Romancero peluche



Romance del oso y el lacayo


El oso pergaminero
de naturaleza ruin
supo prender al Jogitu,
al Jogitu carmesí.
El Feskito y la Lechuça
miráballos combatir:
ya mirábalos Lechuça
con ojos de yo no fui,
y de ojazos compasivos
mirábalos el jorguín.
La tierra partida al medio
no pudiéronla reunir,
ciertas hay enemistades
que es inútil dirimir.


Romance del Nenuco que partía


Como el higo de setiembre
que tasa el almotacén,
el trigo descabalado
segó el Nenuco à la mies.
Los dientes leche, calados
un dentrífico a la vez,
el pelo desalmenado
del harto ansina correr.
¿Cómo fue a surcar Lechuça
su camino de escamel?
¿Qué ñeco se le interpuso
con parla de ugrofinés?
Las martionetas labraban
a la vera del vergel.
Un títere aceitunado
surciendo en el sardinel.
Nenuco que no volvía,
Nenuco que se fue ayer.
Nenuco que ya no vuelve,
Nenuco que no ha volver.


Romance del Nenuco Nenuquillo


El Nenuco Nenuquillo,
muñeco de nuestra pieza,
con una bala en el vientre
volvió de la biblioteca;
le duele con voz de plástico
el tajo de la su pierna,
le duele que su ojo ciego
no pueda ver las estrellas.
Lo viera el oso maligno
que lo mandara a la guerra
y refiriera estos dichos
con voz de celosa felpa:
» Oh, Nenuco Nenuquillo
muñeco de nuestra pieza
la lámpara poderosa
dictado ha ya tu ceguera.
» Medalla no habrá que supla
lo que quitó martioneta,
no habrá quien vuelva a tu mano
lo que has perdido esta vuelta,
ya Nenuco Nenuquillo
muñeco de nuestra pieza.
Diciendo así el oso fiero
dentróse y cerró la puerta.


Romance del llanto del oso


La Dayana Dayanera,
¿cuántos hijos tengo yo?
Tres hijos de la perrita
y uno es blanco como el sol,
tres hijos que hizo Feskito
salir de la nuestra unión,
dos hijos de la Analeta
que nadie reconoció.
De los dos es uno muerto:
la peste se lo llevó;
fui a verlo en el cementerio,
llevárale de una flor.
Lo viera al otro su padre
pidiéndole de a un Muñón
y no pudiendo ayudarle
por única vez lloró.


Romance del chamar


El bosque de bruscas hojas
de bruscas olas el mar,
chamaron al buen Nenuco
que fuera letificar.
Chamaron a buen Nenuco,
buen Nenuco fue chamar.
Ya sonaron las bocinas,
ya llamaba la ciudad
que volviera buen Nenuco,
volviera letificar.
Buen Nenuco no volvía
se adivinaba jamás.
¿Dónde camina Nenuco
dónde sus pasos marchar?
Al bosque de bruscas hojas,
de bruscas hojas al mar.


Romance de la tierra acolchada


Cruzando los urututus
se esconde ciudad murada
donde hay la risa del ñeco,
donde el incienso y la santa
doctrina ventiladorum
loor rinden a nuestra lámpa.
Ciudá abundante en manjares,
en veredas y anchas camas:
en tapices recamados,
en de lino gruesas mantas.
La lesia de allá es tan dulce
como dulces mil guayabas.
Los ñecos de siete velos
danzando van suyas danzas
y hace el iris de jabones
frondosa espuma en las zanjas.
Un sinfín de patotrayos
se deja escuchar al alba.
La doña buena Lechuça,
sobrevuela las frazadas
y examinando los yuyos
extiende sus alas blancas.
Cruzando los urututus
más allá de la ventana,
la estopa sabe alegrarme
la tierra de la almohäda.

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