Rompe paga

Cuando prendo una vela me acuerdo de vos. No digo una en particular, digo alguna cualquiera. Es ese tufo del pabilo, Vera. Aquella vez que la vela no aparecía y vos que Sanantoño, Sanantoño, Sanantoño. Yo bromeaba con la regresión infinita de prenderle una vela al santo aquel para que nos ayudara a encontrar velas.

No sé qué ideas pasarían por tu cabeza, pero siempre me decías no creo ni dejo de creer y también no creo en Dios, pero creo que hay algo. Fueras creyente o no, eras magistral en la hipocresía.

Recelé a Sanantoño, don. No sé, Vera, por qué me tratabas de usted. La verdad es que yo sólo prendía velas cuando saltaban los tapones. Pero relajesé, hombre, haga Om, Ohm, Hom. Con tres palabras solas sacabas a refulgir tu erudición; filosofía oriental, electromagnetismo y teoría de categorías. ¿Relajesé sin ascensor? ¡Bráse visto! Once pisos por escalera y ahí te quiero ver. Once pisos upon a time.

Después de los ciento cincuenta peldaños no sabés cómo te dolía todo el culo al otro día. Pero lo importante es que vos me enseñaste a apreciar otras cualidades de las velas, ulteriores a su encarnación cotidiana como luz de emergencia. Por ejemplo, de vez en vez me daba ese dolor agudo en el vientre bajo que, de haber sido yo mujer, habría afirmado sin dudarlo que se locaba en mis ovarios. Vos me decías que debían ser gases y prendías una vela. Vos y tu superchería. Las brujas no existen, pero que las hay las hay.

También estaba el otro dolor, esa tensión magnética que me mata los incisivos, la sensación de un plato volador marciano que me quiere abducir el nervio. Me mirabas dormir y yo me masticaba los dientes (bruxismo). Siempre tratabas de darme de tomar esos placebos florales y alguna vez accedí, pero.

Eras distinta Vera. Por lo general las personas se clasifican, de acuerdo a sus preferencias estéticas, en las clases so-called "grasa" o "snob". La gente grasa tiene mal gusto y punto, ni siquiera se lo cuestiona. A la gente snob, en cambio, le importa mucho tener buen gusto, tanto que les importa más la pregunta "¿debería gustarme?" que la pregunta "¿me gusta?".

Vos no eras delicada, ni selectiva: eras plenamente consciente de tu crasitud, te jactabas de ella. Cuando a vos te venía, gritabas vino Andrés a todo cuello, y mi vergüenza ajena no te daba otra cosa que deleite. El mal gusto te resultaba apasionante y lo cultivabas con devoción.

Los artistas mediocres, me decías, aborrecen el plagio, celosos de su creación. Los grandes artistas aspiran a ser plagiados. La existencia del plagio es el testimonio más sincero del valor de una obra, la única manera de que esta trascienda. Ese razonamiento tan de cotillón (en esa época no sabías demostrar por inducción) era una versión de vos en letras.

Yo trataba de refutar tus argumentos usando la lógica, que siempre consideré mi punto fuerte en las discusiones, y preguntaba: también hay gente que plagia a J. K. Rowling, ¿pero realmente estarías dispuesta a aceptar que eso constituye una prueba de la magnitud de Harry Potter y la Piedra Filosofal? Vos te limitabas a responder no creo ni dejo de creer o, a veces, no creo en Dios, pero creo que hay algo.

Nuestro juego favorito, Vera, era jugar al cuervo invertido (The Inverted Raven), obra teatral improvisada innúmeras veces, cada vez con alguna variante o vuelta de tuerca. En la versión canónica, yo representaba a un tipo que está leyendo a altos minutos de la noche, tratando de calmar el dolor que le ocasiona la reciente defunción de su cuervo. Entonces vos tocabas a mi puerta y te quedabas conmigo para siempre, torturando mi alma en pena.

