Fina extendés de porcelana queda
las yemas de tus dígitos longísimos,
gesto de muda y munificentísimo,
e indicás, luna, un almohadón de seda.
Tu labia ausente: todo es una foto
de tinta roja, blanca, del Japón,
pagoda edificada de cartón,
por si las bocas, por si maremotos.
Se tensan delicados los tobillos,
y se enreda en las vueltas de tus trenzas,
tus blandos muslos, tu chillar de almejas,
intenso olor, desorbitados ojos,
y te envuelve en espasmos el abrazo,
pulpo gigante que succiona vulvas.
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