Nada me aniquiló de tal manera
como enterarnos una primavera
de cierta enfermedad que no se espera.
De la inminencia de tu calavera.
Aflicción que la vida saca afuera,
lastima cuerpos y ánimas ulcera,
que te volvió del mundo forastera
y de una cama fue tu carcelera.
Se me grabó una risa tuya, austera,
sin pensar que quizás ya más no hubiera,
que desde el fin quizá era la primera.
Y por qué habrá de ser que me vulnera,
cuando de esta verdad nadie se entera,
el darme cuenta de que un día muera.
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