Ankou

La mujer que paría un bebé por día

Cuando esculpió el cincel tu fiel retrato
bajo el sol presocrático de Lerna;
cuando Amón se extravió en tus magras piernas
y sometió a tu piel su virreinato;

cuando sembró tu vientre de almas tiernas
seducido por tu ánima de gato
y, franqueado el hierático arrebato,
se sumergió en la placidez eterna,

fue por tu mano su existencia herida:
de ardiente fuego en llama consumida,
por arte de la daga, transformada.

De doble oficio, madre y homicida,
tu labor de parir le dio la vida,
tu labor de matar lo dio a la nada.