Call-by-need



–I–

Escúchame, Nenuco,
Nenuco Nenuquero.
Escucha mis palabra
que es un asunto serio.
El padre del Jogitu
en catre yace enfermo;
los médico no pueden
callarle los lamento.
El viru que lo aqueja
no admite de remedios:
sufrió ya largos mese
larguísimos tormento.
Un día va perdiendo
sus plásticos cabello,
se doblan sus oreja,
no va ya más de cuerpo.
Despué se van cayendo
los diente por el suelo,
le crecen las tonina,
se olvida los recuerdo.
Los médico decían
tocándole el pescuezo:
este hombre ya no vive,
este hombre ya está muerto.
Al padre del Jogitu
ya se lo llevan tieso
en rígidas camilla
camino al cementerio.
Rodearon de amapolas
su blanquecino cuerpo
Lechuças de celeste
con pálidos chambergos.
Entonces vino Roque
que soy un oso bueno,
y repartí pastillas
Rocuco® entre los deudo
a cambio de sonrisas
y de unos cuantos piezo.
Y oliendo los perfume
de aquellos caramelo
el padre del Jogitu
así a la vida ha vuelto.



–II–

Los pájaros cantan,
los pájaros cantan,
los pájaros pájaros pájaros pájaros.

Los pájaros cantan,
los pájaros cantan,
los pájaros pájaros pájaros pájaros.



–III–

Acá somos todos negros
¿acaso vos no lo ves?
Igualdad entre las razas
mis cojones treinta y tres.



–IV–

¡Quién pudiera agarrar este momento,
guardarlo para siempre en una caja,
tener una certeza!
La realidad nunca te firma nada.



–V–

Niña de ojazos tristes
y de cabello rosa.
¿Por qué insistís en bautizar la cosa
que está creciendo adentro de tu vientre?
Si carece de pelos y de dientes
y no sabe lo que es el castellano.
Si sus cejas son copia de las tuyas,
si sus manos son copia de tus manos.

Cuando esa parte a la que nomenclaste
se divorcie por fin de tus entrañas
habrá guadañas.



–VI–

El agua azul
la sangre roja.
Lo que se moja:
la talamárata.

La talamárata,
la talamárata,
la talamárata,
la talamárata.

La talamárata
¿dónde va a dar?
Agua en el agua en el agua del mar.



–VII–

Atale los pieses, atale.
Atale el ojo YA, que se le sale.
Si adoptases un pibe, ñeña o ñeñe,
no lo dejés soñar
y, en vez, ponele
los pies sobre este suelo infértil, árido,
las tildes en las "e"s;
sobre las eñes
tachale virgulillas.

Atale el alma al barrio, hijo de mil,
con el cordón añil de la vereda.
Y anclalo con angustias
que no lo dejen levitar.

Y si alquilás tu vientre,
y si renace el renacuajo,
y si seguís encadenando prótasis,
y si aflora en los dientes de tus labios mayores,
y si tenés al tiempo que llenarlo de flores,
y se apagan sus ojos como televisores,
será que está maldito el puto mundo
será la muerte de nacer el undo.

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