Pedazos de lo que no se puede agarrar
– 0 –
Eras la única cosa que me mantuvo vivo
como un fuelle que me insuflaba el tórax.
Barajé tantas veces la asfixia y el olvido,
la ausencia del oxígeno,
la extinción terminal de las imágenes
salvo ese resplandor agonizante del coletazo último de la actividad neuronal.
Soñé con la paz negra de precipitarme al abismo:
¿qué motivo quedaba para seguir girando
más que la ilusión tenue
chiquita de luciérnaga en la noche,
de mirarte crecer hasta hacerte un hombre,
de trenzarte largamente las trenzas del cabello,
de saberte mi príncipe y mi princesa y esa luna que supo cabalgar en mi adentro?
Ahora que en esta pieza donde un día
se durmieron para siempre tus manos
hallo la ausencia eterna de tus párpados,
el corazón abierto desborda de un torrente de pinchazos,
hay algo que se quiebra en mi garganta
como un puño estallándome a piñas las ventanas.
Habré de mantener aunque me duelan levantados los brazos,
seré lo que contempla la proyección continua del presente.
Seguiré levantándome: tendré que cultivar la sabiduría
del sol que se levanta tras los anocheceres.
– 1 –
Ella que tomaba la sopa con una cuchara de alpaca
y preguntaba por qué llueve y por qué las nubes son blancas;
ella que redactaba tortas de barro fresco del desagüe
y que remendaba la ropa de las muñecas de mi madre;
ella que se hacía las trenzas, y saltaba a la soga en la escuela,
y quebraba la punta del lápiz, y trazaba rayuelas:
ahora me miro en el espejo: ya me sangra en el vientre la luna,
ya secretan la leche mis pechos, ya me escondo del cielo desnuda.
La brisa nocturna refresca la casa que un llanto estremece en secreto,
la ilusión de mis ojos de niña rompe un pacto que hice con el silencio.
No supe que mi propio cuerpo será una fosa,
que las estrellas están lejos y no se mojan.
Y no supe que un día los cuerpos de mis padres,
ya con las cejas blancas y el rostro desecado como las pasas,
se desplomarán en mis brazos, desarticulados como muñecos.
Se va la vida y el abrazo hueco. No supe que el presente
era una cosa transitoria que no podemos aferrar.
Nada se posa en nuestra mano. Todo al final se va volando.
El mundo es mucho más extraño de lo que puedo imaginar
y hay una luz crepuscular que pende sobre nuestros años:
es el llamado de la tierra que nos convoca a regresar.
Está aquello que nunca se fractura y aquello que se puede fracturar.
– 2 –
Mágicamente todo se está quedando quieto:
se oye sólo la marcha de los relojes en los dormitorios monótonos,
y el rumor apagado del motor que se aleja de un vehículo solo,
y, apenas perceptible, el ladrido sepulcral a lo lejos de un perro en una iglesia.
Con falanges fantasmales de niebla se ha apoderado el sueño de la vacilación sutil de tus labios,
y la lenta respiración del gato se acomoda en la mesa y entrecierra los párpados con fuerza.
Ahora la ciudad duerme, y la luna mengua,
y en cambio se despierta en el misterio de la helada soledad de la noche
la vigilia parpadeante del búho.
Debido al simple acto de la fecundación de una célula,
a la insignificancia del giro que describió una circunferencia en el aire,
se multiplicaron en miniatura mis circunvoluciones cerebrales en la quietud amniótica del útero.
Ahora soy esta sombra que se desenvuelve en la noche,
esta conciencia inmóvil entre mis sienes que percibe su propio reflejo oblicuo
en la plateada lámina del espejo.
La arcilla está rajándose y el llanto nos inunda a través de la fracturada garganta,
y arrancamos los cachos descascarándose de la máscara ciega que nos nubla.
No sé cómo explicártelo pero en realidad ya estamos muertos.
– 3 –
Tendremos que aprender a despedirnos,
porque si esta presencia que ladra y que maúlla
volverá a ser un amasijo de pelo ensangrentado,
y la carne del cadáver pudriéndose,
y la mirada inmóvil del hocico de un animal sin vida y en el barro,
y si los cuerpos nuestros volverán a ser nada,
la herrumbre y el silencio,
o apenas el desfile macabro de unos húmeros,
como una pesadilla embalsamada,
no voy a conseguir descifrar nunca quiénes fueron mis padres.
El inquietante enigma nos arremete de la inminente ausencia de las cosas.
Pero sé que en realidad no hay enigma:
que la vida es un devenir continuo de atardeceres
y el vago flujo de las percepciones.
Elevo al cielo abierto la plegaria, con sumision hiératica la aguja
que desde tiempo inmemorial me aguarda
y me perforo el pecho a cuchillazos.
Más tarde o más temprano me oxidaré definitivamente:
por fin, lo pisoteado, por fin se asfixia.
No voy a estar presente más allá de la noche.
Si confundo mi identidad y mis días con el vano ejercicio de mi conciencia,
con lo que va a dejar de estar vivo,
si me sigo aferrando a lo que cesa:
tendremos que aprender a despedirnos.
– 4 –
Más extraño que un oso de peluche a caballo. (Proverbio martioneta)
Roque y su espada de paño
montan un corcel de felpa.
Las herraduras de trapo
sobre sábanas resuenan.
Rompe el almohadón en llanto
con su predicción funesta,
y un ángel de muerte y barro
tiende sus alas violetas.
Laten las plumas del pájaro
como un corazón de ciénagas.
¡Roquerrós de medialuna,
Roquerrós de miña terra!
El ángel quiso advertirte
la amenazante presencia
marcándote en el camino
su telaraña de estrellas.
