera su eunuco fiel, su desposada,
su sodomita ingrato, su archinémesis,
su Abel en el relato aquel del Génesis;

si el sicótico vicio de venganza
de su mansa templanza lo expeliese,
y la pulsión bancar no consiguiese
de de plomo llenar toda su panza;

o si catalizar de su persona,
por estéril, cipayo o vendemæse,
la ausencia fuese cosa meditada,
para en la fosa hurtarle la corona
y gozar de su amada voluptuosa;

dígasé que el Nenuco está decrépito,
sépasé santo, salvo, su Mesías,
quien va a darle por ano el sacramento:
erigir monumento a su memoria,
consolar su lamento y letanía,
elevantar su ehspíritu a la gloria.
Si, total, ¿quién amó su vida plástica?

Expíe así el tenor de tal desgracia
y oblígueló a implorarle la eutanasia.


una esperanza o no

Cuando de canas se te enllene el vello púbico,
cuando te achaque a la final la incontinencia,
    cuando tus piernas se marchiten,
    cuando envejezcas sin arreglo,
cuando el pasado en unas sábanas enjugues;

cuando ya no te me levantes de la cama,
cuando la fiebre te achicharre la memoria,
    cuando te olvides de qué fuiste,
    de las imágenes que viste,
de tus hermanos, de tu casa, de tu nombre,

tu lengua seca igual beberá el agua,
el aire igual elevará tu pecho,
poblará el fuego de color tus sueños,
será de tierra una vez más tu cuerpo.


querer odiar

Antes de dispararte como se mata a un chivo,
compartimos los teses que lo nuestro sellaron
bajo la sombra negra de unos pocos gomeros.
Querer odiarte, piba, fue mi violento oxímoron.


la amenaza del oso

Soplando el humo que exhaló el revólver
le disparé a los pieses del Jogitu.
"Baila" imprequé, y el infeliz bailaba
como un mono de circo.


la memoria de los títeres

De pálidos cabellos
los títeres entonan
sus épicas canciones,
las manos alborotan.
Sus memorias abarcan otras eras geológicas.


el zombi de llavallol

La cosa empezó parece
dijeron en canal trece
con una intrahospitalaria.

Otra que lepra en Samaria,
la cosa se puso fea
cuando la Peste Final,
la bautizaron algunos,
diezmó Ezpeleta, Martínez,
la Capital Federal.

La culpa dijo el Ministro
no es cuestión de repartir,
lo que importa es prevenir.

Cuando la gente se entera
de que se puede morir
(como si eso fuera nuevo),
será para practicar,
se empieza a morir de miedo.

Escuchan casos de enfermos
que dan por televisión
y les agarra un cagazo
que les pesa el pantalón.

Y encima de la salú,
la gente se pone mala,
si te sonás la nariz
capaz ligás una bala.

Si viajás en colectivo
cuando la gente está loca
te pueden mirar torcido
si llegás a respirar.

Suele ponerse agresiva,
será una cuestión innata,
de presión evolutiva,
cuando hay algo que los mata.

La gente usaba barbijo
no fuera a ser que los hijos
enjaulados como presos
en una cárcel de alcohol
conocieran, Dios nos libre,
el mundo de carne y güeso.

Un enfermo gimoteaba
que se cortaba la pija
si no le daban un pan
para calmar esa lija.

Nadie le tiró ni un palo
lo dejaron estarvar.

Y la muchedumbre humana
no se quiso ni acordar
si el tipo que se moría
era chorro o policía.

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