La improvisación se había originado en un comentario tuyo, porque vos pensabas que los matrimonios no podían durar demasiado sin convertirse temprano o tarde en El Cuervo de Poe. Una diferencia no muy relevante es que en lugar de decir Nevermore decías Bructipún. Nunca supe si esa palabra la sacaste de alguna parte, en Google no aparece (más que en el blog de Pablo).

Cuántas veces, Vera, me entretuve con la idea de la dulce venganza. Cada vez que me traicionaron, pensaba "cuando necesite algo de mí, minga que se lo voy a dar". Cada vez que no me dieron bola, pensaba "cuando quiera estar conmigo, le voy a decir que no". Pero la persona que te traicionó nunca necesita nada después. La chica que no te dio bola una vez nunca te va a dar bola. Vos creías en el equilibrio o quizás en la justicia divina, pero en la vida real no hay balances. El cagador se termina saliendo con la suya. Y vos pensás que mi visión es catastrófica, porque creés que el balance es indispensable. Yo no creo que lo sea.

La gente no sabe cómo nos conocimos. Nunca lo contamos porque nos daba vergüenza. Bah, qué te iba a dar vergüenza a vos, que ibas a la panadería en camisón y con un bonete de hada. Pero a mí me siempre me dio no sé qué tener que admitir que había tocado fondo. Esa vez fue la única, y me sorprende pensar que el resultado fueron todos esos momentos, incluyendo esta tira de palabras.

Entonces, Vera, ya eras bonita como siempre, aunque tu mal gusto lo estropeaba todo. Ibas pintarreajeada como una zorra (me refiero a una puta) y ostentabas tu tatuajecito kitsch toscamente terminado. El color de la tintura discordaba incluso con cosas que no estaban en la escena, a varias cuadras del lugar. No sé quién habló primero, porque sólo ahora me parece relevante ese detalle. En ese momento no sabía que el recuerdo iba a durar tanto, ni que iba a ser tan importante. Siempre pasa lo mismo. Estimo que fuiste vos la que habló, porque yo antes de hablar medito cada palabra; no habría olvidado mis titubeos. Me llamó la atención tu manera de hablar. Siempre tuviste el registro de una persona varias décadas mayor que vos. Tenía algo de ridículo o aterrador ver a una mina de ¿cuánto tenías, treinta? hablando como mi tía abuela.

La segunda vez que nos vimos fue también casualidad, una madrugada en la que yo iba cabeceando en el 152 (estaba re cansado). Me dolía la oreja derecha de doblar el cartílago contra el vidrio. Ese día empezó "lo nuestro". No sé muy bien cómo fue, porque siempre me pareciste sumamente desagradable. No digo que yo tenga buen gusto, pero lo tuyo espantaba a cualquiera, daba la imagen de una persona totalmente distinta de lo que sos.

Él siempre estuvo celoso de nosotros. En esa época yo creía que le gustabas vos, que quería deshacerse de mí. Hoy estoy bastante seguro de que era al revés el asunto. Ya sé que todos le decían "puto", pero nadie hablaba en serio. Me gustaría saber cuál será el porcentaje de profecía autocumplida en esos casos.

Este post era solamente para decirte eso. Que cuando prendo una vela me acuerdo de vos.

5 comentarios:

David Gálvez Casellas dijo...

Sigue escribiendo.

P dijo...

Supongo que es una especie de "siga participando".

Jaja.

Saludos y gracias por "pasar".

Anónimo dijo...

Que complicado eres

Soy Otro Tu dijo...

pero me gusta tu vision

caro o nela dijo...

ho... las velas, gran dilema son las velas... que lastima que no creas en el balance, sin embargo existen las balanzas y eso no me lo podes negar. La cuestion esta en saver poner correctamente las velas en la balanza y en el mal gusto esncontrar el orden que hace que eso sea de mal gusto. encontrar el balance en el orden de lo desorganizado colocandolo todo en tu balanza de lo que es el mal y el buen gusto.

un abrazo... si queres pasate por nuestro blog
http://www.noctambulainvisibilidad.blogspot.com