Roque mira que en el cielo
se alza un círculo de piedra.
Las horas de madrugada
se hacen pesadilla y niebla.
Algo sin nombre y sin cara
lo mira en la noche negra.
Estampida de las aves
y tronar de la escopeta.
La mañana se persigna,
la helada otra vez despierta.
Una flor ensangrentada
se pone de pie en la hierba.
– 5: Visión del huésped sobre su propia muerte –
Hay un huésped que anida en el interior de mi carne con su monóculo,
un corazón postizo que me late todavía más adentro que el adentro del pecho.
Un animal mecánico que, a falta de la navegación por estrellas,
determina mi latitud exacta bajo la bóveda del firmamento.
Ángel como una rueda de fuego bíblica
que con su número infinito de ojos
enciende como brasas en mi corazón las palabras
y me ofrece un atisbo vertiginoso de las innumerables visiones
que ha de experimentar a través del tiempo
el ojo universal.
Encarnación de un símbolo maléfico que se retuerce y tiembla
y cuyos alaridos interrumpen mis sueños y mis vigilias,
y que fue diseñada matemáticamente para el sometimiento de mi destino.
Es válido indagar únicamente en la naturaleza de verdadero
de los juicios dotados de noción de evidencia verificable.
Y así los pensamientos que entretengo se hallan condicionados
por aquello que es conveniente al huésped.
Me rindo en este acto ante los pies del huésped que me esclaviza.
– 6 –
Con tu cara lampiña,
con la timidez de tus ojos,
con la colección de retazos del tiempo que te forma
fuiste haciéndote un hombre,
hasta que al fin pude tomar las manos ásperas que me dabas,
y encontré en su firmeza la franqueza y la robustez de los árboles.
Me entregué a la ternura de mi nombre diciéndose en tus labios
y a la fraternidad de tu abrazo.
Una vuelta me diste en un relicario el corazón gigante de una tortuga
y supe perpetuarlo con la devoción de un latido,
pero no te dije palabras sino que dejé que te marchitaras,
y traté de construir un refugio en el que no se proyectara tu sombra.
Hace casi ocho años que estoy muerto
y ahora es mi propia sombra la que cubre como una nube la desolación de tus días.
Ya sería momento de que aprendas a no dejar que aflore mi recuerdo:
ahora que nos chocamos de cara contra la realidad de que serás padre
y el temblor ancestral de una hoja al viento te recorre como un cordón umbilical el cuerpo.
Las hormigas que alguna vez mirábamos fabricar sus montículos en el patio
siguen edificando sus zigurats con símbolos en una lengua muerta,
las columnas de templos dedicados a sus formiciformes deidades
(de infinitas cabezas, y barba ensortijada, y pezones erectos en las tetas).
Y en cambio la simétrica hermosura de una mariposa naranja
como ese frágil pétalo que trazan las comisuras de tu vulva
agita las antenas igual de frágilmente
sobre la decadencia de una ciudad en ruinas y la contaminación de las fábricas.
– 7 –
hoy vuelvo a reivindicar el derecho de mi nombre adelante de tu nombre
hoy se empieza a despejar la humareda de la incineración de tu cuerpo
hoy vuelvo a ver atrás de tu espejismo mi verdadera cara en el reflejo
hoy se desvanece tu efigie como un velo rasgado detrás del que se aparecen nuevos recuerdos
hoy al fin nos declaro clínicamente muertos en la contradicción de querer tu abrazo pero elegirte lejos
hoy vuelvo a pernoctar en la incertidumbre de la ausencia del tiempo
hoy vuelvo a fracturar a martillazos el cráneo del bebé recién nacido para masticarle el cerebro
hoy ahuyento a disparos de la escopeta el aleteo de tu mariposa
hoy me postro devotamente ante el río de la sangre de mis nudillos pegándole trompadas a los espejos
hoy desgarro con mis últimas lágrimas la última flor que me quedaba adentro
– 8 –
Así, como ciñeras, audaz Beleforonte,
sobre la alada grupa de tu corcel enjuto
tu lanza, a las erinias de inconsolable luto,
sobre las fauces ávidas de Quimera trifronte,
y así, como rozaran, Urano, el horizonte
las cavernosas lenguas de tu firme atributo
y pulsaras de Aurora, con dedos impolutos,
las aguas quejumbrosas de su húmedo Aqueronte:
fue así que el quitón íntimo de la inefable diosa
desgarró la ungulada curiosidad de Neso.
La desflorada ninfa se sabe poderosa:
ya derramado el líquido que a los vientres emana,
blande su férrea daga más rígida que el hueso
y el ya afligido miembro del centauro rebana.
– 9: Precesión de los jabones –
El jabón de la ducha se demora once días y noches exactamente
en metamorfosearse en lo traslúcido de una lámina
que al cabo se disipa.
Así, un jabón inaugurado un miércoles
menguará hasta su extinción un domingo.
Y el jabón del domingo desaparecerá un jueves,
de acuerdo con la doctrina gaussiana
de las disquisiciones aritméticas.
El pan de jabón blanco que tengo en la cocina
y apenas uso a veces para lavar las prendas delicadas,
se consume como al sol la rosa marchita
en un corazón seco y resquebrajado.
Estos pocos momentos nuestros que tenemos
también se nos diluyen.
La vida que nos queda, como una sucesión de instantáneas,
se está volviendo la inasible lámina.
A veces al pan de jabón blanco lo ablanda el agua,
se transforma en una pasta viscosa
que mi abuela conservaba en el lavadero en un frasco
como un tesoro íntimo y secreto que me estaba prohibido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario